1ª Jornada:

PUNTO PARTIDA:

Collao Les Veleres (donde la carretera de Los Lagos da vista al Lago Enol) (1.118 metros).

DIFICULTAD:

Muy fácil.

DURACIÓN:

2 horas y media.

DESNIVEL:

400 metros.

CARTOGRAFÍA:

Adrados. Picos de Europa. Macizo Occidental o Cornión. Escala 1:25.000.

ACCESOS:

La ciudad de Cangas de Onís es la puerta a la Montaña de Covadonga. Inicialmente se coge la AS-114 (Cangas de Onís – Panes) que vertebra los concejos de Cangas de Onís, Onís, Cabrales, Peñamellera Alta y Peñamellera Baja.

A unos cuatro kilómetros de Cangas de Onís se deja dicha carretera en la rotonda de Soto de Cangas, para desviarse por la AS-262 (Soto de Cangas – Covadonga). Esta carretera remonta por el Valle del río Reinazo hasta las mismas puertas de Covadonga.

Para subir a los llamados lagos de Covadonga (Enol y Ercina) existe una carretera de montaña (CO-4) que aprovecha una antigua pista minera.

Salvo una pequeña área de aparcamiento en la Vega La Tiese, la mayor parte de los vehículos se ordenan por el complejo de Buferrera. No hace falta llegar a esa zona de aparcamiento, el autocar puede detenerse unos instantes en el Collao Les Veleres, donde la carretera asoma al Lago Enol y arranca la pista de Pandecarmen.

DESCRIPCIÓN:

.

La Montaña de Covadonga, en la cara norte del Macizo de las Peñas Santas, es un faldón infinito de majadas, vegas y reducidos reductos forestales, que aún conserva restos glaciares en forma de recogidos valles, morrenas y cubetas lacustres, cuyos ejemplos más afamados son los lagos de Enol y Ercina.

Este viejo Parque Nacional, dicen que de bosques atlánticos, define su identidad en los reflejos del Lago Ercina, donde las dos reinas de la Montaña de Covadonga se miran coquetas en este espejo de aguas caducas.

Peña Santa, de Castilla, y Peña Santa, de Asturias, son el punto de inflexión de la extensa línea de montañas calcáreas que recortan el horizonte de este vasto faldón de los dominios de la cazadora familia Pidal y de Roberto Frassinelli, “el Alemán de Corao.

Siguiendo los pasos de estos precursores del montañismo asturiano, en esta doble jornada montañera la idea es alzarse en la cima del Tiru La Llera, aunque también pueden coronarse unas pocas cimas enclavadas en los dominios de las Peñas Santas.

Collao Les Veleres – Vega de Enol – Pandecarmen – Pozo del Alemán.

El Collao Les Veleres (1118 m), entre la Porra de Enol y el Cantu Sornín, es una ventana abierta de la vieja pista de las Minas de Buferrera (ahora reconvertida en carretera) a una de las joyas de la Montaña de Covadonga: el Lago Enol.

Desde este mirador natural una simple ojeada basta para resumir todas la bellezas que han sugerido la necesidad de otorgar carta de naturaleza al primer Parque Nacional español, el de la Montaña de Covadonga, hace ya cien años. Los hayedos atlánticos se pegan a las umbrías de la Porra de Enol, vegas y majadas son regadas a las orillas del lago homónimo, una morrena esconde el moribundo Lago Ercina y Torrecerredo, techo de Los Picos, y Peña Santa, techo de la Montaña de Covadonga, culminan los dominios calcáreos que, por su lejana proximidad, no llegan a reflejarse en las aguas del Enol.

Del mismo Collao de Les Veleres arranca una pista que baja entre los derrubios desprendidos de la Porra de Enol que vierten al lago. Casi colgada sobre la orilla de este profundo lago, dobla el cantil extremo de esta solitaria montaña para entrar en el valle glaciar de la Vega de Enol.

La vega la rige la remozada Cabaña de Pastores, elevada sobre el nivel de la pista en el declive de las laderas sudoccidentales de la Porra de Enol. La pista camina y trata de evitar manantiales de llamarga de abundante agua poco recomendable para el montañero. Por la ventana de una ermitaña ermita sin paredes, sita en un falso altozano quizá morrénico, se enmarcan las “joyosas” atlánticas, pugna cromática con las albas peñas, uniformizada con la llegada de los inviernos.

Grupos más o menos compactos de cabañas se esparcen por los traseros de la Vega de Enol. Árboles de majada o apuntes de las próximas “jososas” dan cobijo a los ganados que rompen el silencio del lejano invierno.

Por la abertura de esta vega glaciar se abren visualmente las cuencas en que la Montaña de Covadonga va a hundirse a las angosturas del río Dobra. La Vega La Cueva rompe la monotonía de la larga tirada que resta hasta Pandecarmen. Esta recogida majada parece remanso de la pista que ahora se camina, pero es puerta escondida al socavón del arroyo de La Beyera, un reseco regato que pasó desapercibido al montañero y ahora marca una profunda depresión con las estribaciones del cordal coronado por la Porra de Enol.

La pista llega a cabalgar el Collao de Pandecarmen (1088 m) donde se encuentra el desvío de pistas. Sigue en llano el ramal cegado que culmina en el llamado Mirador del Rey, extremo de calva del cordal del cantiles cubiertos por el Bosque de Pome, una de las manchas forestales más protegidas del Parque Nacional, que cubre bajo su manto las cuencas que se funden en el río Pelabarda.

La ruta continúa por el otro ramal de pista que dobla en Pandecarmen. Baja a una próxima zona de aparcamiento, ya en las laderas que van fluyendo hacia el río Pomperi, afluente del Pelabarda. No se detiene aquí la pista, pero sí casi todo su trasiego de humos de explosión.

Alguna haya dispersa, con vocación de rincones bucólicos, y algún que otro acebo, pasando desapercibido el camino que se dirige a Ciarda, llevan nuestro paseo hasta la Vega El Güertu. El viejo camino de carro la atravesaba por la mitad, dejando al lado la fuente ahora remozada y de agua, como todas las del entorno, no muy recomendable. En la actualidad la caja de la pista apenas toca la vega dejándola libre para el pasto del ganado.

Este nuevo ramal de pista choca con la cuenca del río Pomperi, seco durante gran parte del año, aunque dejando al aire una sucesión de pozas. En este corto tramo muriado de pista entre la Vega El Huerto y el Puente La Vega El Güertu, en el lecho del río, aguanta una destacada poza donde, dicen, gustaba bañarse al “Alemán de Corao”, de ahí que se le llame Pozo del Alemán.

1) Pozo del Alemán – Vega La Piedra – Llanada Canraso – Majada La Rondiella – Majada de Vega Redonda.

La cuenca alta del río Pomperi recibe el nombre de río Redimuña, por regar sus aguas esta zona forestal de Redimuña. Pero poco acompaña el camino carretero esta cuenca fluvial. Pasado el puente, apura una tirada para trazar sobre la ladera izquierda del río una herradura, coincidiendo con un ramal del camino que hace de atajo.

La pista remonta sobre la cuenca del río Pomperi, perdiendo su anchura al reencontrase con el ramal secundario a la sombra de una buena haya. En unos pocos metros se llega a la Fuente La Cazuela. Al lado mismo se encuentra el atajo que, por la reseca torrentera de la riega El Calderón, evita otra revuelta del camino carretero que entra en La Piedre Canrasu.

Este peñón plantado en mitad de la vega hace de jito de entrada a un alargado valle que discurre paralelo a la cuenca el río Redimuña y su continuación natural hasta Justillagar, quizás las aguas de este arroyo, nacido y muerto en esta propiedad privada, sean las broten de nuevo en los nacientes del Redimuña.

Un cordal desdibujado de xerros marca el lindero de separación entre este abierto valle de majadas y camperas y el más montuno de los dominios de Redimuña. La entrada en esta perfecta línea de valle la efectúa el marcado camino carretero en la Vega La Piedra, que no es más que una majada que gira en torno a este plantado peñasco.

Como suele ser normal, los caminos de la Montaña de Covadonga se esconden bajo el pasto de las vegas. La peculiaridad de este camino carretero es contar con una sucesión de piedras hincadas en lo que sería la trazada del oculto camino. Con el objetivo de suavizar la pendiente efectúa un largo rodeo por la majada, casi en dirección opuesta al sentido del valle que ha de seguirse. En el último recodo de la vega, como asomándose a los pastos se fluyen hacia las manchas forestales que cubren la mecedura de los ríos Pomperi y Pelabarda, gira de súbito y empieza a ganar altura sobre la majada, como abrazándola en una imagen de postal.

El escapar del influjo de la majada el camino ya ha establecido su dirección definitiva, una largo serpenteo por la cuenca de vegas que culmina en el Collao Gamonal, al sudeste de esta posición y abriendo poco a poco el abanico de torres que se alinean en torno a la Peña Santa de Asturias, con su marcado babero blanco de la Cemba Vieya (uno de los últimos micro glaciares que quedan en la Montaña de Covadonga).

El valle que ahora se afronta, a parte del lindero de sucesión de xerros antes apuntado, que separa Canraso del río Redimuña, viene también delimitado, por el otro costado, por un pequeño cordal que, desde los cantiles que se precipitan sobre la mecedura de los ríos Junjumia y Pelabarda, alcanza las modestas cotas de 1360 m, en Las Vidriosas, y 1497 m, en el techo de esta aislada serranía llamado el Alto de Los Gurbiñales.

El lecho del valle, al igual que el camino carretero, escapa de un escorzo en la boca de la Vega La Piedra, por la reseca torrentera de la riega El Calderón. Como ahora se recorre en sentido ascendente, ha de buscarse este lecho reseco abandonado al paso por la Vega La Piedra.

Tras la curva sita encima de esta majada, donde ya se abandona su cómplice mirada, el camino traza otro torno por la Vega El Texu, para suavizar esta pequeña cuesta de campera. Sin solución de continuidad dobla a la entrada del Jou La Prida, otra recogida y reducida vega. Enfrente se encuentra el Colláu La Prida, cortado sobre el salto reseco de la riega que vuelve a ser referencia de nuestro andar. El camino carretero evita la hondonada de campera con un largo arco, con la misma finalidad de atenuar el desnivel desde el jou hasta el collado.

El Colláu La Prida, apretado entre las lomas de matorral y la balaustrada de madera colgada sobre la riega troncal del valle, es la puerta a la Llanada Canrasu. Este plano pastizal refleja en sus coloridas flores las albas torres del Macizo de las Peñas Santas.

Otra redonda, semejante a La Piedre Canraso, pero menos individualizada, marca la entrada a esta apacible y vasta planicie. Esta breve zona de rocas, caídas de parés verticales sobre los que se eleva el Alto de Los Gurbiñales, en cuyo regazo de esconde la recóndita majada de Las Fuentes de Cangas, es la antesala de la Vega Canraso.

Una nueva sucesión de piedras hincadas marcan el rastro del sendero, cada vez menos comido por el pastizal de la planicie por el incesante paso de montañeros. Se vadea el lecho reseco del reguero, con pequeños taludes terrosos que indican el esporádico despertar de un río subterráneo que, de cuando en cuando, aún reclama su cauce antiguo.

La vereda va tendiendo hacia la base de los xerros del otro costado de la llanada. Se retoma el camino carretero en una medio vaguada que se eleva sobre otra de las apreturas de este naciente arroyo, que salta a sus pozas con un débil sonido de vida.

Con otra revuelta culmina el camino este corto repecho para entrar en la Llanada Los Vaos. Esta línea de ondulante campera, también marcada con piedras hincadas, regresa al arroyo, llamado de Los Vaos, que ahora cuenta con un aporte más o menos constante de agua.

Siguiendo el arroyo unos pocos metros (separándose de la compañía momentáneamente del camino) se encuentra la fuente Retorcía, casi al lado de las pozas empozadas de sus nacientes en el Frieru Los Vaos.

Por su parte, el camino carretero cruza el río Los Vaos por las últimas llamargas de esta vega. Traza una nueva revuelta para, al abrigo de unos taludes rocosos umbríos, afrontar otro corto repecho. Se abre el camino sobre el empozado Frieru Los Vaos para culminar este nuevo escalón del valle, que mira a nuestras espaldas la verde Llanada Canraso, cada vez más lejana.

Encauzado su rastro en el pliegue de La Llomba La Rondiella, saluda al montañero la Cabaña de La Llomba. Al fondo se irgue la sucesión de montañas que forman la estructura troncal de la Montaña de Covadonga, desde Cotalba a las torres que empiezan a declinar hacia las cortadas del Cares, pasando por el reinado de la Torre Santa María, que vigila los pastos asturianos con la aquiescencia de su hermana mayor, Peña Santa de Castilla, medio apartada en un segundo plano.

El camino remonta aún unos metros para alcanzar el núcleo compacto de la majada La Rondiella. En este descanso de cabañas, con la misma tónica de tirada alargada de pasto y piedras hincadas, en el remanso ulterior de esta vega, se abren a los costados dos escapes al erosionado camino carretero troncal. Por la derecha viene acompañando, sin dejarse notar, una línea paralela de vegas, llamargas y vaguadas de pastizal paralela al camino que se trae. A esta mano se puede enlazar con esta menos transitada ruta, donde se encontrará un manantial que brota de la peña.

Sin embargo, la fuente principal de la majada se esconde en una vaguada, también paralela al camino carretero (ya muy deteriorado pasada La Rondiella), por el otro costado de la cabecera de este difunto valle.

Tampoco es necesario desviarse hasta este bebedero, pues no resta mucho trayecto hasta la majada de Vega Redonda. Así que de frente, dejando atrás las cabañas de La Rondiella, el camino afronta otro nuevo repecho, pegado a un crestón pétreo que encauza este tramo final.

Se llega así a una falsa collada al pie de la Cabeza El Paré. Bajo este peñasco se disimula la íntima majada del Paré La Cabeza. La depresión de esta modesta cimera, que en caso de niebla llama el sendero a trasponerla, es boca de entrada al alto Junjumia. Sin embargo, gira aquí el poco definido camino carretero para afrontar el último repecho hasta el Collao Gamonal.

Coronado el collado la vista pone al alcance de la mano el objetivo del día: la majada de Vega Redonda. El Collao Gamonal cierra el valle que se viene transitando, siendo paso alto a la cabecera del río Junjumia. Se aprecian en este rellano de pastizal los ojos del Junjumia, una oquedad donde raramente brota el río a raudales. Sin embargo, la primera silueta destacada lleva nuestra retina al refugio nuevo de Vega Redonda, ubicado en Los Campos de Cueñe Cerrada, unos metros más abajo del emplazamiento de esta majada.

Una mirada más detallada fija los ojos en el refugio viejo, compartiendo la pequeña y “redonda” vega a que se dirige el final de esta jornada de aproximación montañera.

Si el río Junjumia, parido a los pies de estos Campos de Cueñe Cerada, abre el, a cada paso, más insondable desfiladero de los Picos de Europa, la Canal de Vega Redonda es, por el contrario, la llave a las alturas de estas joyas calcáreas de este sector de las Peñas Santas.

Devolando el Collao Gamonal, el camino continúa para centrarse en esta cabecera del río Junjumia. Corta por abajo el Canalón del Francés, mirando de soslayo el incipiente desfiladero del Junjumia. A la altura de los Campos de Cueñe Cerrada se bifurca en dos ramales. A la derecha sale en llano el ramal que se encamina a Ordiales, lecho eterno del Marqués de Villaviciosa. De frente asciende el camino que conduce a la próxima majada de Vega Redonda.

Sube el camino empasillado hasta que se coloca a la altura de Vega Redonda. En este punto camino y majada se muestran sin rubor, sólo separados por la riega La Vadea. Se deja aquí la caja del desdibujado camino carretero para vadear la riega y pasar al lado de la fuente La Vadea. El viejo refugio obstaculiza la mirada de la moribunda majada. El montañero dejará pasar las horas, bien sesteando, bien acercándose a algunas de las cimas del entorno, para, al ponerse el sol por la abertura del Junjumia, retirarse a descansar para afrontar la jornada del día siguiente.



2ª Jornada:

PUNTO PARTIDA:

Majada de Vega Redonda.

DIFICULTAD:

Difícil.

DURACIÓN:

7 horas.

DESNIVEL:

800/1000 m. de desnivel acumulado en ascenso y unos 1300 m. de desnivel en descenso.

DESCRIPCIÓN:

1) Vega Redonda – Llampa Cimera – Collao La Fragua.

Al despuntar el día se reemprende la ruta con dirección al Tiru La Llera. El terreno, sin más referencia que Los Argaos, no deja más opción al montañero que, con los huesos aún entumecidos, iniciar el ascenso por la Canal de Vega Redonda, en cuya base reposa esta majada.

Por la canal remonta el perdido camino carretero que se ha dejado el día anterior para acercarse a las cabañas y al refugio viejo de Vega Redonda (Vegarredonda). No hace falta cruzar la riega de la majada (La Vaeda), remontando por la breve cuesta de vega de la majada, entre el refugio viejo y la fuente, se coge un sendero de tierra que, en pocos metros enlaza con el camino carretero, tras vadear éste la reseca riega unos metros más arriba.

Sin apenas haber entrado en calor el camino descansa en la recogida y diminuta majada de La Cuerre Benitu (como un apéndice ermitaño de Vega Redonda), donde resisten las ruinas de una solitaria cabaña.

Tras este breve arranque de la jornada, el camino a adentra en la Canal de Vega Redonda. Sin apenas descanso, en largas tiradas remonta canal arriba. Cuando le toca vadear la riega ésta ya discurre por el subsuelo. La subida se hace monótona, sólo fijada en las desplomadas paredes de la derecha, de modesta altura, pues no llegan ni a conformar un cordal de cumbres. Se trata de un canto cárstico de separación de una acanaladura paralela que, arrancando en la Cuerre Benitu, es atajo a los Llagos de Cebolleda, con paso a la vera del Porru Llagu (1-926 metros).

El otro costado de la Canal de Vega Redonda, la umbría cara oeste matinal, tampoco presenta cumbres de renombre. Forma un cordal desgajado de Al Altiquera (1.947 metros) que separa esta canal de subida del apartado y caótico Canalón del Francés.

El camino vuelve a pegarse, pasada una tirada en que coqueteó con una zona de afloramientos calcáreos, a las paredes cortadas del otro costado. Una revuelta en herradura deja apreciar los vestigios de un camino carretero en tramos reducido casi a sendero.

Pasado este torno en escuadra, corta a media ladera sobre una pequeña vaguada de pastizal. Enseguida se abre un poco la canal para que el camino sortee una zona de piedra. Aquí transita sobre el lecho desaparecido del reguero subterráneo. A unos metros del camino, al lado del atajo terroso que aquí arranca, el curso de agua brota entre las llambrias para volver a sumirse inmediatamente, una fuente natural más apetecida durante el deshidratado descenso de las cumbres.

Se entra en estos momentos en la Llampa Cimera. Esta fuerte pendiente de pastizal vuelve a presentar un viejo y cansado camino que, aprovechando una valleja de este costado de la cuesta, reduce su esfuerzo gracias a una sucesión de apretados tornos. Sin darse cuenta se planta en la parte superior de la cuesta, casi en la base de Los Argaos y con el pétreo monolito del Porru Bolu vigía del costado opuesto.

Los contados tornos de esta cimera de la “llampa” llevan a la única encrucijada de caminos de esta imponente acanaladura. El ramal de la derecha se pierde por la boca abierta en la base del Porru Bolu, y es paso por La Mazada para dejarse morir en las graveras de la Horcada de Santa María, bajo los las colosales paredes de las Torres de Cebolleda, Torre de Santa María y Torre de La Horcada.

Nuestra ruta continúa por el otro ramal de este cruce de la Llampa Cimera. Escapa del enorme canalón que se ha venido recorriendo, y que a la altura del Porru Bolu y la línea de Los Argaos forma casi un circo por la cada vez más acusada pendiente de pastizal que cierra este profundo valle. Esta huida aprovecha una acanaladura que se abre al este, buscando collada inferior de Los Argao.

De nuevo tiene el camino que retorcerse, más o menos según le deje la configuración de esta breve canal, hasta coronar el Collao La Fragua (1.913 metros). Esta horcadura se hunde en el extremo norte de Los Argaos en la base misma del peñasco del Porru Altiquera.

Conserva el topónimo los vestigios de una fragua aquí hace muchos años emplazada, pues el macizo de Las Peñas Santas, como el resto de los macizos de los Picos de Europa, fueron objeto de grandes explotaciones mineras. En esta zona se localizaron las minas del Jusintierri, iluminado por el caliente sol de la mañana bajo el Collao de La Fragua.

En esta vertiente de la horcada se disimula la Cueva Los Romanos, una boca de considerables proporciones dada la miniaturización de este rincón extremero de Los Argaos.

2) Collao La Fragua – Las Barrastrosas – Jou de Los Asturianos.

Pocos restos se conservan de los caminos mineros del Jusintierri, la mayoría centrados en el fondo del jou. Mal se adivina el que bajaba de la fragua a las minas, sin embargo, aún queda algún despistado que, tras coronar el Collao La Fragua desde la Llampa Cimera se deja caer al jou con la intención de dirigirse al Jou de Los Asturianos.

El camino carretero cuyos vestigios se vienen recorriendo no dobla el Collao La Fragua para bajar a este jou, sino que remonta unos metros sobre la collada en los declives postreros de Los Argaos. Con este pequeño puñado de metros ganados ya inicia una travesía por la falda este de los primeros Argaos.

Este cordal de cimas que recibe el nombre de Los Argaos se extiende hacia el sur. Entronca con la columna vertebral de Las Peñas Santas, sucesión de torres que se extiende de este a oeste y que perfilan el horizonte calcáreo de la Montaña de Covadonga. Esta cuña de Los Argaos choca con esta alineación este-oeste por encima de La Mazada, teniendo continuación por las altivas Torres de Cebolleda. Se hunde este crestón en la apretada Aguja del Gua, cuya pared norte cae sobre el micro glaciar de Cemba Vieya, y es vía de arranque de la arista oeste de Peña Santa de Asturias (Torre de Santa María), como lo es este helero, cada día menos perpetuo, de arranque del Corredor del Marqués, vía normal de subida de esta peña por su vertiente norte.

A la izquierda de la Torre de Santa María nace un cuerno pétreo llamado Aguja de Enol. Una destacada abertura quiebra esta sucesión de torres, marcando una depresión con la subsiguiente Torre de la Canal Parda. Detrás de esta depresión se encuentra el Jou de Los Asturianos, hacia donde se dirigen los restos de este camino carretero.

Esta larga tirada a media ladera, bajo el lecho la pretérita lengua glaciar de la que es vestigio el helero de Cemba Vieya, presenta relieves suaves y cómodo ascenso, pues poco más de cien metros separan el Collao La Fragua de la Boca del Jou de Los Asturianos.

Tramos de descanso se intercalan con alguna loma pétrea donde aún se conserva el trazado del antiguo camino carretero, tirando contados tornos para suavizar los cortos repechos. En este largo flanqueo, por la zona que se conoce como Las Barrastrosas, suele verse un campamento de espeleólogos en una pequeña plataforma de pastizal y grijillo que, periódicamente, aprovechan los estíos para realizar sus campañas bajo el subsuelo sobre el que ahora se transita.

Un nuevo zigzag en una loma de pastizal anuncia la proximidad de la Boca del Jou de Los Asturianos. El camino bordea, seguidamente, un pequeño jou (con enlace de las veredas que vienen del Jusintierri), para coronar esta depresión de entrada al Jou de Los Asturianos, bajo el canto de declive de la Torre de la Canal Parda.

La Boca del Jou de Los Asturianos es puerta a los dominios de Peña Santa de Castilla, empequeñecida ante los faldones de la Montaña de Covadonga por su distanciamiento con su hermana asturiana debido a la extensión de las cubetas glaciares del Jou de Los Asturianos y del Jou Santu.

El Jou de Los Asturianos es relativamente pequeño. Su linde occidental lo acapara completamente la mole de la Torre Santa María. Al este la Torre de la Canal Parda y su apéndice el Pico de Los Asturianos son el contrapunto de este costado. Una loma lo aprieta por el sur, como boca de entrada al Jou Santu / Jou de Las Balas.

Esta sucesión de hoyadas presenta mayores proporciones, pues sobre ellas se levanta el cordal de enlace de ambas Peñas Santas: Torre de La Horcada, Torre de Enmedio, Tres Marías y El Torco.

3) Jou de Los Asturianos – Collao del Jou Santu.

Desde la Boca del Jou de Los Asturianos el camino se deja caer hacia el jou. Al inicio de este descenso arranca una vereda de montaña que trepa por la peña para alcanzar el canto de caída del Pico de Los Asturianos. Esta pisada montañera es la ruta normal para coronar la Torre de La Canal Parda y Los Traviesos; mas el Tiru La Llera se esconde al otro lado de estas cumbres. Podría, si no se desea subir a estas cimas, bordearse la Torre de Los Traviesos o del Alba por el norte, pero este flanqueo dista bastante de ser franco (es caso de niebla carece de puntos válidos de referencia).

Por lo tanto, lo más aconsejable es continuar por el extinto camino carretero, que apura sus últimos suspiros. Los contados tornos de descenso dan paso al flanqueo sobre el Jou de Los Asturianos, atravesando las graveras que caen del Pico de Los Asturianos y de la cresta de arranque de la Torre de la Canal Parda.

Sorteada la hoyada, otro par de tornos remontan hasta la loma que separa el Jou de Los Asturianos y el Jou Santu, con la desafiante cara norte de Peña Santa de Castilla guiando nuestros pasos.

Al devolar hacia el Jou Santu el camino carretero, más bien camino de caballerías, apura sus últimos vestigios. El faldeo final sobre el Jou Santu, por la vertiente de la Torre de la Canal Parda, deja el camino recorrido reconvertido en un pisado sendero de montaña.

En unos minutos se llega al Collao del Jou Santu (2112 m), al sur de la Torre de la Canal Parda. Desde este collado puede continuarse, continuando el flanqueo del jou, en ruta al Torco, hasta la próxima Fuente Las Balas. Se esconde en un apéndice del Jou Santu (Jou de Las Balas), en el remanso del Neverón de La Forcadona. Brota en una zona de redondas y hondonada de grijillo con contado pasto de una tonalidad de naranja a rosa.

De nuevo en el Collao del Jou Santu, delante de la zona de vivac (parapetos protegidos con piedras para protegerse del viento nocturno), se deja a la mirada de nuestros ojos proyectarse hacia el este. Destaca la brecha del Boquete, cierre del Jou Santu y vacío abierto a las profundidades de la cuenca del río Cares, del que sólo se intuye el reverso de las Peñas Santas, cual es el Macizo de los Urrieles, que se irgue al este, a través de este marco de filos cortantes que da forma a esta horcadura del Boquete.

4) Collao del Jou Santu – Tiru Calleju – Tiru La Llera.

La próxima tirada de esta jornada busca coronar el peñasco del Tiru La Llera, siendo la punta de flecha de Piedrallenga jito indicador de la escondida presencia de este modesto y escarpado monolito.

Piedrallenga / Piedralengua (2.294 metros) tiene esa forma de punta de flecha que corta en vertical sobre El Boquete. Esta apretada horcada define su configuración a través de uno de los espolones descolgados de la cara norte de Peña Santa, a la altura de la Brecha del Cazador, paso de rebecos y diablos de la peña desde el fondo del Jou Santu hasta las infinitas praderías de Carbanal, cuya hermosura oculta la inmensa mole calcárea de Peña Santa.

Desde el Collao del Jou Santu cabe un par de opciones para plantarse ante el oculto Tiru La Llera. La primera es alcanzar las Traviesas de la Canal Parda, una franja franca que se extiende por la cara sur de la Torre de Alba (de ahí su denominación más aceptada como Los Traviesos). La segunda opción es, inicialmente, la más evidente, y por la que ahora nos decantamos.

Del mismo Collao del Jou Santu la ruta se deja caer por el sendero que se adentra en la parte leonesa de esta sucesión de hoyadas, hundidas entre las Traviesas de la Canal Parda y este sector umbrío de Peña Santa. En su arranque el sendero destrepa unos metros por las llambrias del costado del collado que vierten de la Torre de la Canal Parda. Tras este apéndice treparriscos, el sendero se acopla a las graveras del Jou Santu debidas a las aportaciones de las Traviesas de la Canal Parda. Desciende faldeando por estas pedrizas sureñas con dirección al Boquete.

Se agota el Jou Santu, la proximidad del Boquete casi atrae al sendero cual fuerza de la gravedad, la esbelta silueta de Piedrallenga ya ha desaparecido al hundirse el sendero bajo sus vastas verticales, y no se anuncia escapada alguna de este difunto Jou Santu.

Precisamente, son las mismas paredes de Piedrallenga la que marcan la ruta a seguir. Se deja el sendero que baja a morir al Boquete, y se remonta por un canalón formado por estos cantiles de Piedrallenga. Se entra, así, en Tiru Calleju.

Tiru Calleju es un paso ceñido y escondido que remonta desde los bajos cuencos del Jou Santu (1907 m) hasta el Jou de Arenizas, casi trescientos metros más arriba, en el valle cuasi lunar delimitado por Los Traviesos (al oeste) y el Pico de Los Cabrones (al nordeste).

Salvada la gravera en que se deja el camino que, por el Boquete, entra en la Canal de Mesones, Tiru Callejo se aprieta al extremo. Esta zona intermedia obliga a una sencilla trepada de segundo grado hasta que la apretura poco a poco se va abriendo según cede el farallón de Piedrallenga.

Por Tiru Calleju se entra en el trasero de esta columna vertebral de la Montaña de Covadonga, en la que se ocultan las cimas de Piedrallenga y el Tiru La Llera. A la salida de este rectilíneo canalón, rozando los 2.200 metros de altitud, se encuentra la vía normal de subida a Piedrallenga, cuya cima ha quedado a contramano.

El siguiente peñasco calcáreo por este costado es el Tiru La Llera, de trepada corta pero más esforzada. Este monolito se alza sobre el Jou Redondu, hoyada de entrada al Jou de Arenizas, en el remanso oriental de Los Traviesos.

La Campera de la Horcada Miguel es ventana al ramal cegado de la Canal de Mesones que comunica con la Horcada Llombreras, arranque de la afilada arista de La Robliza. La Horcada Miguel sigue la línea entre Piedrallenga y la Torre Blanca de Los Cabrones o Pico Los Cabrones, alineación donde se incrusta el Tiru La Llera.

El montañero se planta ante el solitario torreón del Tiru La Llera. La vía normal (PD, IIº) aprovecha las canales de su cara Oeste. Se entra por la brecha central, en corta trepada que pasa a la canal pedregosa de la izquierda, una vez superado su resalte inferior.

El Tiru La Llera (2.283 metros) es monolito de la Jorcada Miguel y torreón del Hoyo de La Robliza, vista escorada a los pastos de Caín, por la boca abierta entre La Robliza y Piedrallenga.

No es cumbre destacada paisajísticamente, pues la sobrepasan los colosos que la circundan, en particular Los Traviesos (por donde puede hacerse el camino de regreso). Su propio nombre la delata, el Tiru La Llera no es más que un apostadero para cazar rebecos y para “cazar” a algún montañero despistado.

Y ya hacia el final de la jornada en Buferrera.