PUNTO PARTIDA:

Collao Les Veleres (Lago Enol) (1.118 metros).

DIFICULTAD:

Muy fácil.

DURACIÓN:

6 horas.

DESNIVEL:

700 metros.

MAPA:

Adrados. Picos de Europa. Macizos Occidental. Escala 1:25.000.

DESCRIPCIÓN:

En el Collao Les Veleres (1118 m.), sobre el lago Enol, se toma una pista que baja casi al nivel del lago, doblando a la Vega de Enol.

Un ramal se desvía a la Casa de Pastores, en las faldas de la Porra de Enol. Continúa la pista entre las cabañas del extremo de la vega, tocando los últimos árboles del bosque Palomero.

En la travesía hacia Pandecarmen, pasa por encima de la majada de Vega la Cueva. Topónimo que sólo se comprende, si se pasa por el camino que va de la Vega de Enol a Fana. Desde la pista no veremos la cueva para el ganado.

Un ramal de la pista se bifurca en Pandecarmen (1088 m.), por lo alto, al mirador del Rey. El otro ramal baja a una explanada de aparcamiento.

Por una pista más degradada y con toques forestales, recalamos en la Vega del Huerto. La pista evita el pasto. La fuente de Frassinelli, desde su arreglo, se volvió no potable. Entre la pista y la vega está el río Pomperi, afluente del Pelabarda. Reseco con frecuencia en esta zona, siempre conversa una poza de agua helada que se conoce como Pozo del Alemán. Pues en éste (algunos autores lo sitúan aguas abajo), solía bañarse el Alemán de Corao (D. Roberto Frassinelli) en sus correrías por el Cornión.

La pista cruza por encima del cauce del río por el Puente Redimuña, en su ascenso hacia la Vega la Piedra. Al llegar al pedrusco de inicio de la majada, la pista ha degenerado en un camino carretero de alfombrado césped.

El siguiente hito en el camino es la Vega Canraso. Amplia pradera que también se entra pegados a otro peñasco, que da sombra efímera al camino. La boca de la vega ya se viene intuyendo desde el repecho de entrada. Un breve canalón que el camino evita por la derecha. Nunca lleva agua, porque cuando la lleva, el paso de Canraso suele hacerse en piragua.

Unas piedras hincadas en la tierra marcan la ruta a seguir cuando el camino se difumina por el pasto. Esta tendencia es connatural a toda la ruta hasta Vegarredonda.

Otro pequeño canalón se forma al otro extremo de la vega. Esta vez el camino lo evita por la izquierda, por una cuesta relativamente suave. Cruza la riega más arriba, cerca de su manantial. Pequeño salto que precede a la más pendiente subida a la majada de Rondiella.

En Rondiella hacía majada una jovenzuela. Era el 18 de Septiembre de 1949. La conocimos en Llueves, con más años a cuestas. Era vecina de este pueblo, sito en los altos de Cangas de Onís. Nosotros íbamos preguntando por el lugar en que la tradición aseguraba que un oso mató al rey Favila (hijo de D. Pelayo y segundo monarca del Reino Astur –737 a 739–). Mientras nos guiaba, nos iba contando su etapa de pastora en Rondiella.

En dicha fecha de Septiembre, todavía estaba en la majada. Vio pasar una comitiva con un arca de plata. “Eran los restos de un rey”, dijo la anciana. Un rey, no; pero no iba descaminada. Lo que estaba presenciando era el último paseo de D. Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, cuyos restos reposaban en aquella arca de plata. Ese día, debían ser definitivamente enterrados en Ordiales.

Hasta Rondiella puede llegar algún tractor para portear materiales. Más adelante, el camino se vuelve peatonal. Queda un fuerte repecho hasta el Collao Gamonal, donde ya damos vista a la majada de Vegarredonda y a los nacimientos del Junjumia.

La majada no llama la atención. Son el refugio antiguo y el nuevo los que centran nuestras miradas. El antiguo, medio acampanado y oscurecido con una especia de brea, está situado en la majada. El moderno, queda más bajo, en los Campos de Cuenye Cerrada (donde brota el Junjumia, afluente del Pelabarda, en su fluir hacia el Dobra).

A la altura del nuevo refugio, el camino se bifurca en dos. Giramos a la derecha, por encima de aquel. Suave travesía por los campos, para adentrarse en la Cuenye Cerrada. En este estrechamiento el camino se torna pindio, sólo atenuado por los innumerables tornos. La subida no cede con el breve encajonamiento, sino que se consolida en su progresión. Por la izquierda entra el paso de la Llastra Rubia, vereda procedente de la propia majada de Vegarredonda.

Un pequeño respiro antes de afrontar el último repecho de tornos de la larga subida. Corona el camino una collada que da vista a la travesía de transición por los Campos de la Torga. No damos vista a Ordiales hasta doblar por el canto del fondo, que baja de los contrafuertes de Cotalba y el Porro El Jayáu. La majada del Jayáu queda en la base del porro. Consta de una cueva, compartida por el ganado, en el suelo de la caverna, y el pastor, en la talamera.

El canto desciende paralelo a una vaguada. En el fondo se aprecia la vega de Ordiales de Abajo. La cresta que cierra la vaguada por el Oeste forman las cimeras de Teyeres, majada oculta en las playas del mismo nombre, en la vertiente del Dobra. El Mirador de Ordiales queda esquinado entre la punta somital de este cresteo y el corte final de los contrafuertes occidentales de Cotalba. En la parte opuesta de este canto de Teyeres, divisamos el Porro La Armada.

El camino flanquea a media ladera por un terreno calcáreo, que antecede a la parte inferior de la vega cimera de Ordiales. Campera arriba reposamos en el refugio del ICONA (viejo “hostigador” de los pastores).

El sendero pasa por encima de una torca, en el último suspiro hasta el Mirador. Esta tumba es una abismal balconada sobre los fondos del Dobra. Una mirada completa al Precornión, el submacizo de las Peñas Santas, vertebrado por la Senda del Arcediano.

No es fácil definir este enclave. Dejaré que sea el propio marqués, el que nos ha traído a este paraje, quien nos diga qué es Ordiales: “Nosotros, enamorados del Parque Nacional de Covadonga, en él desearíamos vivir, morir y reposar eternamente; pero, esto último, en Ordiales, en el reino encantado de los rebecos y las águilas, allí donde conocimos la felicidad de los cielos y de la tierra, allí donde pasamos horas de admiración, emoción, ensueño y transporte inolvidables, allí donde adoramos a Dios en sus obras como a Supremo Artífice, allí donde la Naturaleza se nos apareció verdaderamente como un “templo”.” (Sentimientos tallados en la tumba de D. Pedro Pidal, alma del antiguo Parque Nacional de la Montaña de Covadonga –primer Parque Nacional de España–).