1ª Jornada:

PUNTO PARTIDA:

Caín (Posada de Valdeón –León –).

DIFICULTAD:

Difícil.

DURACIÓN:

7 horas.

DESNIVEL:

2000 m. de desnivel de ascenso y 400 m. de desnivel de descenso hasta el Jou de Los Cabrones (Cabrales –Asturias–) .

CARTOGRAFÍA:

Adrados. Picos de Europa. Macizo Oriental. Escala 1:25.000.

ACCESOS:

La Autovía del Cantábrico es vía rápida que comunica toda la franja costera asturiana, y sirve para volar sobre el río Sella, cuenca fluvial que acompaña todo este itinerario de carretera hasta la Provincia vecina de León.

Para contactar con les redes de carreteras anejas a este río se deja la Autovía del Cantábrico por la salida oficial de Ribadesella que, en la rotonda de Llovio, toca las riberas del Sella arrancando la larga recta inicial de la N-634.

De esta nacional se salta a la altura de Arriondas a la N-625 que, en la ciudad de Cangas de Onís, pasa a ser la llamada coloquialmente “Carretera del Pontón”.

El río Sella brota a escasos metros de este puerto de montaña leonés. Devola la nacional para, nada más dejar el alto del puerto, desviarse al Valle de Valdeón por la carretera secundaria del Puerto de Panderruedas (CV 80/10).

Para acercarse al pueblo de Caín se toma en Posada de Valdeón (capital del valle) una carretera de montaña que baja por los bellos hayedos del Monte Corona y por la ceñida Hoz de Caín.

DESCRIPCIÓN:

Esta pernocta recorre varios de los lugares más emblemáticos del Macizo Central de Los Picos de Europa o de Los Urrieles. Más de dos mil metros de desnivel en un par de jornadas montañeras que no son sino los vestigios de las épocas glaciares que han modelado este macizo.

Canales, grandes jous u hoyos, microglaciares, torres, agujas, horcadas y dos de los pueblos de montaña más ligados a la historia de este macizo en general y del Picu Urriellu en particular: Caín, por la parte leonesa, y Bulnes, por la asturiana.

Caín.

Caín está hundido en los esfínteres de Valdeón. Este pequeño oasis, de múltiples arroyos deudores del río Cares y de contados prados de siega, se esconde en el corazón más escarpado de los Picos de Europa, allí donde Torre Santa y Torrecerredo unen sus bajíos en las aguas turquesas del Cares.

Incomunicado durante siglos entre la Hoz de Caín (o La Robre) y su continuación natural en la “Garganta Divina”, ha tejido una red de caminos imposibles para comunicarse con sus pueblos hermanos, caso de Ostón y Bulnes, y para acceder a sus altísimos puertos o pastos.

La imagen actual de Caín aún deja ver, en las caras prietas y chupadas de sus mayores, la historia de un pueblo en que sus gentes no morían, sino que se despeñaban.

1) Caín – Canto Mabro.

En la margen derecha del río Cares, al lado de la torrentera de La Jarda y pegado al puente que cruza el río para entrar en Caín (Puente Grande), hay un pequeño apartadero donde puede estacionar el microbús y que marca el comienzo de la ruta.

En esta orilla del Cares una pequeña mancha de árboles da cobijo a los corrales e invernales apenas separados de Caín por este río, pero distanciados geológicamente al ser este límite fluvial barrera entre el Macizo de Las Peñas Santas y el de Los Urrieles.

Aquí arranca la red de senderos que los cainejos han trazado en este macizo de Los Urrieles. El primero remonta desde este rellano, ladera arriba, hacia el Puente La Jarda. Se trata del camino que sube a la capital del valle (ahora sustituido por la carretera), pero que también se desvía en el Collado Pando para entrar en la Canal de Moeñu.

Reseñar que esta canal es la paralela a la Canal de Dobresengos, con el único apéndice de la Canal de Arzón, que enseguida se pasa a mencionar.

La Canal de Arzón es también comunicación con la majada de Moeño, pero se trata de una rampa de herbazal de dimensiones mucho menores que las canales de Moeño y Dobresengos. Es, pues, una canal intermedia a éstas, pero deja que Moeño y Dobresengos se toquen en su parte final, en la línea de torres que vierten a ambas canales. Arzón, Moeño y Dobresengos están interconectadas, siendo el paso por Cabezas Altas el más franco.

Se inicia la andadura siguiendo la línea de este rincón de invernales de Caín, que encubren breves rincones umbríos de nogales recogidos bajo la peña. El sendero sigue el curso descendente del río Cares, pero ganando altura paulatinamente sobre su lecho. El sentido de este faldeo permite evitar la confusión con el sendero principal que tira directo hacia la Canal de Arzón.

Entra en Los Lleraos de Mabro, una amplia ladera de gravera que vierte al concurrido camino conocido como “La Senda del Cares”, en sus primeros pasos sobre la presa que alimenta esta ingente obra de ingeniería del Canal del Cares.

El destino inmediato de este camino que ahora se recorre es la Canal de Dobresengos, aún oculta, al igual que la actual Senda del Cares que discurre, pedrera abajo, junto a la orilla del río. Los bajíos de la Canal de Dobresengos se esconden tras el Canto Mabro, escarpe de peña que forma la boca de entrada de la Garganta del Cares, por esta vertiente de los Picos de Europa perteneciente al Macizo Central.

Al otro lado del Canto Mabro estaría la majada de Casiellas. Su destacada y no muy agradecida cabaña pone fin a la ingente acanaladura de Dobresengos y tiene entrada principal por la actual Senda del Cares (pasado el pasaje de Los Túneles), quedando ambas separadas por las pozas cristalinas de este remanso del Cares.

Pero la majada de Casiellas, antes de la construcción de la actual Senda del Cares (camino de servicio del Canal de aguas del Cares), se comunicaba con Caín por el Camino del Canto, así llamado por doblar el Canto Mabro unos metros por arriba de esta ceñida apretura del Cares, barrera cárstica que engulle del río tras el paréntesis del oasis de Caín, dando comienzo a la llamada “Garganta Divina”.

Los restos de este camino muriado son perceptibles desde esta posición de Los Lleraos de Mabro, siempre bajo la mirada cómplice del turístico Caín. Sin embargo, otros dos caminos pasan desapercibidos: El Camino de Las Vacas y el Camino del Sedo. Ambos constituyen la entrada más directa a la Canal de Dobresengos. El desvío se encuentra apurando la zona de Los Lleraos de Mabro, según el viejo camino (comunicante de León y Asturias a través de los abismos de la Garganta del Cares) se acerca al farallón oeste del Canto Mabro.

Una aguja, sita en la base del inexpugnable paredón, sirve de gendarme indicador del paso. El Camino del Sedo se dirige a esta aguja, ganando altura sobre el Camino del Canto. Una rampa diagonal herbosa, a mano derecha, muestra las debilidades de esta fortaleza pétrea del Canto Mabro, es el Camino de Las Vacas, cuando estos animales recorrían todas las canales que daban paso a los altos pastos de Caín, tanto de la vertiente de Torre Santa, como de los dominios de Torrecerredo.

La aguja es la única referencia el Camino del Sedo. Éste trepa hasta este gendarme. Busca un apretado canalón, perpendicular a la pared, que impedía su visión por la peña que lo delimita por fuera. El Sedo Mabro trepa por esta angostura para ganar un abismal mirador de Caín. En pleno farallón del Canto Mabro, con el vacío atenuado por los prietos árboles que desafían la lógica, continúa el sedo por una breve y fina arista, nacida en este rellano que mira el trasiego de Caín, para escapar por el embudo de revueltas que pone término al Camino del Sedo y, coronado el farallón occidental del Canto Mabro, abre la puerta a la Canal de Dobresengos.

La poca distancia recorrida desde el inicio de esta andadura a orillas del Cares y el poco desnivel ganado contrastan con la postal alpina de Caín que se ofrece a nuestras espaldas. Un último destello de Caín, antes que el sendero se pierda en la Canal de Dobresengos, se abre en abanico a las canales más inmensas del Macizo de Las Peñas Santas: La Canal de Mesones (deudora de Torre Santa) y la Canal de La Jerrera (la abertura del Joón, entre Peña Blanca y El Cuvivente).

Deudora de Torrecerredo es la Canal de Dobresengos, vestigios glaciares que modelaron este cordal de torres vasallas del techo de los Picos de Europa.

2) Canto Mabro - Canal de Dobresengos – Gargantada del Hoyo Grande.

Doblado el Canto Mabro, el sendero se adentra en una vasta ladera. Faldea ganando altura en estas bajuras del Monte Mabro. Pocos rastros quedan de la reunificación de este camino con el Camino de Las Vacas, pero sí destaca el entronque del Camino del Sedo con el sendero que viene de la majada de Casiellas (sita ésta a orillas del río Cares), que viene remontando por todo el reguero inferior de la Canal de Dobresengos para desplazarse, posteriormente, hacia esta vasta ladera del Monte Mabro, donde ya se funden en un único sendero.

Ladera arriba se llega a un bebedero, única fuente que se encontrará hasta concluir esta jornada en el Jou de Cabrones. Dada la proximidad con el punto de inicio en Caín, y ante la posibilidad de encontrarse seca (la abundante fuente de la majada de Moeño, en dicha canal mencionada en líneas anteriores, en un punto más estratégico para rellenar las cantimploras, llegó a quedar sin gota de agua en años de secos estíos), debe considerarse un punto de mero refresco, un buen trago de agua si coincide, pero sin dejar de contar con las reservas que se llevan en la mochila parta tan dura ruta de alta montaña.

En el bebedero se inicia el pronunciado y corto ascenso al Collado Torno. Este enclave se reconoce por las romas llambrias que forman esta loma, donde se mal conservan restos de construcciones pastoriles.

Prosigue la travesía ascendente por las inclinadas laderas inferiores de la Canal de Las Calaveras. El sendero busca la cuenca de la riega que vierte al Cares en Casiellas. La montaña que domina estos bajíos de Dobresengos es el Cueto (Alto) del Ballestero, gendarme de los pasos que enlazan esta canal con la de Arzón.

El sendero cruza la torrentera poniendo fin a este largo flanqueo por las laderas de la parte inferior de la Canal de Dobresengos, que ha llevado desde el Canto Mabro hasta los paredones sobre los que pende Cuesta Duja, en el costado opuesto de los dominios del Monte Mabro.

Echando la vista atrás todavía están, inmóviles, las reconocibles siluetas del Jultayu y Cuvicente, modestos por su altura, pero que culminan vertiginosas canales del Macizo de las Peñas Santas. Teniendo en cuenta que la Gargantada del Hoyo Grande presenta una altura similar a la cima del Jultayu, puede tomarse esta montaña como referencia del pequeño desnivel ganado y de lo mucho que queda por subir.

Mirando arroyo arriba, su ceñido salto marca la entrada a este peldaño intermedio de la Canal de Dobresengos. El sendero remonta las laderas que dejan el torrente a mano derecha, evitando su lecho de despeñadero. Los asomos de Cuesta Duja (Parada Bajera y Parada Cimera), que cierran la canal por este costado, y los contrafuertes del Cueto (Alto) del Ballestero estrangulan Dobresengos, cegado por el imponente circo a que se dirige el sendero.

El Hoyo San Ligiesto es un umbrío circo glaciar en que se retoma el cauce del arroyo. La envolvente pared de este empozado y recóndito Dobresengos sostenía el glaciar suspendido que modeló la parte superior de esta afamada canal. Por sus recovecos tropezaba el arroyo nacido en Fuente Fría; por sus resaltes trepa el sedo que acomete directo este farallón.

Sin embargo, en estos vergeles sombríos del Hoyo San Ligiesto la única salida natural se encuentra en El Canalón. Esta acanaladura se precipita por el costado del Cueto del Ballestero, en el punto en que cede la pantalla de farallón del hoyo.

La vereda se adentra en El Canalón. No hay mayor problema para remontar por todo su lecho; mas, ya dentro de esta pindia angostura, escapa una vereda al canto de la derecha. Una vez en el canto, libre el sendero de los peligros de ir empozado en una canal desagüe, se trepa una fácil llambria que deja expedito el resto de subida por el abierto canto.

A la altura del embudo superior del Canalón cede el canto por el que viene remontando la vereda. El Dobresengos intermedio presenta aquí otro rincón que lo define. El circo del Hoyo San Ligiesto y El Canalón, con toda la belleza salvaje de su mirada airosa por el sedo que recorre el canto que lo delimita, culminan en un reducto forestal cuyas sombras se proyectan como un descanso vegetal a unos ojos que, enseguida, van a afrontar el reflejo de los rayos solares sobre la blanca caliza de los altos Urrieles.

El sendero deja el canto y, por encima del embudo del Canalón, se adentra en el efímero bosque. Este reducto de árboles tiene principal importancia cuando se recorre la canal en sentido descendente, pues marca la entrada al Canalón, única vía franca de salida de lo que fue el glaciar suspendido que proyectaba sus seracs sobre el Hoyo San Ligiesto. Su escorada posición bajo los contrafuertes del Cueto del Ballestero permite al montañero orientar su descenso por el cordal que cierra al oeste la Canal de Dobresengos.

A la salida del bosque se afronta el tercer tramo de la canal, que coincidiría con el lecho de la lengua glaciar que la modeló. De ello dan fe la forma de las rocas que soportaron el movimiento de la lengua de hielo, la misma forma del valle en “U” y los cordales que delimitan el alto Dobresengos.

Los Picos de Dobresengos y la Torre de los Cabrones, con su continuación hacia Torrecerredo, se alzan al este de este reducto forestal. Por el otro lateral de Dobresengos se enlazan las cimas del Cueto del Ballestero y Cabezas Altas, remontando el cordal hacia La Torrezuela, la Torre de Pamparroso y la Torre de las Puertas de Moeño, ya en los dominios del Hoyo Grande Bajero.

El desnivel alcanzado desde Caín ronda los mil metros, pero la grandeza de Dobresengos parece minimizarlo, pues las torres que lo envuelven superan con creces ese desnivel ganado.

Fuente Fría y la majada de Dobresengos quedan fuera del sendero que sufre todo este costado de la canal. San Ligiesto, colgado sobre el farallón del hoyo homónimo, y Los Quemados marcan los primeros pasos de esta interminable canal, donde el sendero de tierra aún se reconoce.

Asoma la vereda a un pequeño cueto, donde se esconden restos de pasado pastoril. Este breve respiro se ahoga en la dura subida al Jascal de Dobresengos. Pedriza que se extiende bajo las siluetas de Cabezas Altas.

Nuestra intuida vereda se une al sendero que baja de esta cima, vía franca de comunicación con la Canal de Arzón y la majada de Moeño. El desnivel se atenúa para coronar la Gargantada del Hoyo Grande, por encima de los mil novecientos metros.

Esta depresión marca el paso a los Hoyos Grandes. Se comprime entre los paredones de las Torre de las Puertas de Moeño y de las Torres de Pamparroso, por un lado, y entre los contrafuertes en que se asienta una vasta rampa que da acceso a las vías de la cara Oeste de Torre Cerredo, por el otro.

Un pequeño alto permite otra mirada a la Montaña de Covadonga, cimas y canales que han acompañado en esta larga ascensión: Canal de Trea, Jultayu (situado más o menos a la altura de esta horcada), Cuvicente, Verdilluenga, Torre de Los Traviesos.

3) Gargantada del Hoyo Grande – Hoyo Grande Bajero – Hoyo Grande Cimero – Horcada de Caín.

Los Hoyos Grandes son un intermedio del mundo de Dobresengos. La continuación natural de este valle glaciar aún se prolonga hasta la misma base de la Torre del Llambrión, en el microglaciar que acumula las máximas alturas de los Picos de Europa, exceptuando Torrecerredo.

Cerredo (2650 m), torre que se eleva al este de la Gargantada del Hoyo Grande, es el techo de estos macizos calcáreos. El Jou de Cerredo, en la parte asturiana, se empoza detrás de las verticales paredes de Torrecerredo y La Bermeja. El paso más directo entre estos hoyos asturleoneses se encuentra en la Collada Bermeja, entre la torre que le da nombre y la Torre de Coello; más el sendero de montaña más franco da vuelta a estas montañas a través de las Horcadas de Caín y de Don Carlos.

Desde la Gargantada del Hoyo Grande la vereda se deja caer al fondo del jou, perdiendo unos valiosos metros que habrán de recuperarse tras este paseo por el alfombrado Hoyo Grande Bajero (1843 m). Mientras ceden las paredes de las torres de Pamparroso y de Las Puertas de Moeño, vierten a este jou los bajíos de una ladera inmensa compartida con la Torre de La Celada y la Palanca.

Las verticales que envuelven este tramo de la ruta son las que forman La Bermeja, Torre de Coello y Tiro del Oso, que cierran los Hoyos Grandes por el oeste y por el norte.

Atravesado el primero de los grandes hoyos se remonta a la morrena de entrada al Hoyo Grande Cimero (2073 m). Una senda de deslizante gravera sube ganando altura sobre este hoyo. Esta penosa subida por las pedrizas descolgadas de la Torre de Coello (2573 m) y del Tiro del Oso (2567 m) regala una cada vez más abierta panorámica del sector del Llambrión, con el gendarme inhiesto del Picón, aguja enhebrada bajo la umbría cara norte de la Torre de La Palanca.

Los topónimos que cierran los vestigios glaciares por los que se colaba la lengua de Dobresengos se extienden desde al Horcada de Caín hasta la Puertas de Moeño. Los Picos de Arenizas se elevan sobre la Horcada de Caín. El Tesorero es la pirámide pétrea que define los cielos de Dobresengos, hasta cuyas faldas suben los pastores de Caín, de madrugada, para controlar sus rebaños. La Collada Blanca es vertiente al Deva y al Cares, depresión de cierre del microglaciar del Llambrión y descanso de la arisca cresta que enlaza la torre homónima con la Torre Sin Nombre, Tiro Tirso y Llambrión. Esta alineación de torres termina con la Torre las Llastras y la Torre del Hoyo Grande, ya frente a la gravera por la que se transita. Con La Palanca y La Celada se ha cerrado el círculo de retorno visual a los Hoyos Grandes.

Termina el mundo del alto Dobresengos con la coronación de la Horcada de Caín (2337 m). Esta depresión es corte entre el Tiro del Oso y los Picos de Arenizas, y paso a la vertiente asturiana de la travesía. La afamada aguja del Picu Urriellu, presentando sus mayores galas llamadas cara oeste y Tiros de La Torca, señalan el tránsito de otra lengua glaciar, en cuyas honduras viven los vecinos de Bulnes.

4) Horcada de Caín – Horcada de Don Carlos – Jou de Cerredo – Jou Negro – Jou de Los Cabrones.

La Horcada de Caín (2337 m) es encrucijada de caminos. El que se trae desde Caín dobla la horcada para descender al Jou Sin Tierre y devolar a la Vega de Urriellu, siempre con El Picu como monolito indicador. Otra vereda remonta por las laderas astures de los Picos de Arenizas y del Tesorero para entrar en las tierras cántabras de La Liébana.

El cuarto sendero se pega a pared este del Tiro del Oso. Es la ruta que ahora se toma para morir en el Jou de Los Cabrones.

La senda une las horcadas de Arenizas Bajas (Horcada de Caín) con la de Arenizas Altas (Horcada de Don Carlos), cerrando por el oeste el Jou de Arenizas, cabecera del valle lunar que vierte al Jou Sin Tierre.

La Horcada de Don Carlos (2413 m) es la cota más alta de esta jornada. Es colgadero de entrada al Jou de Cerredo, y se aprieta entre el Tiro del Oso y el Pico Boada (contrafuerte de la Torre de La Párdida).

Salvo que se opte por coronar algunas de las torres de este jou (Tiro del Oso, Torre de Coello, La Bermeja, Torrecerredo), enlazadas por una vereda que las faldea, el sendero más directo se descuelga directo por las graveras norteñas de Don Carlos, desde la horcada al fondo de este lecho de canchal. La vertiginosa bajada (imponente cuando se observa desde enfrente) presenta algún estrechamiento rocoso que obliga a echar las manos.

Terminado el descenso ha de atravesarse todo el Jou de Cerredo (2213 m) en dirección norte. Hay veredas (simples compactaciones de las pedrizas) que envuelven al jou por el este. Mas no es mejor solución que afrontar el lecho de este cuenco glaciar. Al final se trata de ganar las morrenas que lo delimitan por el norte, apuntado la loma morrénica sita al pie de la Torre Labrouche, la aguja más voluminosa de Torrecerredo. En los rellanos de esta llomba se cruza la vereda que baja de este techo de Los Picos con dirección a la Horcada Arenera, paso a la Vega de Urriellu.

Cortada la vereda se apuran los últimos metros de esta loma morrénina. De espaldas al Jou de Cerredo se intuye el recóndito enmaquetado glaciar del Jou Negro. Manteniendo la dirección se desciende por redondeados cuetos de llambria, vestigios del glaciar que soportaban. En las pequeñas llanadas que se intercalan entre pozos y torcas se conservan viejos neveros.

Este descenso deja la vereda ante la imponente presencia del Jou Negro. Torrecerredo y la Torre de Los Cabrones, junto con las agujas adosadas, esconden esta maqueta glaciar, el microglaciar más guapo de los Picos de Europa. A las llambrias de la cara norte de Cerredo se adhiere el hielo del reducto glaciar que da renombre al Jou Negro. Enriquecido por la presencia de sus morrenas laterales y frontal, sufre el retroceso a que se ven sometidas estas supervivientes de la glaciación. El resto del jou presenta un caótico canchal, formado por grandes bloques, desgajados de las ingentes paredes que lo envuelven.

Para alcanzar la horcada donde se despeña la aguja extrema de la Torre de los Cabrones debe afrontarse una delicada travesía por la peña que cierra el Jou Negro por el este. Tras este colgado travesero se destrepan unos metros para salir al terreno franco por el que se corona la horcada de separación de este jou con el Jou de Los Cabrones (2256 m).

La horcada devola al siguiente jou, uno de los más hermosos de los Picos de Europa. El sendero de tierra baja por la ladera, en cambio de rasante sobre el Jou de Los Cabrones. Se planta en la loma que forma el canalón de bajada al fondo de esta hoyada. La vereda se adentra en esta rampa de pedrera marcada por la franja de peña que la comprime.

Según se pierde altura se van definiendo las líneas de los picos que envuelven esta joya de la alta montaña del Central: la Torre de Los Cabrones y los Picos de Dobresengos. Todos estas montañas, que vienen cerrando la sucesión de jous de esta vertiente asturiana por el oeste, son las mismas que lo hacían durante la ascensión por la vertiente leonesa, en este caso, mostrando los insondables vacíos que reflejan las llamaradas bermejas del ocaso. No se está haciendo otra cosa que darles la vuelta para buscar un paso franco al Jou de Los Cabrones, evitando los agrestes pasos de los cainejos que dominan los mundos de los Canalones de Dobresengos, Cuesta Duja y canales de Ría y del Agua.

La vereda resbala por la lengua de pedrera de la escupidera de esta rampa lineal para dejarse reposar en las ondulaciones del jou. Recorre su lecho, bajo la imponente protección de los Picos de Dobresengos, con mirada lineal al Collao del Agua, paso altivo a otras grandes canales de la Garganta del Cares, y comba que separa aquellos picos de los Cuetos del Trave.

El sendero busca la fuente que brota en el otro rincón de la vega, bajo las laderas que bajan del Collao del Agua. Este manantial se sume recién nacido, regalando el húmedo verdor a estas últimas dolinas del jou. Sobre la última de éstas (2012 m) remontan las veredas que coronan la morrena de contención de este largo hoyo. La primera senda lo hace pasando al lado de una de las cuevonas o torcas declaradas Monumento Natural del Sistema del Trave, más de dos mil metros de simas y galerías que llevan las aguas subterráneas de estas torres cimeras del Central a las orillas del río Cares, en plena Garganta Divina.

La otra senda llega a una loma de alfombra, una esterilla natural donde extender el saco a la caída de la tarde. Antes del brillo de las estrellas y el paso de la luna por las agujas de la cara norte de la Torre de Los Cabrones, “La Gioconda” de las montañas españolas, suben los montañeros a la Collada del Agua, para deleitarse en la puesta de sol sobre el mar de nubes del que emerge la Torre Santa.



2ª Jornada:

DIFICULTAD:

Difícil.

DURACIÓN:

7 horas.

DESNIVEL:

600 metros de desnivel acumulado en ascenso y 2300 metros de desnivel acumulado en descenso hasta Poncebos (Cabrales –Asturias–).

DESCRIPCIÓN:

1) Jou de Los Cabrones – Horcada Arenera.

La segunda jornada de esta pernocta comienza en el manantial del Jou de Los Cabrones. Aunque se encontrarán más puntos de agua a lo largo del recorrido, conviene tener reservas, pues la deshidratación del día anterior, el terreno lunar que ahora se afronta (con la caliza como pantalla solar en cuanto despunte el sol) y a garganta seca ante los pasos de trepada, harán menguar considerablemente la cantidad de agua que en el desayuno sobraba.

Una vereda escapa de este vergel de pasto alpino, remontando unos metros para alcanzar la collada sita al este de la fuente. Devolada la collada se pierde la mirada de este recóndito rincón del Central. Una rápida bajada bordea la depresión en que se sume la vaguada nacida en las inmediaciones de la Horcada Arenera. La senda cede en su descenso, acomodándose al lecho de esta vaguada. Ceñida en este pasillo natural no hace otra cosa que dejarse ir, siempre en sentido ascendente, con la vista puesta en la apertura de la Horcada Arenera. Esta tajada de cielo corta el conjunto de Los Albos y Torres Areneras, separándolo del Neverón de Urriellu.

El lecho de la vaguada por la que se transita se interrumpe en un tramo, debiendo la vereda trepar por las peñas de la derecha. Este canalón, ceñido por la morrena occidental de las Torres Areneras, cede en las faldas de gravera de la Horcada Arenera. Antes de coronarla, recibe por la derecha la senda procedente del Jou de Cerredo, que viene faldeando por los bajíos de La Párdida. Unidos ambos senderos se corona la Horcada Arenera (2273m).

Al norte se irgue uno de los torreones que forman este conjunto de las Torres Areneras, paso a la vía normal del Neverón del Albo. Al sur se extiende la loma calcárea que se erige en vía normal del Neverón de Urriellu.

Torrecerredo y la Torre de Los Cabrones muestran, desde aquí, su figura más somnolienta. Su arista compartida intuyen un circo glaciar impregnado en los recuerdos de la jornada pasada. El Collao del Agua refleja el verdor de un jou soñado en una noche estrellada.

Y Pandébano, en el saliente, prados de siega que marcarán la vida de los pueblos cabraliegos y verde de referencia para nuestro interminable descenso.

2) Horcada Arenera – Neverón de Urriellu.

Una vez alcanzada la Horcada Arenera, debe remontarse toda la loma de buena llambria que se eleva al sur. El peñasco que la interrumpe, y que precede la torre del Neverón, se evita por la derecha. En la gravera se asienta una vereda muy marcada por el paso de anteriores montañeros. Al llegar a la horcada posterior, al pie de los paredones verticales del Neverón, se inicia un flanqueo por la cara oeste de la montaña. El arranque obliga a una trepada por una buena llambria, sin caída ni dificultad. Da acceso a unas viras que recorren todo el inclinado llambrial. La abundancia de piedra suelta obliga a extremar las precauciones (Iº). La travesía finaliza en un canalón con abundante piedra suelta. Se cruza saliendo por una rampa que hay al otro lado. Todo este flanqueo lleva a alcanzar una llomba pétrea, de gran inclinación, que se descuelga sobre la depresión que se cobija al oeste del Neverón, por donde discurre el camino de Torre de Cerredo. Viene delimitada por el canalón que se acaba de cruzar y, por su derecha, por un marcado y sombrío corredor, que sigue la línea de la cresta que cierra nuestro avance por el Sur.

El ataque a la cumbre tiene lugar por esta llomba. Su configuración en terrazas favorece la proliferación de grijillo en las partes menos inclinadas. Apenas reseñar una travesía en llambria a la derecha y, sobre todo, una canaluca vertical, lavada por el desaguar del agua en épocas de deshielo de la pared o en días de fuertes lluvias (IIº, sin sensación de altura, pero con escasos agarres para el grado). Finalizada la trepada se coronan unas peñucas que presiden la parte más vertical de la ascensión. El ascenso evita un canalón que sube directo a la cumbre, y busca a su derecha un cuenco de gravera que se forma bajo la arista cimera. La llambria que lo cierra por arriba se trepa en un par de pasos saliendo a la mencionada cresta de la cima. A mano izquierda se encuentra la cumbre. Enclavada en el núcleo central del macizo, tiene una vista espléndida sobre la Vega de Urriellu. Esta torre se eleva unos 600 metros en vertical sobre esta depresión de pasto de altura. Al otro lado de la vaguada, se yergue imponente la pared oeste del Naranjo de Bulnes; aunque no llega hasta los 2.555 m. de la cima del Neverón.

3) Neverón de Urriellu – Torre de La Párdida – Horcada Arenera.

Esta travesía entre cumbres puede hacerse en sentido contrario, iniciando la subida desde el Jou de Los Cabrones, por el sendero del Jou de Cerredo, recorrido la jornada anterior. No obstante, se hace así la descripción porque, de este modo, no hay que cargar con la mochila de dos días (que puede dejarse en la Horcada Arenera) y, para la bajada, La Párdida presenta unas laderas más francas, en que no es necesario trepar.

Dos marcado corredores recorren los flancos de esta torre norte del Neverón. El más ceñido se cuela por las paredes de su cara este. El más abierto se ajusta al espolón oeste, que cierra el paso a la cumbre y laderas sureñas del Neverón.

Desde la cumbre norte se tira al sur, en los primeros metros por la vía normal seguida para el ascenso. Dejando ésta, ha de alcanzarse la cabecera del corredor este. Puede evitarse la arista con un airoso flanqueo la vertiente de subida.

El paso a la cumbre sur del Neverón de Urriellu (la destacada llomba pétrea que lo define) se encuentra en la parte alta del espolón anejo al corredor. Se baja de éste por una canaluca de destrepe que cuenta con una cinta para efectuar un rápel (cinta usada para los descensos en época invernal). Este tramo está catalogado de segundo grado, igual que la vía normal antes seguida.

Destrepado el espolón por esta cara sudoccidental, una vereda faldea bajo el largo crestón de la cumbre sur del Neverón de Urriellu hasta la Horcada del Neverón (2473 m). Cabe también la opción de subir a esta larga cabalgadura del Neverón, una fácil arista con bellas panorámicas sobre el Picu Urriellu y las cumbres que lo malcrían. En este caso, de esta cumbre secundaria del Neverón (2547 m), apurando la arista se encuentra una canal de destrepe que muere en el canto que vierte a la Horcada del Neverón.

Desde esta horcada han de flanquearse un par de contrafuertes de la Torre de La Párdida por la vertiente norte, donde se reciben las veredas de grijo o gravera que proceden de su vía normal. La vereda más directa de la vía normal se une a esta travesía entre torres en la collada este de La Párdida, desde la que se afrontan los pocos metros que faltan para coronar los 2584 m de la Torre de La Párdida.

Los que han subido a esta montaña cantan excelencias de sus panorámicas. Su situación central en el corazón de Los Urrieles la hace ser un vértice en que convergen los subcordales que integran este altivo macizo. Es notario de todas las cumbres que rebasan los dos mil seiscientos metros y escriba de las cubetas que modelaron este paisaje lunar cuyos perfiles cambian al paso del sol. Es montaña de caliza, mas mira también a los techos cimeros de la Cordillera Cantábrica dejando, en un giro de cabeza, remojar los ojos en las arenas de San Vicente de La Barquera.

La bajada es común con la subida en este corto tramo desde la collada anexa. En esta depresión se gira para descolgarse por una línea de deslizante gravera. Puede bajarse al jou a que vierte todo este cuenco de ladera compartido por la llomba del Neverón sur y La Párdida, donde nace la vaguada que choca con el sendero que viene de Torrecerredo, o seguirse la línea de jitos que faldea sobre dicho jou. Esta vereda evita perder altura. Toma dirección norte, doblando por debajo el espolón oeste del Neverón de Urriellu. Faldea, seguidamente, bajo el corredor y las gradas de la vía normal de esta montaña para recalar en la llomba calcárea que remansa en la Horcada Arenera y por la que se inició el ascenso a estas dos torres, cerrando así esta travesía entre el Neverón y La Párdida.

4) Horcada Arenera – Corona del Raso – Vega de Urriellu.

De la torre cimera del Neverón de Urriellu descienden dos cordales. En el primero se asientan el Diente de Urriellu y la Corona del Raso. Esta crestería se extiende al noreste del pico. El segundo, orientado al norte, forma la loma caliza que delimita la Horcada Arenera por el sur. Su uniformidad se ve alterada por un peñón que se eleva en la base del torreón cimero del Neverón. De este peñón se desprende un subcordal que dificulta la configuración del terreno. Este canto intermedio da vida a dos hondonadas laterales. Tomadas en su mayor parte por gravera, son atravesadas a media altura por el camino de la Vega de Urriellu.

Este pisado sendero (fusión de las veredas de montaña procedentes de Torrecerredo y del Jou de Los Cabrones) devola la Horcada Arenera con dirección este. Pierde altura por los contrafuertes de la loma calcárea por la que se ascendió al Neverón de Urriellu. Enseguida efectúa un flanqueo por la gravera para tropezar con ese subcordal, referido en el párrafo anterior, que impide la vista a la Corona del Raso.

Ladera abajo las pedrizas se remansan en una hondonada de la que emergen las Torres Areneras y el Neverón del Albo. Este jou es paso al Lago del Raso y a los canalones que se precipitan bajo los abismos helados de la cara este de Los Albos, donde se refugia la majada de Camburero.

El sendero más franco a esta majada rodea por la Vega de Urriellu. De ahí que se continúe por la pisada senda que transita a media ladera. Afronta una travesía por llambrias para doblar el collado que deja a nuestras espaldas la blanca caliza del Neverón del Albo.

Traspuesto el collado cede el subcordal intermedio entre la Corona del Raso y la Horcada Arenera. Se continúa flanqueando a media altura por la vaguada nacida bajo la cara norte del Neverón de Urriellu. La vereda comba este valle en arco para, a los pies de la estilizada aguja del Diente de Urriellu, entrar a cabalgar sobre los lomos de la Corona del Raso.

Este canto calcáreo es mirador de la Vega de Urriellu, pequeña mancha de pasto alpino sobre la que se proyecta la sombra de la cara oeste del Picu Urriellu. Vega y monolito son los vestigios de otra lengua glaciar que, alimentada en las cubetas del Jou de Los Boches y del Jou Sin Tierre, rasgó esta cara del Picu descolgándose lenta y abrasivamente, entre el Monte Acebuco y el Monte La Varera, formando la tajada que hoy son Valcosín y Las Salidas de Bulnes, siguientes hitos de nuestra bajada.

La loma choca contra el peñasco de la Corona del Raso. La vereda se cuela por una brecha cegada de sencilla destrepada, pero colgada sobre esta cimera del Jou Lluengu, lengua glaciar de Los Urrieles.

Sin apurar el despeñadero de esta Brecha de Los Cazadores, se salta el canto que la cierra por la derecha para entrar en la rampa de salida. Esta diagonal quiebra la verticalidad de los paredones de la Corona del Raso y mira la silueta más reconocida del Neverón de Urriellu, su cara este, formada por el torreón cimero y el lomo pétreo en que descansa su plano abismo.

La rampa termina en una mancha de gravera por la que se desliza el sendero. Con el jito bermejo de la inmensa cara oeste del Picu, camina la senda entre traviesas, llambrias, torcas, colladinas y pastizales, un reposado flanqueo bajo los cortes verticales del Neverón de Urriellu, en las altas aberturas del Jou Lluengu.

Recala el sendero en la Vega de Urriellu cuando el sol ilumina su cara imposible. Recibe este remanso de corto pastizal la senda que baja del Jou Sin Tierre, unión de las veredas de la Collada de Santa Ana, Horcados Rojos y Horcada de Caín.

Mana en las pedrizas de la cara oeste un pequeño curso de agua que alimenta la fuente construida en la vega.

Una pequeña peña separa los caminos que se abren a ambos costados del Jou Lluengu, mundo abierto entre el Raso y El Carnizosu, con la única ventana abierta a Peña Maín, elevada sobre Pandébano y cortada sobre el hundido Bulnes.

5) Vega de Urriellu – Majada de Camburero.

El viejo camino de Collao Vallejo, reconvertido y modificado a base de fesoria y barreno para animales de carga, se cuela a la derecha del peñasco que cierra la vega por debajo. El sendero de la majada de Camburero desciende por el otro lateral.

En términos generales podría decirse que éste baja por el costado izquierdo del Jou Lluengu y el paso de Collao Valleyu escapa por su lateral derecho. Pero existe una vereda más franca para descender a Camburero que coincide, en sus inicios, con la de Collao Vallejo. Ésta atravesaría esta abierta canal, vestigio de una antigua lengua glaciar, de derecha a izquierda. Enlaza también con otro sendero que unía Pandébano (a través de Collao Valleyu) con la majada de Camburero.

Teniendo en cuenta que durante esta pernocta se han superado pasos de segundo grado (IIº) y que la entrada a Valcosín obliga a un destrepe de la misma dificultad, la bajada más usada, y que ahora se prefiere, es la que se pega al costado izquierdo del Jou Lluengu, que presenta como único inconveniente un par de pasos de esta misma dificultad de segundo grado. La sucesión de graveras que definen esta variante se convierten, pues la senda se recorre en sentido descendente, en un aliado del montañero. Además, proyectándose la sombra del Raso sobre este costado del Jou Lluengu, el calor asfixiante de la alta montaña se atenúa y permite una mayor liberación del tremendo desnivel de bajada que ahora se ha de afrontar.

Si se acaba de efectuar una flanqueo desde la base de la Corona del Raso hasta la Vega de Urriellu, ahora se hace lo mismo pero en sentido inverso, otro faldeo desde la Vega de Urriellu hasta la barrera de paredones descolgados de la Corona del Raso, siempre perdiendo altura por estos faldones del Neverón de Urriellu.

El terreno se asemeja al anterior faldeo, pero se ve interrumpido por algún canalón que corta el sendero. La mayor tajada de la vereda asusta, más se trata de una destrepada con muchos agarres (IIº). Estos contados trepes y destrepes anuncian la llegada al llerao de este costado del Jou Lluengu, una pedriza formada por las piedras descolgadas de este farallón debido a la fricción de la pretérita lengua glaciar, que por estos lares discurría.

El sendero se desliza por esta sucesión de graveras, una línea de vereda muy marcada para quienes la contemplaban desde el sendero de Colláu Valleyu, pues las sendas perduran multitud de años en las pedrizas y la roca desnuda de la alta montaña.

Cuando ceden las graveras, y alguna planta animosa empieza a ganar terreno a la pedrera, y cuando las curvas de nivel apuntan un reposo atemperado del Jou Lluengu, se recibe por la derecha el sendero que procede del collado y canales de Valleyu, que era paso de los pastos de Pandébano a la majada de Camburero.

Con el pretexto de un pequeño respiro se echa la vista atrás para contemplar de nuevo El Picu, cuya figura no ha perdido contacto visual con el sendero durante toda la bajada. La desplomada cara oeste, que casi se tuvo al alcance de la mano, ha venido perdiendo protagonismo. La sombría cara norte reclama la faz más hermosa y gloriosa, allí donde D. Pedro Pidal y D. Gregorio Pérez, “El Cainejo”, soñaron hace más de cien años con una vía para conquistar este monolito al que no llegan los rebecos.

Y ese sueño se forjó la víspera de su ascensión, en la majada que apunta este sendero, que dobla la peña, recibiendo la vereda que cae del Lago del Raso, y descubre la vieja majada, otrora bulliciosa, de Camburero.

Los restos de la majada se esparcen por un rellano esquinado del Jou Lluengu, bajo el tortuoso valle glaciar donde ahora se ubica el Lago del Raso. Los contrafuertes del Cueto del Albo protegen este pasado pastoril que iluminan los rayos de media mañana y oscurecen los sombras del tardíu. Por estas colladinas y laderas herbosas trepan los accesos al Bobiu, inmenso faldón del Cueto del Albo, en paso a las majadas de Acebuco y Orandi. Pasos francos para las vacas o rápidos para los pastores y algún marqués iluminado.

El silencio reposa en este enclave, donde se derrumban los restos de una majada que un día llegó a compartir espacio con un refugio de montaña.

6) Majada de Camburero – Canal de Camburero – Jou Baju – Valcosín – Bulnes.

El sendero sortea la sucesión de pequeños rellanos en que asentaba la majada. Al otro lado, al recibir las veredas llegadas de Acebuco, gira al este para entrar en la Canal de Camburero.

El sendero baja por la derecha de la pedrera que se forma en esta parte superior de la canal. Unos metros más abajo se encuentra la fuente, mas pasa desapercibida. Mana en la base de una piedra de la pedrera y, sin fluir al exterior, vuelve a sumirse.

La fuente apunta la angostura en que se ciñe el siguiente tramo de la canal. El sendero ajusta sus revueltas al estrechamiento. Un hilo de agua aflora en tramos por las llambrias del lecho del canalón. Cuando éste se torna más bravío, la vereda escapa por su derecha, abriéndose a la ladera que vierte al Jou Baju.

Este circo tiene similitudes al Hoyo San Ligiesto. Al igual que en Dobresengos, la lengua glaciar que modeló el Jou Lluengu parece colgar sobre este pozo del Jou Baju. Tiene escapes por ambos costados, por la Canal de Camburero que se ha descendido, y, enfrente, por las Canales de Valleyu.

En la boca del Jou Baju, vuelve a girar la senda al compás del arroyo, de nuevo en línea con el Jou Lluengu. Baja paralela al curso de agua, pegándose a su torrentera en el estrechamiento de La Garganta. Una vira natural destrepa unos metros colgada sobre su cauce. Cae a su lecho en lo alto de la cascada que lo ciega. El salto se evita destrepando por la peña de la derecha.

Pasado el estrangulamiento el sendero acompasa su ritmo al del arroyo. Unos metros más abajo recibe el sendero de las vacas, que sorteaba La Garganta por las laderas herbosas de su izquierda. Más hábiles que los montañeros que a la menor dificultad maromas de acero o barreno.

El descenso se abre al espectacular paraje de Valcosín. Toda la ruta es una sucesión de vestigios de épocas glaciares. Esta alargada llanada permite un respiro al sufrido caminante. Lo que fue el cauce de la riega aún conserva la traza de hermosos meandros que surcan el valle encantado. Flanqueado a ambos lados por abismales paredes, separó de un tajo toda comunicación entre las manchas forestales de los montes La Varera y Acebuco.

El agradecido paseo por esta planicie pronto devuelve el sendero a otro tramo de la reseca torrentera. El valle queda cegado. Por sus peñas escapan el sendero que baja directo a Bulnes El Castillo o el que flanquea sobre el cañón de desagüe de Valcosín, en dirección al Cantiellu.

El sendero principal se interna en el breve y angosto cañón. Crece el nivel del agua según se aproxima a la Cascada de Cantusierra, marcando el final del cañón. Ante este salto sale la vereda por la zona franca de su derecha. Retorna a la poza en que salta la cascada, bien descolgándose directamente por una acanaladura de deslizante barrizal, o dando la vuelta al canto, donde llaman los tejados del esperado Bulnes.

Se cruza el arroyo y, traspuesta la horcadina que lo guía, le vereda desciende por las laderas de herbazal que saludan estos fondos de Bulnes, La Villa.

La aldea de Bulnes es un reducto vegetal en los bajíos de Los Urrieles. Sus casas se esconden de las miradas del Naranjo, al que han dado en llamar, “de Bulnes”. Quiere buscar los cielos y pastos a través de la mayor apertura de Amuesa, otra lengua glaciar que vigila el barrio de arriba, “El Castillo”.

7) Bulnes – Salidas de Bulnes – Poncebos.

Unión de vestigios glaciares, sus vecinos quedan cegados ante el imponente Canto Collugos, gendarme del Murallón de Amuesa, y Peña Maín.

La comunicación pedestre con las villas de Cabrales sigue el curso del río de Bulnes. Empieza el descenso por una pista, en la margen derecha del río Bulnes, pero que, a la salida del pueblo, no tiene contacto directo con su cauce. Esta breve pista está habilitada para llevar o traer el material transportado en el funicular que da cobertura a Bulnes.

Pasada la boca del funicular el camino tiene caja de pista, pues reposa en la zona de invernal de Colines de Arriba. En esta posa, al lado del río, se recibe el sendero que baja de Bulnes, El Castillo, a través del puente apto para el paso de caballerías.

El sendero baja rápidamente a Colines de Abajo, hermosa campera que separa río de camino. Su fuente se esconde en las llamargas que alimenta, mientras la buena sombra de un poblado árbol ya se ha perdido con los rayos del sol ocultos tras el Murallón de Amuesa.

Un pequeño repecho marca los muros que asientan el camino ganado a la peña. Se entra aquí en Las Salidas de Bulnes, grandioso desfiladero tajada entre el Murallón de Amuesa y Peña Maín. Otro vestigio glaciar que no es sino la continuación de la lengua que frotó la cara oeste del Picu Urriellu. Una marcada collada, en las laderas de la margen izquierda del río, hundido en las profundidades de esta garganta, habla del lecho de la vieja lengua glaciar, que erosionó este trozo de Los Urrieles en forma de “U”. La misma collada queda cortada por los desventíos despeñados sobre el impetuoso río. Una tajada menor pero más ceñida, consecuencia de una erosión fluvial posterior más incisiva, que tiene forma de “V”.

Este camino de espectacular belleza, con La Raxuca como contrapunto extremero del Macizo Occidental, tiene los peligros trágicos de la alta montaña. Cinco cruces marcan el recuerdo de los vecinos que han perdido la vida en él. Aludes y tormentas son sus principales riesgos.

En el Posadoriu se separan el antiguo sendero, menos transitado, del que marca sus imponentes tramos muriados. Vuelven a unirse tras la bajada del Pardu Las Robres, casi donde el camino, por unos metros, retoma la compañía del río Tejo.

Salvado un último encañonamiento del río, por la penosa ladera de la derecha, se llega al Puente El Zardu. Las Salidas de Bulnes tocan a su fin, lo mismo que el río que busca su morir en el Cares, a que asisten los riscos en que se asienta el pueblo de Camarmeña.

El río Cares, desde sus pozas esmeraldas, saluda al montañero bajo el arco del Puente La Jaya. Unos metros más arriba se concentran los coches que apuran el asfalto en el inicio/final de la Ruta del Cares.

En las inmediaciones de Poncebos, donde se une la Garganta del Cares con el Desfiladero del río Duje, unión de Los Urrieles, Cornión y Ándara, termina esta pernocta, que no “ha hecho” la Ruta del Cares, sino que ha recorrido las cubetas en que los depósitos de nieve han hecho el molde de lo que hoy es la Garganta Divina, que el río se encargó de perfilar y el hombre acabó de explotar.