PUNTO PARTIDA:

Jaces (700 metros). A 1 Km. de Tielve, en dirección Sotres, donde está la majada con ese nombre y donde hay un área de aparcamiento.

DIFICULTAD:

Media.

DURACIÓN:

8 horas.

DESNIVEL:

900 metros.

CARTOGRAFÍA:

Adrados Picos de Europa, Macizos Central y Oriental, escala 1:25.000.

DESCRIPCIÓN:

El primer tramo de la ascensión es común con otra de las rutas del programa. Caben, sin embargo, un par de caminos alternativos que evitan esa breve coincidencia de itinerarios.

En Tielve cuentan con un camino para subir a la majada de Valfrío (afectado en su mayor parte por una pista), pero, al mismo tiempo, existe un camino –digamos – paralelo que comunica directamente con la majada de Tobaos, contigua a aquélla.

Un tercer camino, que es por el que nos hemos decantado, es el llamado Camino del Puerto, que sirve tanto para entrar en Tobaos, como para acercarse al valle de Camba, por donde discurre la alternativa del día. Para coger este camino podemos continuar en autocar una centena de metros más, carretera arriba, hasta la majada de Jaces, donde se ha habilitado un área de aparcamiento.

Al lado mismo de la riega que se cuela por debajo de la carretera, se toma el hundido sendero de tierra. Remonta por una canal, en la que despuntan pequeñas agujas rocosas. Al salir al canto superior, se abre aún más nuestro campo visual, ceñido a la quebrada panorámica del desfiladero del río Duje. Coronamos sobre una cuenca deudora de este río, la canal formada por el río Socudia, que tontea desde la misma boca de entrada al valle de Camba. Llomba arriba alcanzamos los bajíos muriados de Tobaos. A nuestra izquierda, en delicado equilibrio sobre el abismo, descubrimos la primera cabaña del conjunto, en las peñas del Cueto Bustiello.

Tobaos, como muchas de las majadas del entorno, es una aglomeración de desiguales grupetos de cabañas, esparcidas entre las praderas a modo de barrios. Nos toca entrar por los barrios bajos, tremendamente hermosos, máxime cuando una vez superados, alcanzamos a darles una visión de conjunto enmarcada en un lienzo sublime.

Es aquí, en la parte alta de Tobaos, al entroncar con el extremo final de la pista que viene de Tielve por Valfrío, cuando nos deleitamos con una majada asentada sobre los cantiles del Duje, enfrentada a la uniformidad de Maín, y vigilada desde la distancia por nuestras ya familiares Moñas y el monolito de referencia del Naranjo de Bulnes.

Apenas sufrimos unos metros la moribunda pista. Al doblar el canto que vierte hacia Camba, queda convertida en camino. Damos la espalda a Peña Maín y ya dirigimos nuestros pasos hacia los Obesones, pequeña cordillera caliza que irrumpe solitaria sobre onduladas laderas montunas (Este – Nordeste). Los postes del tendido eléctrico señalan el camino rápido al Collao Pirué, mas nosotros buscamos un giro que nos lleve a sorprender a Los Obesones por la retaguardia norteña.

El camino llanea en paralelo a la muria superior del último retal de pradera de Tobaos. El sendero que se desvía hacia Camba termina buscando el roce con la muria. El nuestro sigue unas veredas del ganado que se van separando paulatinamente de este rumbo. En cuanto el camino de Camba gira en el vértice de la pradera muriada, nosotros estamos definitivamente encauzados en dirección Este.

Mantenemos la dirección. En teoría, tendríamos que chocar con el viejo camino que unía Cabrales con Liébana, quizás vestigio de una antigua calzada que sólo conserva las cuarenta y cinco revueltas de Caoru, que ya nos son familiares. Mas en realidad, el entronque con el camino se produce en una ladera de monte en que este se difumina entre el bajo matorral. Tomamos como referencia un pequeño rellano con algo de pasto, donde se ha construido un cierre para el ganado. El camino pasaría por detrás del recinto. Subiendo al Norte enlazamos con uno de sus tramos que ya dejan traslucir su trazado.

Retrocedemos hasta situarnos a la altura de Valfrío, en la boca de Entrejano. Esta abertura en plena sierra, nos introduce en la larga vega que fluye hacia la otra vertiente del cordal. A lo largo de la vaguada se esparcen las cabañas de Entrejano. A nuestra espalda, emergiendo tras los volúmenes de Maín, no perdemos el contacto con las altas torres de Los Urrieles.

Apenas tocamos tangencialmente la vega. Cortamos por su extremo derecho, enlazando enseguida con un sendero de tierra que nos conduce a la fuente de la majada. Apura el sendero sus últimos metros de respiro, antes de afrontar la subida a la larga cuesta que tenemos delante. Asciende cortando la ladera en diagonal, a ganar la collada cimera. Devolamos la collada, ya engolados en las faldas norteñas de Los Obesones. Mantenemos la dirección hasta que podemos colarnos en una larga valleja que se abre a nuestra derecha, y por la que remontamos hasta la misma cimera de Los Obesones. A nuestra izquierda queda al vértice de su cumbre cimera, el Cabecín Alto de Canal del Agua (1.448 m.).

Frente a nosotros ya no hay ninguna barrera natural. La vista es limpia hasta el resurgir de Ándara, al otro lado de la llomba de cuesta que separa el Collao Pirué (en cuyo costado gira la carretera que baja a Tresviso) del Jitu de Escarandi.

Tenemos que continuar ruta. Nos dirigimos al Collao Pirué, enfrentándonos a un mal laberinto de caliza. Bajamos entre los escares buscando las viras más apetecibles, dejándonos caer al Sur, a la misma collada, por donde traspone la línea del tendido eléctrico.

Una vez en el Collao Pirué (1.247 m.) sólo nos queda cabalgar a los lomos de la morrena que nos conduce hasta el Jitu de Escarandi, aguas vertientes al Duje.

En el Jitu de Escarandi (1.285 m.) entroncamos con la carretera de Tresviso, en la curva que inicia el escorzo que evita la Vega del Tejo, coronando la encrucijada de caminos del Hoyo del Tejo.

Nosotros podemos cortar directamente la vega (a nuestra izquierda) hasta la explanada de aparcamiento del Hoyo del Tejo, en cuya poza se recogen las cabañas de la majada, más abrigada que la vecina majada de La Vega del Tejo.

En el rellano asfaltado, al margen de la carretera de Tresviso, se cogen dos pistas: la que baja a Bejes (camino de La Hermida) y la que sube al Casetón de Ándara. Ésta, que es la que ahora nos requiere, se dirige hacia el corazón del Macizo Oriental. Da sus primeros pasos por el costado de una morrena que sube a perderse en laderas montunas de matorral. Abandonamos la pista al poco de salir del Hoyo del Tejo, encaramándonos en esta morrena. En la parte alta de la morrena sale un sendero en diagonal que corta hacia la Pica de Fuentesoles, el solitario cueto que irrumpe en esta sucesión de llombas de media montaña.

La Pica de Fuentesoles (1.564 m.) es un xerro desplazado de la loma que sube delimitando las tierras cántabras y asturianas (con permiso de las disputas por sus primeros plegamientos). Montaña de referencia cuando las rutas al macizo partían de Sotres, y que hoy vamos a recuperar parcialmente, para nuestro descenso hacia este pueblo.

Para enlazar con el abandonado camino, tenemos que pasar a la collada que tenemos enfrente, en el rellano de la llomba que nos envuelve por el Sur. Este descanso de la loma, previo al cambio de plano que supone su elevación a las altas calizas de Ándara, es la Collada de Fuentesoles. Por ella devola el camino que viene de Sotres hacia los circos de Ándara. Nosotros tomamos el sendero en sentido opuesto, justo para bajar a aquel pueblo.

Así, que con tendencia Oeste (con leve tendencia al Noroeste), empezamos a faldear a media ladera sobre las hoyadas que nos separan de la pica que acabamos de coronar. Salimos así a una falsa collada que nos mete en las laderas que vierten al Norte, frente a La Caballar y las pistas de concentración parcelaria de Sotres.

El sendero desciende cortando la cuesta, enlazando una sucesión de falsas colladas. La ladera se tupe en la base por un bosquete arbustivo. Mas nosotros proseguimos el descenso por terreno abierto de hierbas y matorral. Devolando la última de las colladinas, se entra en una valleja que nos encamina a la majada de Collao Medio, una aglomeración de cabañas que se apiñan en los resquicios de un cueto acosado por el bosque.

En la collada que precede a la majada se cogía antes la continuación del sendero, que entraba en el bosque a contramano. En la actualidad existe un par de pistas que dejan su extremo en el entorno de la majada. Para enlazar con la más directa basta dejar la majada a la derecha y seguir bajando hacia el Oeste.

Este ramal pronto enlaza con la pista, digamos principal. Giramos a la izquierda y nos dejamos conducir entre bosque y praderías en una vuelta envolvente que termina en un rápido descenso a Sotres. Recibimos en la antena que precede al pueblo, el ramal de pista por el que vienen nuestros compañeros de La Caballar.

Nada más caer a la calle troncal del pueblo, la cruzamos, remontando al otro lado, al lado del lavadero, para subir una cuesta entre praderías a un área de aparcamiento. Encaminados por las pinturas del pequeño recorrido del Monte Camba, al llegar a la pequeña explanada de aparcamiento, giramos a la izquierda para volver a reintegrarnos en el pueblo.

Manteniendo la dirección nos dirigimos a la iglesia. Seguimos callejeando por la parte alta del pueblo, hasta que las señales de pintura nos permiten escapar del viejo Sotres por su extremo Noroccidental. Una vista atrás antes de despedirnos de este paréntesis urbano, nos permite disfrutar de la cara más amable del pueblo, alejada del bullicio de la su calle principal. La privilegiada cubeta en que se remansan las casas de Sotres, cobra aquí otra perspectiva igualmente hermosa. No es el Sotres que mira a los Urrieles que va a sorprender a los compañeros que vengan por La Caballar, sino el Sotres de Ándara, tras el que despuntan la solitaria Pica de Fuentesoles y el altivo Pico Deboru.

El camino nos lleva por terreno algo descuidado de cables y torres eléctricas, escombreras y pilas de cuchu; pero ensimismado en un paisaje grandioso. Los Albos, con la depresión diagonal que nos viera subir a conocer el lago del Raso o las citadas prominencias de Ándara, dejan un valle intermedio, un valle glaciar que desgaja ambos macizos y en el que alcanzamos a ver una plana depresión de vegas: las Vegas de Sotres. Aguas abajo del Duje el valle se estrecha. Entre el lío de pistas se intercalan los invernales del Tejo, punto de transición entre el viejo valle glaciar y el desfiladero modelado por este afluente del Cares.

Precisamente hacia ese desfiladero nos encaminamos. Doblamos la peña al lado de una poco agradecida caseta y embocamos todo el Desfiladero del Duje, por el que debemos retornar a Tielve. Ante nosotros se abren las primeras revueltas de La India, el viejo camino de Sotres, que faldea todas las laderas del desfiladero, a considerable altura sobre la carretera.

Río, carretera, India y peña, constituyen las cuatro líneas paralelas que se van ciñendo a los caprichos del desfiladero. En los cantos del viejo camino buscan sitio las torretas de la luz, que quieren reclamar parte de protagonismo en el descenso.

La India muere en la riega de Socudia, en un tramo curvo de la antigua carretera, hoy en desuso. La pintura continúa por la actual carretera, mas podemos remontar el canto de enfrente para enlazar de nuevo con el Camino del Puerto.

Retorna a la carretera a la altura de Jaces, pero nuevamente, nada más terminar la muria de la pradería de Jaces, remontamos el talud de la carretera y evitamos su duro asfalto en el tramo final hasta Tielve.


La alternativa mucho más sencilla es:


DIFICULTAD:

Muy fácil.

DURACIÓN:

5 horas.

DESNIVEL:

600 metros.

DESCRIPCIÓN:

La subida hasta la majada de Tobaos es común con la ruta anterior. Dejamos atrás la majada y, mientras nuestros compañeros se van separando paulatinamente de la muria de la última pradería de este enclave, nosotros nos pegamos a la misma, dejando que nos conduzca hasta un regón en su vértice final. El sendero cruza el regato, manteniendo un continuo flanqueo de estas romas lomas de cuesta.

En plena ladera el sendero entronca con el extremo de una nueva pista que aún nos obliga a vadear otra riega, eso sí, algo más nutrida que la anterior. Iniciamos el leve descenso a la cabecera del Valle de Camba, donde recibimos el sendero que dejáramos a la altura de Socudia para desviarnos a Tobaos. La pista afronta en estos momentos una larguísima valleja, donde proliferan los bosquetes de pequeños avellanos y que delimita toda la falda del Monte de Camba, una solitaria mancha forestal aferrada a las laderas del Cabezo Sonllano.

La subida es cómoda por su tendido trazado. Llega cerca de La Caballar, pero unos inoportunos escares la obligan a un marcado escorzo, siempre conducida por el evidente terreno. Entre los lapiaces descubrimos la boca de una cueva de maduración del queso cabrales, férreamente cerrada por una puerta de hierro.

Esta parte final del ascenso se adentra en suaves lomas de matorral y turbera, interrumpida por una nueva riega. Enfrente la llomba por cuya espina dorsal caminan nuestros compañeros, en dirección al Jitu de Escarandi.

La difusa pista empieza un largo giro en herradura, en cuyo intermedio corona una collada dotada de un caudaloso bebedero. Por las cuestas de repoblación que se abren ante nosotros, que no son sino el inmenso faldón de la Pica de Fuentesoles, corta la carretera de Tresviso.

El último tramo de pista desciende por una valleja antes de afrontar el último repecho hasta los invernales de La Caballar (1.238 m.). Una desproporcionada antena entierra todo el encanto de una collada sita en un enclave privilegiado. Las cabañas se agolpan a un lado de la carretera, en el remanso del escabroso canto oriental del Cabezo Sonllano. Miran hacia la hoyada en que se concentran las viviendas de Sotres, en plena boca abierta a las fauces del incipiente desfiladero del Duje. El marco que decora este conjunto está moldeado por la pura caliza de Los Urrieles y la mole central de Las Moñas.

Cruzamos la carretera. Al otro lado salen un par de pistas de la parcelaria. Cogemos la más próxima a la carretera, de la que pronto se desentiende. Mientras ésta baja desbocada a la vida urbana de Sotres, la pista de la parcelaria camina más pausada por los flancos de una enorme cuesta de praderías y matorral. Se intuye una caída vertiginosa, para buscar la hondonada de Sotres, pero, mientras este tremendo descenso se avecina, caminamos confiados al abrigo de la Pica de Fuentesoles.

Entronca nuestra pista con una más reciente y cuidada. A la derecha podríamos recuperar el asfalto de la carretera, mas tiramos en sentido contrario. Pronto se nos aparece un nuevo cruce. Seguimos el ramal más cómodo, el otro se encamina hacia la majada del Collao Medio, por donde viene trazada la otra alternativa de la jornada.

Nos queda un bonito paseo, por lo que se ha convertido en la “ruta del colesterol” de los vecinos y visitantes de Sotres.

El pueblo sigue mostrándonos perspectivas hermosas del Cabezo Sonllano y de la más lejana Peña Maín. Pronto salimos a un nuevo ramal de pista (que no es sino el cierre del círculo de la pista que acabamos de desechar), entroncando con la ruta descrita anteriormente, en pleno descenso a Sotres.

Un merecido tentempié en los establecimientos de Sotres nos permitirá esperar con agrado la llegada de la otra parte del grupo, con la que ya podemos afrontar el último tramo de ruta por la India de Sotres.