PUNTO PARTIDA: Peña Santa desde Vega Huerta

En Soto de Sajambre (925 metros). En la carretera de Cangas de Onís a Riaño, en Oseja, hay que tomar el desvío a la izquierda que llega a Soto de Sajambre.

DIFICULTAD:

Alta.

MAPA:

Picos de Europa (Macizo Occidental) de Adrados. Escala 1:25.000.

CONSIDERACIONES PREVIAS:

La pernocta de este año nos va a llevar a Vega Huerta, frente a la cara Sur de Peña Santa de Castilla, una pared de seiscientos metros de vertical y casi dos kilómetros de longitud. Mana en la vega agua con abundancia, remansando efímeramente en las hondonadas que miran hacia la Duernona, y que nos hace recordar el topónimo de Llagu Huerta con que también se conoce la vega. Ante el declive del pastoreo, son cada vez menos los rebaños de vacas que suben a pastar a Vega Huerta; incrementándose por el contrario las manadas de rebecos que bajan al pastizal desde los riscos del entorno.

Vega Huerta no fue ajena al auge de los refugios de montaña. Sin embargo, no alcanzó la etapa de modernización de este tipo de instalaciones, quedando su viejo refugio condenado al olvido y a la ruina. Apenas quedan los vestigios del mismo en un rincón de la vega. Obliga esta circunstancia a un replanteamiento de la forma de afrontar esta travesía de dos jornadas. Pese a la bonanza estival, no debe olvidarse que la travesía discurre en gran parte por encima de los dos mil metros. Durante la noche se acrecientan, además, los rigores de la alta montaña, bajando considerablemente las temperaturas con respecto a las horas centrales del día. En el equipo, pues, no deberá faltar un buen saco de dormir y bastante ropa de abrigo. Una manta de supervivencia, una capa para la lluvia o una funda de vivac pueden atemperar las carencias de un mal saco, más típico de acampadas a baja altura. En todo caso, la peor calidad del saco ha de compensarse con la ropa de abrigo. Es imprescindible llevar también una esterilla que nos aisle del suelo, para evitar perder calor por la humedad del mismo. Los que tengan un equipo más precario pueden resguardarse en una cueva próxima, habilitada para vivac, en que la temperatura nocturna es unos grados más caliente que en el exterior.

La cuestión de la comida merece asimismo dedicarle unas líneas, pues no dispondremos del copioso menú con que nos deleitaron los guardas de los refugios durante las pernoctas de los años precedentes. Los hidratos de carbono con que se cubren las necesidades de las marchas de un día, deben complementarse con una ración de proteínas para recuperar el esfuerzo de la primera jornada. Lomo, jamón o chorizo deben unirse en la cena al pan, queso y frutos secos que se tomaron durante la marcha, sin descuidar el desayuno en que retoman protagonismo los cereales.

Respecto a la bebida, pese a la abundancia de fuentes a lo largo del recorrido, es recomendable llevar un litro de zumo para rebajar con la misma cantidad de agua (sobre todo para el segundo día). En fases de deshidratación el agua sola incrementa sus efectos, siendo perjudicial.

Gafas de sol, una gorra visera y crema solar son también imprescindibles, pues se van a pasar muchas horas a la intemperie, sin un refugio en que resguardarse.

La apuesta de este año no ofrece sólo una larga travesía a lo largo de la rica diversidad de ecosistemas del Macizo Occidental, sino que invita a uno vivir una bonita experiencia radicalmente opuesta a las pernoctas de otros años. Y lo hace en uno de los rincones menos humanizados de los Picos de Europa. Dureza, vivac y aislamiento son los tres condicionantes distintivos de esta ruta.

DESCRIPCIÓN:

Primera jornada:

Se propone una travesía de dos días a lo largo del Macizo Occidental, recorriendo los diversos ecosistemas que se aglutinan en los Picos de Europa: hayedos, pastizales, canchales, jous, neveros y lagos de montaña. Se intercalan dos cumbres en el recorrido, la Torre Bermeja (2.392 m.) y la Torre de la Cabra Blanca (2.320 m.); la primera forma una cordillera aislada y diferenciada que domina el Valle de Valdeón y la segunda, se erige en la cima más alta del cordal en que se integra, escarpada sierra que en los orígenes de los Picos de Europa cerraban por el Sur el campo de nieve que dio forma al Jou de Pozas y que alimentaba el glaciar que, por Ozania, se precipitaba sobre las profundidades del Dobra. Entre ambas cumbres se intercala una noche al abrigo de la más bella faz de la reina de los Picos y señora del Cornión, la Peña Santa de Castilla, y bajo un techo formado por un entramado de nebulosas que entretejen un mosaico de miles de millones de estrellas.

Al entrar en el valle de Soto de Sajambre descubrimos la magnífica estampa de la Peña Santa de Castilla, no en vano este enclave ha sido bautizado como "el jardín de Peña Santa". Hacia ella han de encaminarse nuestros pasos, que lo hacen lentamente por la pista que recorre las praderías del pueblo. Recorre el fondo del valle hasta la cegada vega que forma el cuenco final del mismo, donde el camino se desvía hacia la derecha, adentrándose en el hayedo, en busca de la pisada pista de Vegabaño, a la que se llega a la altura del aparcamiento en que se corta el paso a los vehículos particulares que se dirigen a la vega.

Vegabaño, primer hito de un recorrido plagado de topónimos evocadores, es una cerrada vega a medio engullir por los vastos hayedos de Sajambre. En el horizonte emergen las sucesiones de torres que va a ir sorteando nuestro recorrido: desde Los Moledizos, puerta de la Torre Bermeja desde Sajambre, hasta Las Garitas, vasallas de la Cabra Blanca, pasando por la Punta Extremera, que remarca la depresión de Vega Huerta, al pie de la Peña Santa.

Al Este de la vega arranca el sendero que se reinterna en el hayedo. Sorteando arroyos y llamargas se llega a la Vega de Salambre, a orillas del Dobra, en el límite del antiguo Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Se asciende al abrigo del bosque, siguiendo el murmullo de uno de los cauces que dan vida a aquel río. En nuestro camino se interpone el Roblón de Cuesta Fría, un voluminoso ejemplar arbóreo que requiere de varias personas para abarcar su circunferencia. Más raro es toparse con el oso (ya se ha constatado algún avistamiento) o con una estupenda cuerna de venado (como la que mostraban orgullosos unos jóvenes que se habían perdido en el bosque).

Antes de salir del fresco hayedo del Monte Salambre puede repostarse agua en el manantial en que brota el arroyo que viene remontándose. Un último repecho por el hayedo nos llevará a sus lindes, en el Collao del Cueto Salambre. Se entra en un terreno de transición tomado por los piornos y el matorral. Tras la loma a que ahora se encamina el sendero irrumpe la mole calcárea de Los Moledizos, que molesta a unos ojos acostumbrados a la penumbra del bosque.

El sendero alcanza una primera collada, donde se da vista al refugio de cazadores del Frade. Se continúa remontando por las lomas que delimitan la cabecera de la vaguada en que éste se resguarda, hasta alcanzar la collada somital, paso a los cielos de Valdeón. Se sigue la línea de la collada afrontando la cuesta que sube en dirección a la peña de Los Moledizos, a caballo entre los pastos que vierten a Valdeón y los puertos del Frade que vierten, a través de la vaguada de Cuesta Fría, hacia el Dobra. En el último recodo del sendero se desvía el camino que baja a la Vega de Llos. El nuestro llanea para alcanzar la collada cimera de la cuesta y doblar a los lleraos que se extienden bajo los paredones occidentales de Los Moledizos.

El camino entra en la Canal del Perro, que se abre camino entre Los Moledizos y Los Altos del Verde, peña que nos cierra por el norte. Una vez que se corona el Alto de la Canal se vuelve a contemplar la belleza de Peña Santa, esta vez, resumida en la magnificencia de su cara Sur.

Se interrumpe la travesía para afrontar la subida a la Torre Bermeja. La subida normal sigue la cuarta canal; es decir, se flanquea bajo la cresta que une los Moledizos con la Torre Bermeja (al Sur del Alto de la Canal), desechando las tres primeras canales que suben hasta lo cimero de la crestería. Las dos primeras están cegadas, mas la tercera es incluso más sencilla que la que se ha dado en utilizar como vía normal. De otro lado, cada vez es mayor el número de montañeros que sube primero a Los Moledizos y continúa a la Torre Bermeja por toda la cresta. Esta sólo presenta la dificultad de las primeras peñas, que obligan a una primera trepada para encaramarse a la primera meseta, y un destrepe que nos lleva al delicado flanqueo sobre la primera canal y que, tras una sencilla trepada, ya nos saca a terreno más franco. Toda la llombona que lleva a la cima de la Bermeja no presenta ninguna dificultad y enlaza con la vía normal que sube de Posada de Valdeón a través del Hoyo del Bufón. La dificultad final desde el Alto de la Canal está catalogada como de segundo grado -IIº- (poco difícil). La cumbre goza de una privilegiada panorámica sobre el Valle de Valdeón, sin desmerecer sus vistas sobre el Macizo Central o la ya omnipresente compañía de la cara Sur de Peña Santa. Hacia el Oeste se agolpan sierras y cordales hasta más allá de las Ubiñas.

En el Alto la Canal se retoma la travesía que, a través del Camino del Burro, lleva hasta Vega Huerta. Es un terreno rompepiernas, pero atenuado por ser punto final de nuestra jornada y por tener siempre presente la referencia de Peña Santa, a cuyo pie se encuentra la vega. Poco más puedo decir de la belleza del lugar, que alcanzará cotas insuperables si acompaña un atardecer de ensueño que anuncie una cálida noche estrellada.

Segunda jornada:

Despertados con el sol del amanecer, que despunta tras las recortadas torres del central, metemos un buen desayuno en nuestros dormidos estómagos. Cobra especial importancia la ingesta de líquidos, bastando simplemente la gélida agua que brota de la fuente antes de emprender la marcha y romper a sudar.

El sendero de montaña se dirige al sector occidental de Peña Santa, declinar de la imponente pared Sur, formado por sus afamadas agujas del Gato (pues su forma recuerda la cabeza de este pequeño felino), el Perro que Fuma o del Corpus Cristi. Dobla la Peña por el Collao Viejo, pequeño rellano de campera situado en el extremo occidental de la imponente cara Sur. Atraviesa los lleraos que bajan de la Forcadona, horcada de paso al Jou Santu, para alcanzar la enorme boca de la Horcada de Pozas. La pequeña cantabria (sierra) que la delimita por el Oeste, que se viene viendo desde Vega Huerta, está formada por la Torre de los Estribos (sobre la Horcada de Pozas), la Torre de la Cabra Blanca (máxima altura), El Diente y las Garitas. Al Este se levantan los contrafuertes de la Torre del Torco, integrante de la alineación de torres que enlazan ambas Peñas Santas, la de Castilla y la de Asturias.

La Torre de la Cabra Blanca se ataca por la vertiente de Pozas, cara Norte. Devolando la gran abertura de la Horcada de Pozas se inicia el descenso al Jou homónimo. A medida que se va perdiendo altura va tomando forma la gran diagonal que corta la pared Norte de la Cabra Blanca, y por donde discurre su vía normal. Se asciende la pedrera que se forma entre ésta torre y Los Estribos (suele haber un nevero durante buena parte del verano) para arrimarse a la base de la peña que interrumpe la entrada a la vira. Una trepada de segundo grado, común con la vía normal a Los Estribos, lleva al arranque de la diagonal.

Esta rampa es amplia y no plantea mayores problemas. Dobla la peña por una horcadita, en el extremo inferior de la arista somital que lleva a la cumbre y colgada sobre la desplomada pared que cae sobre la brecha que la separa del Diente. La rampa haya continuidad por la cara Oeste de la Cabra Blanca. Se trata de una rampa cegada descendente que baja a la horcada que separa estas dos torres, y por la que discurre la vía que las enlaza.

Para coronar la cumbre de la Cabra Blanca basta encaramarse en la arista y trepar por ella (segundo grado -IIº- y roca quebradiza). Incrustada en mitad de la cantabria a la que pertenece, sus vistas más reseñables son hacia el Sur, donde rememoraremos nuestro paso por el Camino del Burro y la ascensión a la Torre Bermeja, y hacia Pozas, Jou sobre el que se desploma su cara Norte. Enfrente, mirando al Este, se encuentra la vía normal a la Torre del Torco por la vertiente de Pozas.

Culminada la ascensión, y en las profundidades del Jou de Pozas, nos aguarda un bonito repecho, para alcanzar la falsa horcada donde se inicia el flanqueo de la Torrezuela. Al otro lado de esta torre calcárea, que se bordea por la vertiente occidental (de cara al Jou Luengu, lecho de la antigua lengua glaciar que abriéndose camino entre la Sierra Mercader y la alineación Requexón, Tercer Poyón, Torre de la Canal Vaquera y Cotalba, se entubaba en el cegado Valle de Ozania, colgado sobre las profundidades del Dobra) encontramos el pequeño oasis de Fuente Prieta. Campera alpina cerrada entre llambrias y torcas, al pie de la canal que conduce a la Horcada de Santa María, y bajo los desplomados abismos de las Torres de Cebolleda. El manantial nutre este vergel de vida en mitad del desierto calcáreo.

Ligeramente por encima de la fuente, se coge el camino carretero que, doblando bajo los contrafuertes de las Torres de Cebolleda, alcanza el Alto la Mazada para, en amplios tornos, perder rápidamente altura a lo largo de un extenso pastizal alpino. Baja a una recogida campera ahuecada por pequeñas dolinas y al amparo del estilizado torreón del Porru Bolu. Atraviesa por la base de esta aguja, para colarse en la Llampa Cimera, donde se une al camino, también carretero que viene del Jou Santu.

Una sucesión de tornos se tira canal abajo, embocando la majada de Vegarredonda. El camino ya nos es familiar de anteriores excursiones. Atrás se deja el rigor de la alta montaña. Vegas y majadas empiezan a sucederse con prolífica regularidad: Rondiella, Canraso, Vega la Piedra, Vega el Huerto. Sin darnos cuenta estamos caminando por una pisada pista que, tras el breve pero ya costoso repecho de Pandecarmen, se va aproximando, con desquiciante lentitud, a la Vega de Enol, valle de origen glaciar que esconde una de las joyas del Parque Nacional y magnífico colofón para esta larga travesía por algunos de los rincones más emblemáticos de los Picos de Europa. Escondidos de los guardas, no podemos dejar de zambullir nuestros molidos huesos en el lago Enol. Buceando entre sus dulces aguas damos por terminada una larga y costosa travesía en la que se nos ha dado a conocer otra cara de la montaña, sacrificada pero, esperemos, altamente gratificante.