PUNTO PARTIDA:

En Poncebos (218 metros), a 5,7 Km. de Arenas de Cabrales.

DIFICULTAD:

Difícil.

DURACIÓN:

9 horas.

DESNIVEL:

700 metros .

CARTOGRAFÍA:

Adrados Picos de Europa, Macizos Central y Oriental, escala 1:25.000.

DESCRIPCIÓN:

La llamada Ruta del Cares es una de las pocas travesías de montaña que no necesita presentación. En esta ocasión hemos decidido proponerla con salida y llegada en Poncebos; un recorrido de ida y vuelta que perjudica ligeramente a los montañeros que recorran la Senda propiamente dicha, pero que permite al resto del grupo adentrarse en algunos de los caminos tradicionales de la garganta, tanto de la vertiente del Cornión, como de las canales del Central.

Durante un par de horas compartiremos la Ruta del Cares con un volumen creciente de gente, que alcanza masas considerables a medida que el sol se levanta sobre los riscos de la Garganta. Este pequeño peaje que la afamada senda hace pagar a sus visitantes, empezaremos a amortizarlo al llegar al Puente Bolín, el primero de los dos grandes puentes que jalonan el recorrido.

Pocos metros más adelante, a la altura de los cables de acero de otro viejo puente que cuelgan del vacío sobre el profundo lecho del apretado Cares, se trepa por el talud de piedra de la izquierda, en el último momento en que las peñas de la senda lo permiten. Los contados pasos de la tumbada trepada de arranque, salen reconducidos por un estrecho camino, colgado sobre las cabezas de los que se han quedado en la comodidad de la Senda del Cares.

Pocos metros más adelante, a la altura de los cables de acero de otro viejo puente que cuelgan del vacío sobre el profundo lecho del apretado Cares, se trepa por el talud de piedra de la izquierda, en el último momento en que las peñas de la senda lo permiten. Los contados pasos de la tumbada trepada de arranque, salen reconducidos por un estrecho camino, colgado sobre las cabezas de los que se han quedado en la comodidad de la Senda del Cares.

De este pasaje se conserva el camino tallado en la roca, colgado sobre los abismos del Cares, a modo de improvisado mirador al que apenas alcanzan los murmullos de la transitada ruta del Cares. Al lado la pared se comba, formando un altísimo paré donde se resguardan las cabras que encuentran comida por estos arriesgados riscos.

El camino se dirige a la Canal de Trescámara. Antes del breve descenso, se desvía a nuestra izquierda la vereda que sube hasta Cuesta Duja. Se atraviesan las pedreras del lecho de la canal, siguiendo en travesía hasta entrar en la empinada rampa herbosa por la que se remonta hasta la Cueva de Cámara.

Esta boca, que no deja de ser otro paré, pero más hundido que el de La Tranvia, escupe las traviesas que la vertebran sobre un angosto canalón que cae sobre las vallejas que quiebran en los cantiles del Cares. La humedad selvática de este umbrío rincón se adueña de las piedras del sendero que, oculto entre la vegetación, se retuerce por las escasas ceñiduras del breve canalón, cuyo único soporte son los reflejos cristalinos del Cares.

En la escupidera del canalón, nos desviamos en travesía hacia la izquierda. El sendero, acosado por el matorral, se conserva en los tramos de la peña. Llega a un canto, por cuyo filo se tira monte abajo, hasta entroncar con uno de los antiguos caminos del Cares. Por este muriado camino, recalamos mansamente en los bajíos de la Canal de Dobresengos, ligeramente por encima del invernal de Casielles. En el fondo de la canal, el Cares y la frecuentada ruta que lo acompaña.

Se cruza el reseco lecho de la riega que baja por Dobresengos, entrando en las laderas del Canto Mabro. Se remonta toda esta falda herbosa. El camino recupera pronto los tramos muriaos, a medida que se acerca al canto.

Según se dobla a la otra vertiente de Canto Mabro, empieza a despuntar el profundo valle cegado que acoge la turística aldea de Caín. Corta por el centro el cristalino Cares, alimentado por las surgencias y riegas de los macizos que lo envuelven. Abajo la senda, ya escupida por las entrañas de la peña, que se encamina al puente que la deposita a las puertas del bullicioso pueblo. Y en las alturas los Cabritos, Piedra Lluenga y Peña Blanca, escoltando una pirámide calcárea que aquí pierde su forma de peña para devenir en la reconocida Torre Santa. Son todas estas montañas cimas del Macizo Occidental, destino de la segunda parte de nuestro recorrido. Los más prominentes techos de los Urrieles aparecen fundidos en un conglomerado de canales y paredes difícil de individualizar, debido a la falta de perspectiva respecto de unas torres que se elevan más de dos mil metros sobre nuestras cabezas.

El camino faldea por la vertiente oriental del Canto Mabro, presto a recoger las sendas del Sedo Mabro y de la Canal de las Vacas, y de la menos frecuentada Canal de Arzón. Aportes peatonales que casi recibimos en las afueras de Caín.

El camino se pierde entre las cuadras de la margen derecha del Cares, por las que pasa a la recién arreglada carretera que destrepa por los cortes de la Hoz del Cares, ceñido desfiladero que aísla al pueblo de las frondosas laderas del alto Valdeón.

La carretera nos devuelve a la margen izquierda del Cares, a las puertas de Caín. Fundidos entre el colorido tránsito de montañeros, recorremos las empedradas calles del pueblo, en dirección a la iglesia. Subimos por la rampa que la envuelve, para meternos en una ceñida callejuela que sube directa hacia el monte. Se trata del arranque del Camino de La Herradura, que sube a Caín de Arriba, por el depósito. Enseguida tenemos que dejarlo, para desviarnos a unas terrazas, a mano derecha, encima del cementerio del pueblo.

El sendero, que aquí se difumina ligeramente, sube directo, entre el bosque, hacia una franja rocosa sobre la que se asienta una tumbada panda de cuesta. Se remonta por el lateral izquierdo del farallón. Enseguida encontramos un primer invernal, que aprovecha los desplomes de la roca. Desechamos un camino que nos entra por la izquierda, procedente de Caín de Arriba, y un punto débil del contrafuerte rocoso que traemos como referencia, para llegar a las esparcidas cabañas de Boas.

Otro nuevo camino llama de nuevo a confusión, se dirige al Oeste, en dirección a los bajíos de la Canal de la Jerrera, en ruta también hacia Caín de Arriba. Nosotros debemos continuar de frente, monte arriba, faldeando a media ladera sobre la riega de Hojas. Su cauce presenta un salto intermedio, que el camino sortea ganando altura por una canal que se abre a nuestra derecha. El camino gira hacia una horcadita, formada por el risco que estrangula la riega. Faldeamos suavemente hacia el lecho de la riega, que alcanzamos inmersos en el Monte de Hojas.

Esta pequeña mancha de corte arbustivo queda cegada por los contrafuertes del Jultayu. Un sendero se escapa a la izquierda, cruzando la riega, para pasar a la Canal de la Jerrera. Nosotros salimos del embudo en sentido opuesto, pero atentos a un próximo requiebro que nos permite entrar en una canga superior, en vez de la estrecha vira que corta los imponentes paredones que apunta nuestra vereda. Esta nueva canga va ahogando nuestro cansino paso, temeroso ante las quebradas que lo envuelven. Como salida de la nada se aparece la collada de Hierbas Altas, un remanso de pastizal, colgado en ninguna parte, e imposible mirador de las afiladas desproporciones del Cornión y de las torturadas acanaladuras de los Urrieles.

La salida hacia la Canal de Trea nos conduce al travieso de La Versolina. Se trata de una terraza colgada en el vacío, que apenas apreciamos a la derecha de un enorme paredón bermejo. Parecemos perdidos en un laberinto vertical de mentiras, pero los muros del viejo camino no llaman a engaño. En la cabecera de un cegado circo, se aprecian con angustiosa nitidez los restos del antiguo camino muriao que entra a la Versolina.

El terreno, aunque quebrado, no es difícil. Sigue uno de los caminos principales de la red peatonal que vertebra los pastos de los cainejos. La pavorosa Versolina se va dulcificando a medida que nos acercamos a ella. En un suspiro nos plantamos al otro lado de la sencilla travesía, en la parte alta de la Canal de la Teja.

Perdemos algo de altura por este embudo que se precipita sobre el Cares, buscando en las paredes de su izquierda un ceñido canalón por el que remontar hasta el Collao Torno.

Aunque el sendero parece querer escapar por la primera horcadita que corona el canalón, seguimos a las colladas anejas más abiertas. Al devolar la collada alcanza a verse la Cueva Cuarroble, que se ubica hacia la mitad de la Canal de Trea. El sendero se dirige en dirección a la misma, pero ha de atravesar todo el Monte los Plagamones. El bosque se flanquea en sentido ligeramente descendente, siempre atentos al rastro del sendero, que puede difuminarse en determinados rincones.

Empieza a ceder el arbolado a la altura de la Pasada de Cuarroble, estrecha travesía por el cortado del canto que cierra la vista de la cueva homónima. Sin entrar en la travesía, caemos ladera abajo, entre los dispersos árboles, a caer al regón que vertebra toda la canal de Trea. El sendero se hace cada vez más evidente, pues es una canal muy frecuentada para subir hasta la Vega de Ario. En todo caso, ha de abandonarse el cauce reseco de la riega, que queda colgado sobre el Cares. Se cruza a la margen izquierda, saliendo en travesía por una mancha boscosa menos compacta que la del Monte los Plagamones. Nada más doblar el canto que cierra el embudo de la riega, ya caemos serpenteando, ladera abajo, hasta el mismo Puente Bolín, donde entroncamos con la Senda del Cares.

Sólo resta un cómodo paseo de unas dos horas para volver al autocar, aparcado en el entorno de Poncebos.

La alternativa mucho más sencilla es:

DIFICULTAD:

Muy Fácil.

DURACIÓN:

6 horas.

DESNIVEL:

400 metros.

DESCRIPCIÓN:

La Senda del Cares es un camino tallado en su mayor parte en la roca, para el servicio del canal que alimenta la central hidroeléctrica de Poncebos. Sigue en su integridad la conocida Garganta del Cares, que desgaja los Macizos Central y Occidental de los Picos de Europa.

La senda, de unos doce kilómetros, une el embalse de Poncebos con el pueblo leonés de Caín. Otros de los recorridos turísticos del entorno son la Canal del Tejo, por la que se accede a la aldea asturiana de Bulnes, y Camarmeña, con su Mirador del Naranjo de Bulnes.

Entre los puntos de interés de la Ruta del Cares están Los Collaos. Coronan la subida más destacada de todo el recorrido. Una vez superado este escollo se abre ante el montañero toda la belleza de la llamada “Garganta Divina”. Es una vista de conjunto que se va diluyendo en el corto descenso hasta el nivel del canal, donde ya se inicia propiamente el recorrido de la garganta, gracias al prácticamente plano camino de servicio.

La Viña son restos de una majada donde se enfrentan las canales de La Raya, en el Cornión, con la de Sabugo, en los Urrieles. Estamos a la altura del Farfáu la Viña, una surgencia de aguas espumosas alimentadas en los permanentes neveros de los jous de Cerredo (Jou de Cerredo, Jou Negro y Jou de los Cabrones), dos mil quinientos metros verticales más arriba.

Doblando todos los contrafuertes del la Peña de Ostón, atalaya de una de las majadas más hermosas de los Picos de Europa, se llega a la majada de Culiembro, más o menos en la mitad del recorrido hasta Caín. La senda se construyó sobre los restos de la vieja iglesia, pues, arriba en la peña, Ostón era un pueblo de montaña. Por Culiembro pasaron los moros huidos de Covadonga, en trágica desbandada hasta las tierras lebaniegas que los sepultaron.

Queda alguna aislada construcción como la de La Sota, mas el protagonismo en este nuevo tramo de senda pasa a las canales de los macizos Central y Occidental, pues a ambos lados del Cares se desploman los bajíos de las más afamadas líneas de ambos macizos.

La ingeniería recobra protagonismo en los puentes de Bolín y de los Rebecos, puentes de hierro colgados, en la parte más angosta de la garganta, sobre un vacío de reflejos esmeralda. En el primero de los puentes se desvía el recorrido alternativo por La Tranvia. En el Puente de los Rebecos ya están nuestros compañeros saludándonos desde las alturas.

No queda ya mucho camino hasta Caín. Una pequeña abertura para que entre la luz, gracias a la desproporcionada Canal de Dobresengos, modelado glaciar alimentado por una cubeta que desgajó los sectores más prominentes de los Picos, Torrecerredo y Llambrión. En el remansar de Dobresengos, reposa el invernal de Casielles, al que se puede cruzar por un remodelado puente que salva el frío curso del Cares.

Por una sucesión de túneles, con ventanas abiertas a un cauce ceñido entre paredes que apenas distan un puñado de metros, se sale a un recóndito valle, envuelto en un mosaico de despuntes calcáreos, donde otrora existiera una austera aldea de montaña, hoy atascada entre las mochilas y las caravanas de coches. Caín es tierra de demonios de la peña, que crearon una red viaria en la vertical, por cuyas más sencillas sendas vemos bajar a nuestros compañeros.

El regreso, por la misma senda, nos ofrece, a última hora, una oportunidad de desviarnos a Camarmeña. Merece la pena acercarse a ver el Mirador del Naranjo, en la parte alta del pueblo. El acceso a Camarmeña es algo costoso, sobre todo si tenemos en cuenta el kilometraje acumulado durante toda la jornada. No obstante, contamos con un bonito camino pastoril que remonta por encima del canal. Entramos a Camarmeña por una estrecha horcada, en las peñas que cierran la Canal de Pando.

Dos son los camino principales que bajan de Camarmeña. Uno baja a Caleyo, donde está la caseta de madera del Parque Nacional, cerca del desvío para Bulnes; el otro baja directo a la zona de aparcamiento, por la ería de Bárcena.




Fotos de la salida a la Ruta del Cares de Pili el 10-04-2016 Fotos de la salida a la Ruta del Cares de Ricardo el 10-04-2016 Fotos de la salida a la Ruta del Cares de Ito el 10-04-2016