PUNTO PARTIDA:

En Camaleño (412 m.) (Liébana), en la carretera N - 621, que va de Potes a Fuente Dé.

DIFICULTAD:

Fácil.

DURACIÓN:

6 horas.

DESNIVEL:

800 metros .

CARTOGRAFÍA:

81-I y II del IGN, escala 1:25.000.

DESCRIPCIÓN:

En el Monasterio de Santo Toribio de Liébana se custodia el “Lignum Crucis”, el mayor trozo que se conserva del madero en que fue crucificado Cristo. Esta creencia sustenta la concesión del jubileo a todos aquellos peregrinos que se acerquen al monasterio en año santo.

Ante la inminente clausura del actual jubileo 2.006 / 2.007, era obligado buscar un recorrido con final en Santo Toribio. Si los caminos jacobeos se están poniendo de moda para los grupos de montaña, sería imperdonable no compartir camino con los peregrinos que suben hasta este monasterio. Porque la historia de Santo Toribio es indisoluble de las montañas que lo envuelven, un baluarte de la cristiandad que nació en Covadonga.

Es esta particular vinculación entre Liébana y Covadonga la que invita a desplazarse hasta Camaleño. El pueblo se recoge en el fondo del valle, a orillas del Deva, bajo los farallones del Monte Subiedes, cuyos contrafuertes se desplomaron sobre los últimos sarracenos huidos de la Batalla de Covadonga.

El Valle de Camaleño es uno de los tres valles troncales de La Liébana. El fondo de valle se corresponde con el curso del alto Deva, río que baja delimitando el sector sudoriental de los Picos de Europa. Nace en la depresión glaciar de Fuente Dé, en las llamargas que se ocultan tras el Parador Nacional allí enclavado.

El curso del río discurre paralelo a la carretera que une las fuentes del Deva con la localidad de Potes, capital de la comarca lebaniega. Se trata de una mejorada vía de comunicación que vertebra todo el Valle de Camaleño, y que nos permite llegar a la localidad que da nombre al valle.

Callejeamos entre las casas de piedra, con tendencia sudeste, buscando la pista que sube a Brañes. Gana rápidamente altura entre manchas boscosas y abiertas praderías, disfrutando en todo momento de una inmensa postal del Macizo de Ándara (Picos de Europa).

A mitad de camino encontramos un recóndito invernal protegido en una poblada valleja. Apura el repecho sus últimos metros antes de alcanzar el único rellano del ascenso. Faldea la pista sobre una vasta pradería, con el Pico San Martín al fondo, hasta fundirse en una encrucijada con la que viene de Bodia. Enseguida encara un ahogador ascenso por un prieto desfiladero.

Cede súbitamente la rampa, remansando en la hondonada de Brañes. Regenta esta ondulada isla una curiosa nave. La alfombrada pista asciende bordeando la vega por el Este, donde despunta solitario el Pico San Martín. Una vez cogida altura, gira para iniciar el flanqueo de la ladera boscosa que vierte a Brañes. En esa revuelta dejamos su compañía, desviándonos por un evidente sendero.

Con tendencia sudeste, se remonta una valleja de monte y bosque que culmina en una marcada collada cimera de la sierra (1.071 m.). El sendero sale entre los árboles para difuminarse en una pequeña pradera que hace las veces de encrucijada de caminos. Por toda la sierra sube una de las pistas, a enlazar con la que dejamos en Brañes, y que devolan a la vertiente de la Vega de Liébana en las proximidades del Pico Jano. Obviamos una segunda pista también visible desde esta abierta campa, para tirarnos al Este, por la vertiente de la sierra que vierte al pueblo de Maredes. A los pocos metros se da con la caja de la pista que baja al citado pueblo.

A mitad de descenso, se abandona el encajonado descenso, desviándonos por un ramal secundario que atraviesa en arco la vaguada de pradería que fluye hacia Maredes. La pista pasa por los laterales del Collao Maredes. Nuevamente debemos abandonar la pista, para coger un sendero que sube por todo el llombo del Pico San Martín (1.157 m.). Es una cumbre de matorral y manchas de arbolado abierta a los valles de Camaleño y de Vega de Liébana, que abarca visualmente desde las calizas de Ándara hasta las más oscuras rocas de Peña Prieta y el Curavacas (cimeras de la Cordillera Cantábrica). Desde el Pico San Martín hasta la Viorna todo es descenso, siempre por lo cimero del cordal. Ambos picos delimitan los extremos de la trapezoidal masa montuna que preside la villa de Potes. En la cumbre de La Viorna (1.088 m.) no es infrecuente sorprender a los lebaniegos tirarse en parapente.

El monasterio ya queda a tiro de piedra, pues la gran cruz que preside la montaña recuerda el lugar en que Santo Toribio tiró el cayado para encontrar el lugar en que levantar el monasterio.

Las opciones de descenso son dos. Seguir la línea de sierra hasta caer a una pista que gira en plena loma. El ramal de la izquierda se adentra por los inmensos pinares de las faldas de la Viorna, en dirección al pueblo de Mieses. Aquí se enlaza con la carretera de Santo Toribio, que enseguida dejamos para subir por el Camino del Vía Crucis.

La segunda opción de descenso nos lleva a buscar un sendero en el flanco norteño del monte, que va perdiendo altura hasta entrar en uno de los plegamientos de la montaña, por el que se baja directo hasta la Ermita de San Pedro, enlazando ya con el circuito de las ermitas que circundan al monasterio. En pleno canto, un trecho más abajo, corta el camino procedente de Congarna, camino del monasterio.

La alternativa mucho más sencilla es:

DIFICULTAD:

Muy Fácil.

DURACIÓN:

3 horas y 30 minutos.

DESNIVEL:

400 metros.

DESCRIPCIÓN:

Enlazamos en Camaleño con el PR Fuente Dé – Santo Toribio. El camino se coge al lado mismo del Ayuntamiento. A nuestras espaldas se dejan las oscuras peñas del Monte Subiedes, coronadas por la torre natural del Castillo, balconada accesible desde Brañes.

El sorprendente arranque de la ruta remonta sobre el desproporcionado talud de la carretera, ofreciendo una vista aérea de Camaleño. Pronto nos vemos interrumpidos por la carretera que sube a Brez, que deberemos seguir hasta la arqueada curva que vemos al lado. Una flecha indicadora, enmarcada por las cortadas calcáreas de Ándara, permite adentrarse en el sendero que baja a San Pelayo. Reseñar simplemente el empinado descenso hasta la margen izquierda del Deva. El sendero pasea por la vera del río, adentrándose en una sombría alameda. Unos metros antes de llegar a San Pelayo se encuentra un puente de hormigón por el que se cruza al barrio de La Quintana, en la carretera de Camaleño.

El camino entra en una plazuela de San Pelayo. Podemos desviarnos a ver su ermita, de estilo románico y que tiene esculpida en piedra una copia de un romance alusivo a la Batalla de Covadonga.

La salida de San Pelayo la hacemos por una larga avenida, entre casonas palaciegas y modernas casas de turismo rural enmarcadas en las bellezas de Ándara. Cortamos la carretera que sube a Lon, ascendiendo por una pista que va dando vista el recodo del Deva en que se asientan los pueblos de Baró y San Pelayo. En el primer cruce buscamos la alternativa más cómoda, siempre disfrutando de la placidez del Valle de Camaleño. Al coronar un alto, el sendero (señalizado) se desentiende del camino carretero más marcado, y baja encajonado hacia una mancha mediterránea. La Viorna y el Pico San Martín se levantan en la otra ladera del valle.

El sendero vierte a la pista que baja a Beares, pequeño pueblo lebaniego de palaciegas casas de piedra. En Beares ya se coge el ramal asfaltado que sale a la carretera de Camaleño, en la margen derecha del Deva. Se cruza la carretera y se remonta sobre la misma por otra pista que sube hasta Congarna. Junta la ermita de San Julián pasa la pista hormigonada que sale a la ermita de San Miguel. Podemos, no obstante, subir a las casas de la parte alta del pueblo. Un camino carretero remonta por toda la valleja, en dirección a las laderas montunas de La Viorna, entre castaños, pinos y esparcidas praderías. Pronto gira para buscar, en cómodo faldeo, el canto de uno de los plegamientos que fluyen de la Viorna. Del mismo canto baja el sendero de la ermita de San Pedro (que sólo conserva la planta). Doblándolo, la vereda se ciñe a los lindes del monte, acosada por la alambrada de una hundida pradería. Al lado del depósito, viendo la ermita de Santa Catalina, se sale a la pista que sube a la Cueva Santa.

Esta ermita, prerrománica, está construida aprovechando las paredes de la peña. Al lado está la de Los Ángeles, prácticamente en ruinas. Durante el retorno al Monasterio de Santo Toribio, al que se accede por la pista que precede el cerro en que está enclavada la ermita de Santa Catalina, nos desviamos hasta ésta, donde se encuentran los paneles explicativos de las ermitas del entorno del monasterio.

El recorrido lo damos por finalizado en el Monasterio de Santo Toribio, inmersos en el bullicio de turistas, montañeros y peregrinos que se acercan con curiosidad a la Puerta del perdón, más bajita que la principal de la iglesia y decorada con bronces de los santos lebaniegos. En una capilla, en un costado de la iglesia, se custodia la reliquia del “Lignum Crucis.