PUNTO PARTIDA:

Caserio de Cobarcil.

DIFICULTAD:

Muy fácil, excepto el ascenso a la Pica Ten (IIº).

DURACIÓN:

7 horas.

DESNIVEL:

1.200 metros.

CARTOGRAFÍA:

Adrados. Picos de Europa. Macizo Occidental. Escala 1:25.000. También 80-I del IGN, escala 1:25.000.

DESCRIPCIÓN:

1) Desfiladero de los Beyos.

Pajares, San Isidro, Tarna. León y Asturias están unidos por una línea de cordillera cuyas aguas vertientes fluyen, respectivamente, al Atlántico y al Cantábrico. Pajares, San Isidro y Tarna son, entre otros, puertos de comunicación entre ambos territorios.

Sin embargo, existen particulares excepciones a esta división lineal de cordillera. Una de las más reconocidas se encuentra en el Desfiladero de Los Beyos. Un desfiladero es una tajada entre montañas. El topónimo “beyo” casi es un sinónimo de desfiladero, aunque incidiendo en la profundidad del mismo. Por lo tanto, con permiso de la Garganta del Cares, el Desfiladero de los Beyos es el desfiladero de los desfiladeros.

La divisoria astur-leonesa se esconde en las profundidades del beyo. Una ingente obra de ingeniería ha labrado una carretera por los cantiles del río Sella. Una enorme placa tallada en los límites asturianos, al lado de la última venta astur, da fe de la magnitud de esta empresa. Podemos pararnos a leerla o pasar un día por el Centro de Interpretación del Parque Natural de Ponga, que cuenta con paneles explicativos de la comunicación por el afamado desfiladero.

Reza a susodicha placa: “El desfiladero del Sella es el más escarpado e imponente de los desfiladeros célebres: Pierre Lis y Saint-George, en los Pirineos de Aude; el Fier en Saboya; el Paso Maldito de los Grisones; el Chifa en el Atlas; la grieta de Kha-Koueta en el valle de Soul y la calle del Infierno en el Lys, solo pueden dar en muy pequeño la imagen de la entalladura fantástica en que los ingenieros de Castilla lograron hacer posar una carretera” (M. Paul Labrouche).

En la boca de escape del desfiladero, el sol rasga la umbría del beyo. Deslumbrado por los rayos del tenue sol invernal, el autocar reduce su marcha. Mientras los ojos se acostumbran a la luz, gigantes desnudos de largos brazos saludan al viajero. La peña del beyo se transforma en un paraíso forestal en los bajíos del cuenco de Sajambre.

2) Cobarcil – Ribota.

El autocar se detiene. Un viejo caserío abandonado saluda al montañero. Cobarcil fue antigua venta, donde repostar jamón, cecina y buen vino de la tierra. Hoy es apenas una posa para poner las botas de monte y cargar la mochila al hombro.

Cobarcil es el tapón abierto de desagüe del valle. Sajambre forma un abanico de hayedo. Sus cabeceras, con punto de unión en esta venta, siguen los cantos de Loto y los desplomes de la Guariza Niajo. El resto de varillas del abanico pinchan el cielo leonés con una sucesión de colladas de paso a otras tierras anejas. La varilla central del valle se hizo con una corriente de agua llamada río Sella. Esta antigua frontera entre cántabros y astures, mana en las narices del Puerto del Pontón.

A las diez y media de la mañana comienza la carrera. El autocar arranca por el asfalto de la carretera del Pontón; los montañeros se pierden por los antiguos caminos de los pueblos de Sajambre.

Unos pasos separan el caserío de Cobarcil del camino carretero que sube a Ribota. Escondido entre las fincas y las pomaradas, no pierde de vista al afamado Sella. Aunque sea el río San Pedro (río Agüera en su paso por Soto de Sajambre) el primer curso de agua que sale al paso.

El topónimo San Pedro recuerda uno de los saltos de agua más importantes de León. El río Agüera cae al vacío en los rompientes del río San Pedro. Esta rectilínea cascada se ha visto afectada por la construcción de una minicentral. En la Llana de San Pedro, recibiendo las gotas del salto, se encuentran las ruinas de la ermita homónima, cuya primera construcción data del siglo XIII.

Mientras la carretera afronta las primeras rampas del puerto, el camino carretero apenas asciende. Busca la vera del Sella, un río que descansa ante la proximidad del Beyo. Una estación de saneamiento indica la cercanía del primer pueblo: Ribota.

Mientras la carretera recorre el barrio alto de Ribota, el camino carretero pasea por el barrio bajo. La parroquia de San Pedro queda en el recuerdo de las ruinas. La iglesia actual, dentro del pueblo, está dedicada a San Juan Bautista. Algún hórreo recuerda el carácter rural de un pueblo que se hunde en el fondo del valle. La minicentral de San Pedro no es el único guiño al siglo XX. Al otro lado del río, otra central hidroeléctrica anterior, recoge nuevamente las aguas de la central de Pío. Tradición y energías renovables se funden en este fondo de saco del valle de Sajambre.

3) Ribota – Vierdes.

La continuación del camino carretero se encuentra unos metros antes de cruzar el puente sobre el río Sella. Con dirección Este-Sudeste esquiva las dos últimas construcciones de Ribota, en línea entre la iglesia y central hidroeléctrica. Inicia su andadura paralelo al Sella, aunque alejado de su vera. Enlaza los prados de siega del pueblo, hasta ir retornando al bosque.

Lentamente toma sentido ascendente. En un recodo del bosquete, cruza por un bonito y escondido puente el río Buseco.

Un poste de un PR del Parque Nacional, indica la divergencia de rutas. La alternativa corta ya sube directa a Oseja (siguiendo las marcas del PR), mientras que la opción que aquí se describe baja a volver a tocar el Sella.

El tramo de descenso es corto. El Sella fluía sigiloso por el bosque, mas no perdía el paso del camino. Una fea construcción encaramada en la margen izquierda del río, hace de puerta de entrada al próximo pueblo de Vierdes.

“Uerdas”, topónimo del que deriva Vierdes, era un “camino para el ganado”. Caleyando por el antiguo caserío, se disfruta de los rincones del asentamiento levantado en torno a la iglesia de Santa Marina.

4) Vierdes – Pío.

Pasada la iglesia, una casa hace de vértice entre la carretera que baja de Oseja y el camino carretero que procede de Pío (derecha). Este camino está bastante deteriorado por los regatos, que buscan la caja de la senda como lecho propio por el que fluir. Descontando los cables de la luz que sobrevuelan el camino, trayendo la electricidad desde la central de Pío (a dos kilómetros de éste, en las confluencias de los valles de Zaramal y de Valdemagán), el sendero mantiene la tónica de bosque y pradera. Sin embargo, al ir ganando altura, el bosquete del fondo del valle, se va transformando en un auténtico bosque de grandes troncos, que justifica la ampliación del Parque Nacional a este rincón de la Cordillera Cantábrica.

La caleya de torrentera remonta hasta los confines de Pío. Entronca con las pistas que bajan de Llaete o de la central. En estos extrarradios de Pío, un mirador rural del territorio de Oseja de Sajambre, se descubre la centenaria iglesia. Hasta 1904, los vecinos de Pío, dependían de la iglesia parroquial de Santa Marina de Vierdes.

En la travesía del pueblo se echan de menos los hórreos, encontrando apenas uno convertido en cochera. Pío también cuenta con una fuente, del Pidal, y un lavadero, en desuso. A unos metros del lavadero está el bar de Arsenia, agotando la cómoda travesía por Pío.

5) Pío – Pica Ten.

La calle vertebral del pueblo se va confundiendo con el asfalto. En el cartel indicativo de entrada, muere (o nace, según el sentido de la marcha) la carretera, común con el ramal que se tocó en Vierdes. Restan unos 200 m. de asfalto, en dirección a Oseja, para tomar (a mano derecha) la pista que sube a Berrunde de Vierdes.

De los caminos carreteros del fondo de saco de Sajambre, la ruta se eleva a la frecuentada pista ganadera de los pastos de Berrunde, en este caso de Vierdes. Continúa la interacción entre pastizal y bosque, pero empieza a proliferar otro elemento distintivo: los invernales.

Postales naturales que sólo chirrían con los cruces eléctricos que vertebran el valle. Paisajes alpinos del desnudo invierno, silenciados en el prieto cono que se erige como piedra angular de Sajambre: la Pica Ten. Mundo de contrastes en que una misma montaña es, al mismo tiempo, vigía forestal y esquina Sudoccidental de los Picos de Europa; roca oscura en un Parque Nacional dominado por las calizas; jito de las estribaciones de este macizo de macizos, aunque su linde natural lo mandaría al destierro.

Un túnel hace de puerta de entrada de un desfiladero que acaba cuando empieza. No es más que una apretura del Arroyo de Fonsella (naciente río Sella), que desgaja, en las negruras de la Pica Ten, la vieja Cordillera Cantábrica de los Picos de Europa.

La pista respira por unos instantes, hasta puentear el río Sella en su mecedura con el río Cuélebre. Por el lado de la Cordillera remonta un sendero por la cuenca de dicho río, en camino a la majada y Cueto Xiurbia (o Surbia). Cruzando el Arroyo Fonsella, la pista se adentra en las praderías de Berrunde de Vierdes, de nuevo en los límites geográficos de los Picos de Europa.

Por las faldas del Sur de la Pica Ten, la pista aparenta una cenefa de los pastos de Berrunde de Vierdes, con destino en una vía ancestral de comunicación. La sorpresa inicial de toparse con una carretera, pronto se desvanece en la piedra colocada en el extremo de la pista, en un rellano de la carretera del Pontón. Una trabajada señalización de un GR, indica que el asfalto de la carretera se superpone a un antiguo camino medieval.

Se desciende por la carretera hasta una revuelta de la misma (unos 750 m. de penuria), donde se encuentran los postes indicadores en que el camino primitivo se aleja del asfalto. El escape de la carretera reposa en el Collao Trabanzos (983 m.). El grupo descansa a la sombra del arbolado de los invernales.

La cercanía de la Pica Ten anima a algún despistado a probar su roca. Un ramal descuidado de pista va girando al Oeste. El bosque invernal parece dormido. Enero no se intuye como el mejor mes para gozar de la foresta de Sajambre. El montañero busca salirse en algún claro de la moribunda pista. Decidido a conquistar la montaña, Enero se alía con él. Cada vez son menos las posibilidades de coronar la Pica Ten. Ruinas de invernales hablan del abandono del campo. Cuando mueren los pueblos, el bosque reclama sus dominios. Se ansía la primavera de las golondrinas, el brote de las hayas y los cerezos floridos.

Mas el calor también es aliado de las víboras. Nunca vi tantas crías de víbora en tan corto espacio. Los vegetales siguen los mismos ciclos en las largas jornadas de sol. Escayos y helechos reinician la conquista de las antiguas praderías. Arbustos de mayor porte, del tenor de los escobales, anuncian al bosque. El montañero de primavera foza en la espesura como en prolífico jabalí. Sólo elevando el bastón, puede calcularse la posición del compañero.

Este suplicio no termina hasta que se alcanza un hombro al pie de la peña, en la misma línea del Collao Trabanzos. Un sendero de cabras se mete en una canaleta que remonta hacia el crestón de la Pica Ten. El matorral rastrero es compatible con el rastro de la vereda. Para pasar a la cumbre, hay que devolar a la izquierda por la horcadita que precede a la última parte de la cresta. Un camino destrepa en un giro, sobre el vacío de los bajíos del Sella. La puerta a la cumbre está abierta.

La Pica Ten (1223 m.) es una pirámide prieta que se yergue en el fondo de un cuenco forestal cercado de montañas. Su cruz se percibe desde las casas de la capital del valle, Oseja de Sajambre. Es una cruz de hierro, cuyos brazos quedan por encima del montañero. Desde su cima se perfilan todos los recovecos de la cabecera de la cuenca del Sella. Es una foto de todos los pueblos del valle, salvo el recóndito Soto, que se esconde en un valle cegado, “el Jardín de Peña Santa”.

6) La Senda del Arcedianoo.

En los invernales de los Trabanzos, coronada la Pica Ten, se devola a la vertiente de Berrunde de Oseja. Se coincide en este punto con la Senda del Arcediano, que ya no se deja hasta Soto de Sajambre.

Entre bosque y pradería desciende por la vertiente Este de la Pica Ten, en las aguas vertientes del Puerto de Panderruedas. El Arroyo de Fonsella vierte a las laderas del Puerto del Pontón por el otro lado de esta cónica montaña. Se baja con la sensación de haber coronado una cumbre sita en tierra de nadie; sin destino propio hasta que el Sella se une con su afluente llamado río Berrunde.

Los tornos de la Senda del Arcediano recalan en el Bao, cuando el bosque cede a las vegas de la vera del río Berrunde. El arroyo se salva por un puente perpendicular a la carretera del Pontón.

Se atraviesa la carretera en diagonal ascendente, para retomar el camino carretero. Una casa se aprecia al Norte del puente del Bao. El sentido equívoco de la pista se corrige a los primeros pasos de dejada la carretera. En unos segundos rodea la casa de referencia. En este tramo la Senda del Arcediano toma sentido ascendente. El bosque reclama de nuevo su protagonismo. No obstante, el camino carretero transita por zona de pastos, de ahí que no sea infrecuente algún ramal que se dirija a los pastizales abiertos en el bosque. La tendencia orientativa es al Norte-Noroeste. En Entramboscaminos, bajo las peñas de la Pica Burdio, se juntan los caminos señalizados como GR de la Senda del Arcediano: el que se viene recorriendo desde los Trabanzos, procedente del Puerto del Pontón, y el que viene de Valdeón por el Puerto de Panderruedas.

El viejo camino medieval, presenta en este tramo, sus trozos más sublimes. La obra de la naturaleza se funde con la ingeniería humana. Los valles de Valdemagán y Zaramal (Zalambral), en la Cordillera Cantábrica, con las desiguales romas del Pozúa y la mayor bravura del beyo del Pozalón y el Niajo. Por el Este, el Cueto La Jastia (que tapa por su proximidad, el más alto Pico La Rocha) atornilla la bisagra de engarce de los Picos de Europa y la Cordillera Cantábrica, con eje común en el Puerto de Panderruedas. Al Sur, la cara Norte de la Pica Ten, con el desfiladero del río Berrunde interpuesto ante los arrieros que ya apuntan a Oseja.

En los cortados que se desploman sobre la mecedura del río Berrunde y el Arroyo Fonsella, efímeramente se funden varios siglos de la evolución humana. Por los desplomados cantiles del río Berrunde, serpentean los muros de la carretera del Pontón. La Senda del Arcediano burla los más altos cantiles por su parte superior. Las calzadas medievales se amoldaban a las exigencias del terreno más franco. Teniendo en consideración que muchos de los caminos medievales eran antiguas calzadas romanas (el topónimo Valdeón puede derivar de “valle de legión”), casi veinte siglos corren paralelos al río Berrunde.

Una horcadita hace las veces de cota superior del liviano ascenso. Sin prestar atención al desvío de Cora, unos metros después de pasada la horcada, la senda se remilga. La presencia de Oseja medio la intimida. Se pausa en su descenso, alargando un par de tornos de bello verdor.

La Senda del Arcediano no intimida a la capital, discurre humilde por la zona superior de Oseja. Alguna casa se encuentra a la izquierda del camino, con frecuentes ventanas de huertos que dejan ver la iglesia y la calle troncal. Por la derecha, se va formando un muro delimitador de las fincas que tocan el monte. El paseo continúa hasta la fuente Quintana. ¿Cuántas manos tiraron de la palanca para que la bomba succionara el agua del manantial?.

La travesía finaliza cuando la calle gira en un rellano de casas. De frente continúa el antiguo camino carretero que parece dejar Oseja. Prados, arbustos y algún ejemplar de árbol llaman a confusión. El recorrido por la capital del valle aguarda aún la sorpresa de la ermita de San Roque, sita fresca sobre la senda.

7) Oseja – Soto.

En la ermita se retoma el código de colores. Rojo para la Senda del Arcediano; amarillo para la ruta de los pueblos de Oseja, y blanco para ambas. Gran y pequeño recorrido se unen a la travesía del Grupo de Montaña Llama Ello, también por los pueblos de Sajambre, todos ellos con dirección a Soto.

Pasada la ermita, la pista gira en suave descenso arbolado, directa al cauce del río Buseco. Este otro rincón del río muestra una visión más bravía que su efímero saludo forestal en la subida a Vierdes. Aquí la roca y angosturas ganan la partida al bosque; envidioso, no deja al caminante disfrutar de los antiguos molinos que se esconden a un paso.

Al paso por el puente, la Senda del Arcediano afronta un largo y continuado ascenso. En los primeros compases se encuentra un ramal secundario a la derecha. Una pista hecha sobre un camino anterior que sube a Barcantiz, en las faldas inferiores del Pico Jario, que no da lugar a confusión (aunque se trate de otra alternativa, más sufrida, para pasar al valle de Soto).

En un regato, la senda gira al son de los plegamientos de la ladera. Entre los claros del monte, regala al senderista una postal de Oseja bajo el vasallaje de la Pica Ten.

Más arriba, en las praderas de Sienras, imperceptiblemente, la pista va rolando hacia la boca de Los Beyos, cuyas profundidades se intuyen por la guapa Guaricia Niajo, campera descolgada del pico homónimo, que pende en equilibrio inestable sobre el rugiente Sella.

Otro ramal de pista puede llamar a engaño, mas sólo si se va buscando la pista que sube a Vegabaño por la vuelta de Los Porros (Mirador de Oseja). Este marcado desvío se encuentra algo más adelante, en Piedrajita.

Una rápida bajada de bosque, apenas quebrada por una claro de pasto que bordea el camino carretero, remansa en los lindes de las vegas fluviales del valle. El río vertebrador del valle discurre entre este camino viejo y la carretera. Todos se unen en La Puente Soto, a las puertas del pueblo.

Queriendo mirar los tesoros de Soto, la prisa obliga a darle la espalda, pues los compañeros de la ruta alternativa ya están esperando. Si las obras están concluidas, el autocar espera en el nuevo aparcamiento, a la puerta del pueblo.

Alternativa

DIFICULTAD:

Muy fácil.

DURACIÓN:

3 horas y 30 minutos.

DESNIVEL:

600 m.

DESCRIPCIÓN:

1) Cobarcil - Ribota.

Tramo corto de camino carretero entre el ruinoso caserío de Cobarcil y el barrio bajo de Ribota. Paseo sencillo para desentumecer las piernas. Recorrido común con la ruta principal.

2) Ribota - Oseja.

Desde el pueblo que se hunde en las profundidades del valle, a la vera del río Sella, hasta las soleadas laderas del Pico Jario, donde vigila la capital del municipio. Trecho de continuada subida por los caminos carreteros de los pueblos de Oseja.

En este sector, la ruta alternativa se desentiende de la troncal. El desvío se encuentra entre el bonito puente del río Buseco y el puente funcional que salva el río Sella (a poca distancia de Vierdes)..

El cruce se halla señalizado con un poste del PR del Parque Nacional de los Picos de Europa (nº 10), denominado “Pueblos de Sajambre”. La cercanía de Oseja se disimula por la espesura del bosque. Los primeros prados que se abren a ambos lados del camino y el humo de las chimeneas son indicios del final de este tramo. La subida, no obstante continúa; pues la única travesía llana de Oseja es la Senda del Arcediano, en la parte alta de la capital.

La línea de comunicación que vertebra Oseja de Sajambre es la carretera del Pontón. Sus laterales encadenan la vida del pueblo: panadería, ayuntamiento, escuela, iglesia, establecimientos hosteleros. Se echa de menos la antigua panadería y la fonda Fonsella.

La subida directa a la carretera pasa junto a la escuela (hubo años que en estuvo a punto de cerrar, pues contaba -entre todos los pueblos del municipio- nada más que con cuatro niños, uno traído expresamente para que no se clausurara). Una pradería para ferias, permite contemplar la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (siglo XIX , año 1855), de estilo neorrománico, sin construcciones interpuestas.

3) Oseja de Sajambre - Soto.

Desde la carretera se va vista a la farmacia. A su lado suben unas escaleras a entroncar con la Senda del Arcediano, donde se gira a la izquierda. Por el momento no aparenta más que una calle que deslinda las casas altas de Oseja de la ería superior.

Siguiendo toda la travesía, la senda bebe en la fuente Quintana. En esta posa se puede fijar la unión de esta alternativa con la ruta principal.

El grupo lento va marcando los jitos que jalonan este último sector del recorrido:

a) La ermita de San Roque se construyó en 1703 (siglo XVI), a la vera de la Senda del Arcediano. Antes de emprender el camino a Soto, el mirador de San Roque permite otra pausa en que admirar las bellezas de Sajambre y las dudas del recorrido.

La carretera de Soto faldea a media altura las inferiores lomas montunas del Pico Neón (contrafuerte del Pico Jario). Sin embargo, la Senda del Arcediano remonta impasible hasta más altas cotas del declive de la sierra. No se ve sentido a esta subida gratuita.

b) Río Buseco. Esta guapa angostura del río, tiene un reclamo previo en un puente de piedra sobre la riega El Albor. Ambos detienen el suave descenso desde la ermita de San Roque.

c) Pegada a las murias del Prado Buseco se inicia el ascenso.

d) Desapercibido puente de piedra que salva la riega La Ruada. La pista dobla a las laderas que miran a Oseja, hermosa composición etno-natural.

e) Pasada la Boca Las Sienras, sube un ramal secundario a la derecha. Aún no se trata del desvío de Piedrajita.

f) Piedrajita espera superado un repecho atrincherado. Esta cota superior de la senda, es encrucijada de caminos, señalizada con postes del, en este tramo, coincidentes GR y PR del Parque Nacional.

La pista de la derecha sube por toda la loma de la sierra a Combullano, nueva encrucijada de pistas aguas vertientes a Oseja, aguas vertientes a Soto. Siguiendo el filo de la loma, este ramal entronca con la pista de Vegabaño en la vuelta de Los Porros. En el canto se ha habilitado un mirador bucólico de la bella Oseja.

Piedrajita parece perdida en el boscaje. No es collada de paso, sino el doblar de la llomba montuna al cegado valle de Soto. Escapando de la Senda del Arcediano por la izquierda, abriendo paso entre el ramaje, se baja al Collao La Corona. Esta depresión bajera de la sierra, abre las laderas que fluyen hacia Ribota. En un suspiro se corona la Pica Arancón y se despejan las dudas. No hay paso por el cauce del río Agüera. El valle de Soto, queda cortado por el Salto San Pedro. La carretera pudo barrenar la entrada a la boca del valle, cortando los abismos de la cascada y socavando el Túnel de Picarancón. La panorámica a vista de pájaro de este pico, recompensa el esfuerzo sufrido y mira con otros ojos la astucia de los ingenieros del medievo, quizás de los antiguos romanos, que buscaban los collados para comunicar valles y puertos.

En Piedrajita sólo nos queda, confirmadas las dos variantes (a la derecha y a la izquierda), continuar por la pista que dobla al valle de Soto: Senda del Arcediano o Camino del Llamazal, en este tramo.

g) El descenso recorre las laderas más umbrías de la sierra. El barrizal y las riegas se suceden. Las praderas ganan terreno al bosque, aunque conviven amistosos hasta La Puente Soto.

El río Agüera corre por el fondo del valle, recibiendo el saludo de las casas que riega. El puente marca el cambio del mosaico de verdes a los tejados del rural Soto. Aunque nuestra ruta culmina, por qué no caminar por el pueblo, vertebrado por un camino medieval que hermana leoneses y asturianos.

Para concluir el recorrido eclesiástico, se puede pasear hasta la iglesia de Soto. En el camino cabe una pausa para ver la antigua escuela, que data de 1906, y fue –en origen- escuela de grado.

La iglesia, reconstruida en 1883-1885, lleva la advocación de Santa María de las Nieves. En su interior resalta el retablo barroco y la imagen de la Virgen del Pópulo (siglo XVII).