PUNTO PARTIDA:
Buferrera (área de aparcamiento entre los lagos Enol y Ercina) (1.050 metros).
DIFICULTAD:
Fácil.
DURACIÓN:
5 horas.
DESNIVEL:
350 metros de subida y unos 1.200 metros de bajada.
CARTOGRAFÍA:
31-III y 55-I del IGN, escala 1:25.000.
ACCESOS: La ciudad de Cangas de Onís se esquina en el extremo noroccidental de Los Picos de Europa, siendo mecedura de los límites fluviales que delimitan el Macizo de Las Peñas Santas por el oeste (río Sella) y por el norte (río Güeña).
Once kilómetros separan esta vieja capital del Santuario de Covadonga, al que se llega por la carretera AS-262, por toda la cuenca del río Reinazo (afluente por la izquierda del río Güeña).
En Covadonga arranca la carretera de montaña que sube a lagos de Enol y Ercina (CO-4), estableciéndose un área de aparcamiento para autobuses en Buferrera, en la zona de las vaguadas de desagüe del lago Enol y de las minas de Buferrera.
DESCRIPCIÓN: Covadonga es lugar estratégico donde se ciñen y precipitan los manantiales del río Reinazo. Este hundido valle recibe las brumas del Monte Auseva en el declive de la Montaña de Covadonga. Las laderas sureñas de esta angostura están dominadas por Priena, la montaña más destacada de la Sierra de La Estaca y en cuya cima descansa la cruz que vigila el peregrinar del Santuario.
Sin embargo, la primera parte de esta travesía recorre reconocidos lugares en que se manifiesta el tipo de erosión cárstica y glaciar que ha modelado esta vertiente norte del Macizo de Las Peñas Santas, en especial el Lago Enol y la Vega de Comeya.
La rápida visita al Lago Enol se hace desde las ventanillas del autocar, en la bajada al área de aparcamiento de Buferrera.
La actual Buferrera es cuarto trastero del entorno de los Lagos de Covadonga. Medio oculta en las zonas menos visibles de este paraje, se erige en punto de arranque de las pasarelas que vertebran las miradas turísticas de los lagos Enol y Ercina.
Pero la ruta que ahora comienza no busca estas dos joyas lacustres de la Montaña de Covadonga, sino que escudriña los vestigios de un lago de proporciones mucho más majestuosas: Comeya.
Al final del brazo de aparcamiento superior, donde los coches se apartan en batería, se encuentra el panel de inicio de la Ruta de Frassinelli, dentro de la red de senderos de pequeño recorrido del Parque Nacional de los Picos de Europa (PR-PNPE 1).
Roberto Frassinelli y Burnitz (1811 – 1887), “El Alemán de Corao”, fue un personaje polifacético que, llegado de Alemania, por designios del destino, se afincó en Corao (Cangas de Onís). Priena asomaba por la ventana de su casa en este pueblo a orillas del Güeña, quedando prendado de los Picos de Europa; según escribe su amigo Don Alejandro Pidal y Mon: «su verdadero teatro eran los Picos de Europa, Peña Santa, la Canal de Trea, los gigantescos Urrieles asturianos. En ellos se perdía meses enteros, llevando por todo ajuar un zurrón con harina de maíz y una lata para tostarlo al fuego de la hierba seca, su carabina y cartuchos. Vino no bebía, bebía agua en la palma de la mano; carne sólo la del rebeco que abatía con certero disparo de su escopeta y cuya asadura tostaba sobre la misma lata del mismo fuego. Dormía entre las últimas matas de enebro; se bañaba al amanecer en los solitarios lagos de la montaña y al regresar de la penosa excursión a los Picos, se refrescaba revolcándose desnudo sobre la nieve...».
No lejos del lago Enol se encuentra la poza de aguas cristalinas que ha venido en llamarse “Pozo del Alemán”. Refrescado en las gélidas aguas del río Pomperi, regresaba a su casa siguiendo las veredas que van a mecer en el camino del puerto de este rincón escorado de la Montaña de Covadonga.
De ahí el nombre del sendero de pequeño recorrido que, desde “sus lagos y arroyos”, le permitía retornar a su morada en Corao.
No hay un único camino para bajar hasta Corao, en esta ruta se seguirá las marcas del sendero de pequeño recorrido, desviándose para recorrer algunas de las cimas de la modesta sierra que separa Covadonga de Corao, dos topónimos ligados eternamente a Don Roberto Frassinelli.
1) Aparcamiento de Buferrera – El Escalero (El Escalerón) – El Furacón.
El panel de inicio de la ruta se encuentra al lado de la pasarela de anaranjado enlosado que sube al Centro de Interpretación Don Pedro Pidal. Pocos metros se sigue esta empalizada turística para caer al sendero que baja al Escaleru.
El Escalerón se comprime en el angosto barranco de desagüe del lago Enol. Por esta estrecha abertura se aprecia una pequeña muestra de la grandeza de Comeya, próximo escalón de nuestro camino.
El sendero pierde altura desde la zona de aparcamiento, trazando desiguales zigzag por la valleja moribunda de las minas de Buferrera. Pronto esta reseca vaguada choca con el cauce de desagüe del lago Enol, girando entonces el sendero para embocar la estrechura del Escaleru.
El primer vestigio de lo que fueron las explotaciones mineras de Buferrera se encuentra en la entrada del Escaleru. Restos de una tortea del cable aéreo que unía las minas con la Vega de Comeya hacen ahora de puerta de entrada a este angosto y umbrío pasaje. El torrente se precipita en un salto que parece dejar el sendero abocado a un callejón sin salida.
Un túnel de servicio de las minas constituye el segundo vestigio de actividad minera. Pero la naturaleza cárstica de los Picos de Europa queda patente en los ojos de la peña que se asoman al fondo del abismo. Una gran torca impide el paso al túnel, ahora habilitado gracias a un buen puente, digamos de madera.
La corta galería (se aconseja el uso de linterna) se confunde con la cavidad del Furacón, en que sólo la uniformidad del túnel descubre que no se está ante un pasadizo natural.
De la oquedad del Furacón sale un sendero tallado en la peña y empalizado que pone punto y final a este pasaje. Dobla el sendero el recodo de peña y arbolado apartándose de la ceñida estrechura y dando vista a la Vega de Comeya.
Vega de Comeya.
No lejos de Buferrera, en el Picu Comeya, donde ahora se encuentra el Mirador del Príncipe, sobre las peñas que forman la apretura del Escalero, un panel explicativo canta las singularidades del poljé de Comeya.
“Al pie del complejo glaciar que forman los Lagos de Covadonga se sitúan los Llanos de Comeya. Se trata de una depresión cerrada, que las aguas procedentes de los glaciares excavaron, aprovechando un escarpe previo de origen tectónico y debido a su naturaleza, principalmente caliza (roca que se disuelve fácilmente por el agua, lo que se conoce como carstificación). Los derrubios del glaciar fueron transportados hacia esa depresión por torrentes rellenándola casi por completo. Esta morfología, se asemeja a la de un “poljé”, en cuyo fondo se instala un suelo de turba, surcado por pequeños arroyos meandriformes que se sumen al fondo de la explanada, en orificio llamado pónor. El nivel freático se encuentra muy elevado, por eso estos terrenos se encharcan total o parcialmente con facilidad”.
El proceso de formación se acompaña de un par de dibujos que explican el siguiente texto: “ Por efecto de las sucesivas glaciaciones, en los Picos de Europa se excavaron grandes plataformas formando cubetas lacustrres. Posteriormente, por efecto del carst (disolución de la caliza por acción combinada del CO2 atmosférico y el H2O) en el fondo de estas cuencas se formaron sumideros por los que desaparecieron las aguas, dando lugar a cursos subterráneos, reduciendo así la circulación de agua en la superficie”.
“La turbera” –se sigue enseñando en este panel del Parque Nacional– es un tipo de vegetación que “ocupa parte del fondo de los llanos de Comeya. Se trata de un ecosistema característico de ambientes húmedos y fríos. La formación es debido a la lenta descomposición de la materia orgánica. Son terrenos pobres en nutrientes. Compuesta principalmente por musgos del género sphagnum y otras plantas de pequeño porte adaptadas a condiciones de anaerobiosis”.
Entre los reinos animal y vegetal que abundan en la Vega de Comeya destaca este panel el esfagno (“adaptado a medios acuáticos, actúa como una esponja impermeabilizando el suelo”), la pingüícola (“como los nutrientes están muy diluidos, algunas plantas buscan un alimento suplementario como los insectos”), y –entre los animales– la salamandra (“los anfibios, totalmente acuáticos y herbívoros cuando son larvas y más o menos terrestres e insectívoros de adultos”).
El paseo por la planicie de Comeya, sobre todo cuando la primavera anima a brotar el pasto, pone de manifiesto otra de las obviedades de este panel educativo: “Comeya ha sido zona tradicional de distintas actividades humanas. Hasta hace relativamente pocos años, se llevaba a cabo el lavado del mineral extraído en las minas de Buferrera (hierro y manganeso principalmente). Son varios los restos que hoy evidencian esta actividad.
Actualmente el uso que tiene Comeya es el de su explotación como vega ganadera. Por sus especiales características, es una de las más ricas del puerto, en los meses de verano es abundante el ganado que en ella se encuentra. Las vacas y caballos ocupan el fondo de la explanada, mientras que las ovejas tienden más hacia las laderas, ocupadas parcialmente por vegetación compuesta por asociación de tojos y brezos”.
2) El Furacón – Vega de Comeya – Collao Uberdón – Collao La Caña.
A la salida del Furacón se tiene un plano visual muy preciso del camino a recorrer. La Llanada Comeya está partida por una pista, una casi perfecta línea que marca el rumbo a seguir.
Lo primero que hay que hacer es bajar de esta oquedad sita a media altura en los riscos del Picu Comeya. El sendero faldea unos metros por estos peñascales norteños de esta punta. Una empalizada marca la salida a las faldas más francas. El sendero desciende sin agobio, dando un largo rodeo para reclamar su antigua grandeza de pista minera, como atestigua su destacada caja. Esta transición entre estrecha vereda y apunte de pista se produce en la Vega Riba, pequeña llomba que parece separar las majadas de Comeya de las ruinas que aún perduran del reciente pasado minero.
Esta caja alfombrada comba bajo la llomba para reposar suavemente bajo las escombreras, ante la atenta mirada de unas enhiestas torretas mineras que se resisten a sucumbir.
Este largo rodeo termina al regresar al cauce del Ríu Secu, torrentera de desagüe del lago Enol ceñida a las apreturas del Escaleru. Al otro lado del puente, solitario en un montículo, un adosado de cabaña recibe la sombra de un árbol a ella pegado.
Aquí se inicia la larga recta que apunta al centro de la Llanada Comeya. Salvo en épocas de mucho tránsito pastoril, la pista se convierte en una alfombra de pasto que desorienta al montañero en condiciones de nieve, densa niebla o noches oscuras. Aquí el problema no radica en la extensión de la depresión de Comeya, sino en su carácter de turbera. La desorientación en este poljé puede llevar al caminante a adentrarse en las zonas arroyos y de turbera fácilmente encharcables.
En este tramo de pista llega el sendero que baja de la majada de Teón (marcado como sendero de gran recorrido, Ruta de La Reconquista). La recta finalizaba en una vieja construcción minera, ahora derruida, que servía de jito indicador. A su altura la pista forma un pequeño arco para cruzar el puente de uno de los arroyos principales de la planicie.
Otro tramo de larga recta, con un par de tramos anegados por la negra agua de la turbera, va dejando Las Tremonas a su izquierda. Una empalizada para el ganado pone término a la travesía por los fondos de este antiguo lago, siempre con la atenta mirada del monolito calcáreo del Cantón y la piramidal figura de La Jas.
Por el norte, la depresión de Comeya está cercada por la Porra Uberdón (1.055 m) y el Cabezu Salgaréu (1.135 m), separados por la larga comba de sierra que tiene su punto inferior en Llanu Cantu. Destaca, asimismo, la Peña Joulagua, apéndice calcáreo adosado al Cabezu Salgaréu, sito sobre la majada de La Rondillina, que cierra la Vega de Comeya por el este.
Para abandonar la Llanada de Comeya se afronta la primera subida del día. Siguiendo el trazado de la pista el desnivel apenas se acusa. Traza largos tornos por los faldones de la Porra Uberdón. Según se gana altura se toma una perspectiva más amplia del poljé de Comeya, con todo el entramado de arroyos que encharcan el tremedal, donde se esquina el sumidero de esta depresión.
Las Peñas Santas emergen sobre los farallones en que se asientan los lagos de Enol y Ercina. Los Urrieles, empequeñecidos por la distancia, reclaman una mirada protagonista. Según se gana más altura se oyen los sonidos de la majada Uberdón, bella estampa pastoril que esconde la carretera de Los Lagos tras el canto que preside sus cabañas superiores.
En los últimos compases de la subida se mezcla el planeo de los buitres con el monótono bombardeo sonoro del generador que alimenta los complejos turísticos de Buferrera.
Enllana la pista para coronar los 931 m. del Collao Uberdón, entre Porra Uberdón y El Castiello. Devolando el collado se abre una amplia panorámica a los cordales que vierten al río Güeña. En línea con la Sierra del Sueve entra en punta de flecha la Sierra La Estaca, separando esta amplia cuenca fluvial del más apretado Valle del Reinazo, donde se embosca el Santuario de Covadonga. Priena se erige en atalaya dominadora de esta sierra, marcando los pasos que nos quedan por dar.
Atajando la pista se pierde rápidamente altura bajo los cortes del Castiellu. Toda la sucesión de paredones que ensombrecen esta pista recogen los ecos del Mirador de La Reina, hasta recibir el perdido camino que baja de éste.
En un par de zancadas se alcanza el Collao La Caña (Caña Valles), donde la pista choca con la carretera de Los Lagos.
3) Collao La Caña – Majada de Güesera – Camino de Molledo – Majada de Tarañodiós.
La majada de Tarañodiós se encuentra en el extremo noroccidental de la Sierra Mala. Dos sierras cierran por el norte el Valle de Güesera, y por cuyas faldas remonta la carretera de Los Lagos en la conocida como Cuesta de Güesera: La Sierra La Caña y la Sierra Mala.
Sierra La Caña es la que arranca en el Collao La Caña. La Sierra Mala es la siguiente, separadas por la Cuenye La Frecha. Un sendero faldea desde el mismo Collao La Caña por la sierra del mismo nombre. Devola por su cima a la vertiente norte. A la altura de la Cuenye La Frecha enlaza, también en la cara norte, con el Camino Real o de La Frecha. La majada de La Frecha se oculta detrás de estas dos sierras, y por ella pasa un sendero secundario que sube a Tarañodiós.
Pero para subir a Tarañodiós también puede hacerse por la majada de Güesera, a través del Camino de Molledo. Es por esta vertiente sur de ambas sierras por donde está marcado el sendero de pequeño recorrido.
Tirándose carretera abajo por esta serpenteante Cuesta de Güesera se ve con claridad la marcada tajada de la Cuenye La Frecha, donde arranca unos de los escasos vestigios de este Camino Real. Se continúa por la carretera protegida por los muros que la separan del Valle La Güesera, que sume en la helada majada de Río Verde, pues apenas recibe los rayos del sol invernal.
Se atenúa la pendiente, a contramano se ve la señal que marca el 15% de desnivel, medio kilómetro abundante entre el Collao La Caña y la majada de Güesera. Las cabañas medio se ocultan bajo los muros de la carretera. Un matrimonio de pastores hacen majada en estos meses fríos, para después subir el ganado a Fana.
En el rellano final de la Cuesta de Güesera se retoma el camino. Un barrizal de diez metros da la bienvenida. Tarañodiós está comunicado con la carretera del puerto con dos caminos, muy próximos entre sí. El primero baja a Covaraña, La Llomba y Río Verde. Éste baja a la majada de Güesera, ahora se recorre en sentido ascendente, siendo el segundo repecho de esta travesía. Al poco de pasar el barrizal el sendero trepa a la peña. Gana altura flanqueando el costado sudoccidental de Sierra Mala. Dobla el canto de la sierra por encima de las majadas de La Llomba y Covaraña. Estas majadas cierran en Valle de La Güesera y elevan sus miradas al Valle del Reinazo.
El sendero sacude los últimos retazos calcáreos de Sierra Mala y enfoca directo a Tarañodiós.
Entre las primeras cabañas de la majada y la muria del prado cimero (743 m.) llega el sendero procedente de La Frecha. Pegado a la muria, al igual que el Camino de Molledo, se alcanzan las cabañas superiores, donde está el cruce de señales.
Tarañodiós es topónimo que evoca dioses paganos. Abre la puerta a la cimera de la Sierra La Estaca, por donde discurre es siguiente tramo de nuestro recorrido. Aquí se despide del sendero de pequeño recorrido, que baja a la Collada Severa para entrar en el Camino del Rey. Ambas rutas confluyen al final, una sigue la línea de cimera, y la otra faldea las cuestas por su vertiente norte.
4) Tarañodiós – Cabeza Severa – Cuesta Cárcoba – Cuesta Cavia – Priena.
En la moribunda cabaña cimera de Tarañodiós, dejando de espaldas las ruinas pastoriles y el ya lejano paso por el Collao Uberdón (con toda la Sierra del Colláu Peréu que, desde la Porra Uberdón, se deja caer hasta Los Gamoneos), se atacan los recuestos de la Cabeza Severa, un pequeño escalón, de mínimo esfuerzo, que se planta en los aledaños de esta cabeza.
La roma cima de Cabeza Severa (771 m) se desplaza ostensiblemente a la derecha de la línea troncal del cordal. Es recomendable “perder” el par de minutos que separa la difusa vereda que se sigue de la cima de esta montaña. Este redondo mirador de pastizal es un compendio visual de todo el terreno por el que discurre la siguiente parte de la travesía. La nueva caja del Camino del Rey corta las laderas norteñas de las Cuestas Cárcoba y Cavia.
Cabeza Severa es también cima culminante de otro cordal que se desgaja al norte, entre las cuencas de los ríos Umandi y Argañéu en su mecer a las vegas y pueblos del Güeña.
Tras el paréntesis de Cabeza Severa se retoma la difusa vereda flanquea las suaves laderas sureñas de esta montaña, entrando en el apéndice de La Cuchillada, un añadido predominantemente cárstico que se descuelga sobre la Cuesta Cárcoba.
Por esta vertiente que mira al tráfico de la carretera de Los Lagos y a la Montaña de Covadonga, se sortea la breve hoyada anexa a La Cuchillada, entre cuyas repuntes calcáreos quieren asentarse las huellas de la vereda.
Dobla para afrontar una considerable pérdida de altura, dejando la vereda a la altura de las cuestas en que ahora se entra.
Las pobladas manchas boscosas, donde nace el río Umandi, que se aferran a las vallejas de los laterales de la Cárcoba, ceden ante sus laderas de helecho y matorral rastrero, barridas por el azote del viento. Encuentra, sin embargo, cobijo en un rincón amesetado de su cimera un pequeño reducto del primitivo bosque. La Cuesta Cárcoba y su continuación, la Cuesta Cavia, se van perfilando. Forman un crestón de matorral y pardas peñas que se descuelga sobre Covadonga (vertiente Sur) y flanqueada por el otro costado por el Camino del Rey. Todo este tramo mantiene una altura bastante constante en torno a los 700 m., siempre con continua observación de la Basílica de Covadonga y la inmensidad de Su Montaña.
Entre la Cuesta Cavia y Priena se interpone la depresión del Collao Ginés (602 m), interrumpiendo la lineal travesía por la cuerda somital de aquel par de cuestas. El descenso a la collada se adentra en un efímero boscaje más parecido a las viesconas que la Sierra del Sueve que al bosque atlántico que propició la creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, los contornos de cuyo sucesor (el Parque Nacional de los Picos de Europa) venimos perfilando.
En el Collao Ginés se puede optar por descender, en unos minutos, al Camino del Rey a su paso hormigonado por la majada de Uporquera, o bien afrontar el último repecho destacado de esta travesía.
La subida a Priena (726 m) se inicia con el retorno al pelado matorral. Un sendero va buscando una vaguada abierta de pasto, entroncando con un camino de ancha caja, procedente de Covadonga, que lleva a la misma cima de la montaña, considerada como el mejor mirador natural del Santuario de Covadonga.
Lo alto de Priena pende de una gran cruz, visible desde los pueblos y valles del entorno. A su lado, un vértice geodésico, viejos promontorios de triangulación que requerían cumbres aisladas dotadas de amplios campos de visión. Y, a los pies de éste, una figura de la Virgen de Covadonga pintada sobre la señalización de un SGR. Restos de belenes “decoran” esta cumbre que vigila el trasiego humano y rodado del Real Sitio de Covadonga.
5) Priena – Las Fuentinas – Canal – Cueto Abamia – Abamia – Corao.
El Sendero de Gran Recorrido que pasa por la cumbre de Priena, denominado Camín del Oriente, es una variante costera al GR 105, Ruta de las Peregrinaciones. Ambos confluyen en Covadonga, éste procedente de Oviedo, y el GR 105.2, de la villa de Llanes. Se seguirá este, en sentido inverso, durante el descenso a Corao.
Por el canto de Priena se baja a las campas que forman sus faldones noroccidentales. Se continúa por el costado derecho de estas amplias cuestas hasta enlazar con una pista que lleva a una nave de reciente construcción. No se llega a ésta, apuntando al final de la pista, siempre siguiendo la línea de sierra que apunta sus últimos declives en el Porru Los Monteros, se entra a contramano por un ramal, por el que se pasa a la majada de Las Fuentinas. Las pocas cabañas se esconden entre los cuatro árboles que les dan sombra. Entre las ramas, llega a verse el pueblo de Teleña.
La pista se mete a una valleja entre su prado muriado y el xerru para verter a la pista hormigonada principal, construida sobre el viejo camino del puerto (Camino del Rey), rebautizado como Ruta de Frassinelli. De la mano del “Alemán de Corao” se continuará el descenso hasta su pueblo de adopción.
Pasados los invernales de Canal, la pista principal dobla por la cuerda de una amplia collada para desviarse hacia Teleña. El camino de Corao cae por el lado opuesto de la collada, oculto en los primeros metros bajo la caja de una pista de la concentración parcelaria que remonta el monte que nos cierra por el Norte. En el punto de inflexión de este cegado ramal, se encuentra el desvío. Una pista tira a meterse en una estrecha valleja montuna. Pronto cede la pista, dejando a la vista el camino carretero que, entre bosques, cerras y apartadas praderías, va caminando hacia Cueto Abamia; no sin antes abrirse visualmente a los fondos del valle del Güeña, en cuyo centro despunta la población de Corao.
La Iglesia de Santa Eulalia de Abamia se encuentra, flanqueada por tejos centenarios, a las afueras del pueblo de Cueto Abamia. En esta iglesia Románica (siglos XIII-XIV) reposan los restos de D. Roberto Frassinelli, el “alemán de Corao” (1.811-1887). Fueron trasladados del cementerio contiguo. Del estado de abandono de este monumento románico da muestra el hecho de que su cementerio llegó a tener varias lápidas rotas, encontrándose las calaveras sobre la hierba.
Una costosa restauración ha dado otra imagen a este monumento, y a una nueva polémica sobre su mayor o menor acierto.
Las sepulturas del Rey Pelayo y de Gaudiosa, su mujer, fueron emplazadas inicialmente, también, en Abamia, antes de ser llevadas a su actual ubicación en la Santa Cueva (Covadonga).
Desde Abamia a Corao basta con seguir la carretera, o el ramal secundario que se desvía a la altura de aquella iglesia, y que vuelven a confluir en Corao, en el castañéu donde se celebra la Feriona (Feria de Mayo).
Corao, junto con Mestas de Con, son los principales pueblos que se encuentran en las fértiles vegas del río Güeña, en su corto discurrir por tierras de Cangas de Onís. Su Iglesia parroquial es, junto con el palacio Noriega y la Casona de Frassinelli, una de las principales manifestaciones de la arquitectura civil y religiosa que atesora Corao.
Recogida en unas peñas, en el extremo Noroccidental de Corao, agoniza la cueva del Cuélebre. En este abrigo gustaba retirarse a meditar a D. Roberto Frassinelli, “el alemán de Corao”. Desde esta sala rupestre, apenas amueblada con una simple mesa de piedra, este polifacético erudito, contemplaba sobre las techumbres de Corao, los primeros plegamientos del Cornión, donde se entrelazaban los viejos caminos del puerto que le condujeron, durante sus años de vida adoptiva en tierras del Güeña, a las altivas torres calcáreas de las Peñas Santas.
ALTERNATIVA.
Habrá una alternativa que será más corta, ya que en lugar de comenzar en Buferrera su inicio será en la Güesera, para seguir la misma ruta hasta el final.