PUNTO PARTIDA: Cabañes

En Armaño (380 metros).En la carretera de Unquera-Potes, al llegar a Tama hay que tomar el desvío a la derecha que va a Colio y Viñón, tomando el primer desvío a la izquierda que llega a Armaño.

DIFICULTAD:

Fácil.

DURACIÓN:

6 horas.

DESNIVEL ACUMULADO:

929 metros.

CARTOGRAFÍA:

56-IV del IGN, escala 1:25.000.

DESCRIPCIÓN:

Esta sencilla travesía enlaza varios de los pueblos integrados en el valle lebaniego de Castro-Cillorigo. Se ha intentado aunar en este sencillo recorrido una pincelada de la riqueza etnográfica, natural y cultural que la comarca de La Liébana ofrece al visitante. Queda un modesto guiño a los montañeros al prever la posibilidad de ascenso a la Peñuca de Colio e, incluso, al peñasco de Cotáguila, en la Peña de Pendes, magnífica balconada sobre el Desfiladero del río Robejo y el cerrado valle de Lebeña.

Sin llegar a la villa de Potes, una arreglada carretera de montaña se desvía a la altura de Tama para, desecha en varios ramales, vertebrar algunos de los pueblos de este rincón de Liébana. El primero de esos ramales, bastante descuidado, muere en un rellano contiguo a la iglesia de Armaño (finales del s. XVI). Cuenta la tradición que en este pueblo, escogido para el inicio de nuestra travesía, nació Regulo de Armaño, padre de Santo Toribio de Liébana. Entre las personalidades que han dado orgullo a estas gentes, también está Concepción Arenal que, vestida de hombre, logró entrar en la Universidad. Se licenció en la Facultad de Derecho. De su prolífica obra destacan sus escritos en materia de prisiones y los relacionados con la problemática de las mujeres.

La principal pista de Armaño sube por toda la Sierra Vielves, entre cuyas encinas se encuentra la ermita de Santa Lucía. Entronca en la encrucijada de pistas de la Fuente Vielves, antesala de las rampas hormigonadas que coronan el Cueto Aravedes, con el único acceso rodado al pueblo de Lles, un ramal desgajado de la pista que sube al Puerto de Potes.

No hemos, sin embargo, de remontar toda la Sierra Vielves, pues, en las afueras de Armaño, se desgaja a mano derecha el viejo camino de Lles. Flanquea los plegamientos orientales del cordal que separa los Valles de Camaleño y de Castro-Cillorigo, dando siempre vista a este valle. Dobla el cortafuegos de una de las lomas que bajan de lo cimero del cordal, en una zona de transición entre las praderías de Armaño y las que se extienden por los dominios del barrio de Lles. Emerge tras los plegamientos montunos un macizo calcáreo de destacadas peñas y cumbres nevadas, en que las más afamadas montañas de Ándara muestran su faz más hermosa.

El camino, que desaparece intermitentemente al atravesar las praderías que miran a Lles, enlaza a las puertas del pueblo con la amplia y pisada pista que viene de Potes por la Fuente Vielves. Este barrio de Viñón se cobija en los lindes de un bosque de corte Mediterráneo. La pista pasa por la parte alta del pueblo y alcanza una collada que dobla hacia el valle de Viñón. Goza de una panorámica muy bonita, que abarca desde Silla Caballo, segunda altura del Macizo Oriental, hasta las estribaciones de este macizo que vierten al Deva.

Dos pueblos se destacan en los laterales del valle, Viñón y el barrio de Olalle, algo más abajo. Nos encaminamos hacia aquél, siempre serpenteando por los plegamientos del cordal, alternando claros de pradería y bosques de roble, encina, castaños, cerezos e incluso algún manzano silvestre. Los castaños muestran sus mejores ejemplares, en dura pugna con los que irán jalonando todo el recorrido.

En Viñón puede visitarse la casona de D. Paco Reda, reliquia de una vieja estructura señorial lebaniega y hoy habilitada como alojamiento rural. Guarda en su interior hermosos rincones: patios ajardinados, corredores floridos, pasadizos y elementos etnográficos de la vida rural tradicional.

El camino de Colio se coge en el mismo Viñón, en la Fuente San Martín. Remonta la Sierra de Colio, siguiendo la línea de los postes de la luz. Baja por el costado norteño, dando ya vista a este otro pueblo que se integra en nuestra ruta.

El camino sale a la pista hormigonada que sube al barrio de La Parte, a orillas del río La Sorda. Este arroyo de montaña se nutre de los manantiales que brotan en las peñas del Acero. Debe su lecho pedregoso a los derrubios de sus diablillos, que en el año 1.888 arrasaron el molino y la ermita de San Lorenzo. Los Diablillos de Colio es un canchal (Canchorral de Hormas) encerrado en un cuenco circular delimitado por el Pico de las Agudinas, las estribaciones orientales del Picón y el Pico Acero. Su frontal rompe sobre un despeñadero que se abre en un abanico de lenguas de derrumbe. En el fondo nace el cauce de lo que, aguas abajo, ha dado en conocerse como río La Sorda.

Apenas doscientos metros de carretera llevan al pueblo de Colio. Sus más destacadas casonas nos reciben a la entrada del pueblo. Las gestas de sus gentes se rememoran en los escudos de armas que se pueden encontrar en distintos rincones. De la antigua escuela militar de caballería, creada durante la Guerra de Independencia, aún se conserva el pórtico de entrada.

Al otro lado del pueblo sale la pista que sube al Collao los Pandos, en los límites del Parque Nacional de los Picos de Europa, a lo largo de toda la falda del Pico Paña. Al coronar el collado se da vista al cegado valle de Cabañes, en la cabecera del río Robejo. Al Este baja una pista bordeando la Peñuca de Colio (845 m.). Este peñasco de modesta altura, ocupa una posición privilegiada por su aislamiento. Domina visualmente los pueblos de Colio y de Cabañes y se abre a la depresión del Valle de Castro-Cillorigo. Asiste al declinar de Ándara, a las cortantes caídas de la Peña Ventosa hacia la boca del Desfiladero de la Hermida y al sector somital de la Cordillera Cantábrica, coronado por Peña Prieta y el Curavacas. Esta atalaya, colgada en una oscura peña con incrustaciones gualdas, permite trazar el camino recorrido y atisbar el camino por recorrer.

La pista que rodea la Peñuca de Colio baja a la carretera de Cabañes, a la altura del área recreativa de la Castañera de Pendes. Éste pueblo se encuentra próximo al lugar, un par de revueltas de la carretera más abajo. Destaca su torre medieval, hoy totalmente reformada. La Castañera de Pendes no se concentra en un punto concreto, sino que los magníficos ejemplares de castaño se reparten por todo el entorno de Pendes e, incluso, doblan hacia la vertiente de Cabañes.

Al Este del área recreativa sale la pista que va al Collao La Arena. De éste se pasa al Collao Mampuertas, en la parte cimera de la Peña de Pendes. En el extremo norte del cordal, en un recodo de la pista que baja a perderse al encinar, se yergue un coteruco colgado sobre las peñas del Desfiladero del Río Robejo. Cotáguila (613 m.) es un magnífica atalaya desde donde podemos controlar los dominios de Lebeña, un oasis de vegas en las entrañas del Desfiladero de La Hermida. El inconfundible espolón del Pico Agero cae en vertical sobre los encinares que envuelven el barrio de Allende.

Al Norte del área recreativa, en dirección al pueblo de Cabañes, se encuentra el camino que baja al río Robejo. La carretera da vuelta, envolviendo la cabecera de esta modesta cuenca fluvial, pasando por los barrios de Penduso y Trescoba (donde, según la tradición, sólo había tres escobas -tres familias- y de ahí le viene el nombre). El camino, por su parte, que -como dije- baja al río Robejo, traza retorcidas revueltas entre los más retorcidos troncos de los castaños. Cruza el río y ya remonta hasta Cabañes.

No se llega a la plazoleta de entrada, donde muere la carretera, contigua a la iglesia, ni siquiera a la pista que sube al Janillo, paso alto a Allende o desvío al Collao Pelea. Se entra por la parte baja, entre camperas y huertas. Apenas se llega a una falsa plazuela ya se gira a la derecha y se empieza a bajar hacia el albergue. Sin darnos cuenta estamos saliendo del pueblo por una pista delimitada por el muro de las camperas. Dobla un peñasco y baja al cauce de una riega deudora del Robejo. Al otro lado sigue la pista intermedia que pasa a Allende o la que baja al Desfiladero del río Robejo, al que nos dirigimos. Muere más abajo en una finca, desgajándose un sendero destrozado por el arroyar del agua. Aparecen más marcas de la Ruta Jacobea, que ahora se viene recorriendo en sentido contrario, y con la que se viene coincidiendo desde el área recreativa de Pendes. En pleno encinar se desvía el sendero que entra a una horcadita de peña que emboca el pequeño desfiladero.

El sendero baja a orillas del río Robejo, cruzando a la margen derecha en el Pontón de Arriba. Este tramo estuvo tomado por la maleza durante muchos años. Con la señalización de la ruta jacobea se reabrió al uso de los caminantes, pero se cerró de maleza una salida secundaria que subía directa al Collao La Arena. De ahí que no puedan atajar directamente desde esta collada los que suban a Cotáguila.

El sendero recorre la penumbra selvática del desfiladero, bajo las estribaciones de la Peña de Pendes. En último trecho del río se retorna a la margen izquierda, desentendiéndose definitivamente del devenir de este tortuoso afluente. Una corta subida, donde el viejo camino traza bonitas revueltas empedradas, lleva a las praderías de Allende. El sendero, también recuperado con el desbroce debido a la recuperación de la ruta jacobea, lleva a la ermita de Santa Eulalia. Las verticales peñas del Cueto Agero rompen sobre las inclinadas faldas de encinar que fluyen sobre el barrio de Allende. En este cuadro digno del mejor pincel, los lugareños se han entretenido en construir una bolera.

En Allende se esconde una casona que cuenta con el escudo más antiguo de La Liébana. Para bajar del pueblo se busca la caja de la antigua carretera, que sigue el fondo de la vaguada. Un descenso rápido y directo que en menos de diez minutos nos baja a la carretera del Desfiladero de la Hermida. Doscientos metros aguas arriba del Deva, en un puente de la carretera que pasa a la otra margen del río, frente al angosto desembocar del Robejo al Deva, está el ramal de carretera que sube al pueblo de Lebeña y que a nosotros nos lleva a la iglesia prerrománica de Santa María de Lebeña, una joya del s. X, de estilo mozárabe. Rodeada de viñedos, su estructura y la más moderna torre aledaña se mimetizan parcialmente entre las ramas de un vejo tejo y de un desplazado olivo. El sol del atardecer reluce en las blancas paredes desplomadas del Cueto Agero, mientras las sombras se van apoderando de la verde cubeta de Lebeña, vergel del Deva en las entrañas de La Hermida.

En este marco cabe evocar la leyenda que atribuye la fundación de la iglesia a los condes de Liébana, Don Alfonso y su esposa Dña. Justa, en el año 925. Su intención era que albergara los restos de Santo Toribio, pero el conde quedó ciego al intentar descubrir la sepultura. Ofreció sus bienes al Monasterio de Santo Toribio, recobrando la vista.