1ª Jornada:

PUNTO PARTIDA:

Fuente Dé (1.080 m.). Se sube en el teleférico hasta el Mirador del Cable (1.834 m.), que será el punto de partida.

DIFICULTAD:

Alta (Iº/IIº).

DURACIÓN:

8 horas.

DESNIVEL:

1.250 metros .

CARTOGRAFÍA:

Adrados. Picos de Europa. Macizos Central y Oriental. Escala 1:25.000.

DESCRIPCIÓN:

Aunque el autocar nos deje a mil cien metros de altura, en el circo glaciar de Fuente Dé, la pernocta –propiamente– se inicia en la estación superior del teleférico enclavado en dicha vega, a unos mil ochocientos metros de altura.

La estación del Cable está suspendida sobre los cortados que cierran la hondonada de Fuente Dé, en los nacientes del Deva. Encima de estas paredes, se abre una meseta, donde irrumpen las peñas de este sector del Macizo Central, donde destaca, por su proximidad, Peña Olvidada.

Del Cable parte una pista que va faldeando hacia la Horcadina de Covarrobres. Esta abertura cabalga entre los Pozos de Lloroza, una serie de intermitentes lagunas que se apuntan en este tramo inicial de la ruta, y los pastos de Áliva, unos de los pastizales más extensos y bellos de los Picos de Europa.

La Horcadina de Covarrobres queda justo en la base de las agujas de Peña Olvidada. Por sus flancos de desgajan dos pistas. La que devola la horcada pasa a los Puertos de Áliva. Está señalizada como PR, en su descenso hacia el valle lebaniego. La de la izquierda, también señalizada como el PR (sendero de pequeño recorrido) de Horcados Rojos, atraviesa los lleraos Sudoccidentales de Peña Olvidada, a medio camino entre sus verticales llambrias y los pozos de las mencionadas lagunas. En el extremo final de la vaguada lacustre la pista da vuelta hacia las minas de Altáiz. Este lugar se denomina la Vueltona, y de ahí arranca el camino de Horcados Rojos y el de la Canalona. Ambos nos permiten acceder al Jou de los Boches, en nuestra ruta hacia el Jou de los Cabrones.

El camino empieza a ascender por las pedrizas de Peña Vieja, escoltada por los contrafuertes de Peña Olvidada y la Torre de las Coteras Rojas. Ladera abajo, comienza a verse el Jou Sin Tierra, que no debemos confundir con otro hoyo, perteneciente a la vertiente asturiana, paso a la Vega de Urriellu, y que conoceremos en la otra parte del recorrido.

Sobre el Jou Sin Tierra se alza el Pico San Carlos. La línea de cumbres continúa por la Torre del Hoyo Oscuro y el Madejuno. Tiro Llagu y Torreblanca cercan por este lado la depresión que envuelve Cabaña Verónica, refugio próximo a Horcados Rojos.

En una zona de transición entre bloques desgajados de los contrafuertes de los Picos de Santa Ana, se encuentra una fuente, que no es más que una surgencia efímera que vuelve a sumirse en las entrañas calcáreas de los Picos de Europa.

El camino retoma su ascenso, trazando desiguales tornos hasta llegar a la collada en que se bifurcan los dos caminos más frecuentados. Dejamos las marcas de pintura amarilla y blanca, para dirigirnos a la Canalona.

Al principio el camino está asentado en las llambrias mediante piedras hábilmente apiladas, un camino muriado para llevar a la realeza a los puestos de caza. Más arriba, los tornos primitivos aún se conservan, aunque, los montañeros, simples plebeyos, cortamos por donde podemos.

La Canalona es una canaluca corta y apretada. Los muros del camino van cediendo ante las avalanchas de la primavera. Entre torno y torno, miramos de soslayo una estilizada aguja, la de La Canalona, contrafuerte de los Picos de Santa Ana.

Nuestras cabezas asoman por la Collada de la Canalona. A cada paso vemos crecer una pirámide que se eleva sobre los dos mil seiscientos metros. En su base se forma una hondonada de hoyos lunares, las Coteras Rojas. Este topónimo da nombre a la antes citada torre, que, desde este lado, apenas es un coteruco de la cresta que se encamina hacia Peña Vieja.

Para acercase a esta cumbre seguimos una pisada senda que, flanqueando los costados de la Torre de las Coteras Rojas, crestea hacia la pedrera del centro de la mole. Una vez reventados entre las piedras, atacamos directos a la cumbre.

La subida no excede del primer grado de escalada, mas presenta peligro por la caída de piedras. Lo mejor es trepar por los costados de la vertiente de subida, pues se trata de una montaña muy frecuentada. Peña Vieja, por su altura (2.614 m.), puede considerarse el mirador de los Puertos de Áliva, pastizales de verdor contrastado con el blanco brillante de la mina de las Mánforas.

Descendida la montaña, retornamos a la Collada de la Canalona. Desde ésta podemos ascender a los Picos de Santa Ana. Asimismo, cortando en diagonal desde aquella collada, sube un sendero hacia la Collada de Santa Ana, depresión de engarce entre los picos que le dan nombre y los paredones de los Tiros Navarros. La cumbre principal de Santa Ana (2.599m.) se esconde a la vista de la Canalona, de ahí la alternativa directa a la Collada de Santa Ana, por donde discurre su vía normal (IIº), en diagonal sobre la vertiente del Jou de los Boches.

El Jou de los Boches es una antigua cubeta glaciar de la que despuntan cuatro torreones, cuyos vértices forman un prefecto cuadrado. Por el Este, estarían los referidos Tiros Navarros (al Norte) y los Picos de Santa Ana (al Sur). En línea con el Tesorero, pero en la misma cresta que los Picos de Santa Ana, quedaría la Torre de Horcados Rojos.

El Tesorero (donde se unen las provincias de Asturias, Cantabria y León) cierra por el Oeste el jou. A la derecha, al Norte de aquél, completan el cuadrado los Picos de Arenizas.

Entre estas peñas se abren las bocas de paso a los Boches. Al Oeste vemos la Horcada Labrada, por cuyos flancos atraviesa el sendero de acceso a las Horcadas de Arenizas, en ruta hacia Torrecerredo (entrando desde la Liébana). Horcados Rojos es la mayor vía de entrada a la Vega de Urriellu. Este mirador natural del Picu Urriellu queda entre el Tesorero y el conjunto de los Picos de Santa Ana y la Torre de los Horcados Rojos. Es la mala entrada al Jou de los Boches por el Sur. Allí estuvo Juan Pedrayes al cumplir los 75 años para volver a recorrer la larga y dificultosa travesía hacia el Picu Urriellu. Nosotros descansamos en la Collada de Santa Ana (2.503 m.), entre los Picos de Santa Ana y los Tiros Navarros. No es la bajada más utilizada al jou; mas, a diferencia del paso de Horcados Rojos –que ha sido habilitado mediante una ferrata–, se trata de la ruta más sencilla (cuando se abrió el camino al refugio de Urriellu, algunos avispados hicieron la travesía en moto). Si bien, el terreno es bastante penoso; una inmensa pedrera fluye a los bajíos del jou.

La abertura Norte la descubrimos descendido el jou. Se trata de la gargantada que da acceso al Jou Sin Tierre, ya descabalgada de las altas horcadas o colladas referidas. El Jou Sin Tierre es otra cubeta glaciar aneja a la del Jou de los Boches, en realidad, se trataría inicialmente de la misma.

Por la Gargantada del Jou de los Boches devola una senda de montaña, la que se dirige a la Vega de Urriellu. La aprovechamos para descolgarnos hacia el Jou Sin Tierre, más empozado que aquél. El transitado camino se dirige a otra gargantada, boca de salida al Jou Lluengu, en cuya cabecera se encuentra la Vega de Urriellu, a los pies del Naranjo.

No llegamos a las peñas que cortan el paso a la horcada, sino que damos vuelta al jou para meternos (Oeste) por una canaleta que sube directa a la Horcada de Arenizas u Horcada de Caín. La entrada a la canal es bastante apretada. Luego se va abriendo en el hoyo cabecero, entre las Horcadas Arenizas (Bajas – Horcada de Caín –; Altas – Horcada de Don Carlos –).

Aunque podríamos ir cortando hacia la Horcada de Don Carlos, subimos directos hacia la Horcada de Caín (2.331 m.), desde la que se devola a los Hoyos Grandes y la Canal de Dobresengos (que muy bien conoce Pina, en sus esforzadas carreras por la Integral de los Picos de Europa, uniendo en una misma carrera la travesía de los tres macizos). Esta brecha se interpone entre los Picos de Arenizas y el Tiro del Oso, siendo puerta de paso entre el Jou Sin Tierre y el Hoyo Grande Cimero.

Por los flancos de los Picos de Arenizas viene el camino de montaña que entra por encima de los Horcados Rojos. Nos sirve para dirigirnos hacia la Horcada de Don Carlos. Esta travesía entre horcadas sigue la base del Tiro del Oso, en la cabecera de la acanaladura que acabamos de subir, dando inicialmente vista a la imponente cara Oeste del Naranjo de Bulnes.

La mirada de este coloso se va ocultando entre las estribaciones de la Torre de la Párdida. La gravera se empieza a confundir con las torcas y llambrias que preceden a la Horcada de Don Carlos (2.431 m.). Esta horcada tiene una orientación perpendicular con la de Caín, de modo que no mira a las caídas del Cares, sino que es una de las depresiones que engarzan las torres o tiros que circundan el Jou de Cerredo.

Desde la Horcada de Don Carlos se puede ascender al Pico Boada (apéndice de la Párdida) o al Tiro del Oso (enlazando, en este caso, la línea de cumbres vasallas del Torrecerredo, el techo de los Picos).

El Jou de Cerredo es el hoyo que cierra esta torre somital del Cantábrico. La rutas de montaña intentan evitarlo, buscando las lomas, llambrias o viras que confluyen en Cerredo, en la Torre de Cerredo. Sólo hay una vereda que se descuelga por las graveras de la Horcada de Don Carlos, y, aún así, pocas veces busca de fondo. Se trata de un recorrido que no necesita conquistar las altas cumbres del Central, sino que se conforma con enlazar toda la red de refugios. Esta vereda deja la ruta de aproximación a la base de Torrecerredo, uniendo la cúpula de Cabaña Verónica con el refugio del Jou de Cabrones.

El descenso no es, ni mucho menos, una pedrera uniforme, sino un laberinto de cegadas graveras intercaladas entre cortos resaltes de peña (Iº). Una senda de piedras apelmazadas faldea por el Este del jou, queriendo perder la menor altura posible. Pero, en todo caso, se trata de llegar al cabezo pedregoso que culmina la amplia boca del Jou de Cerredo. Por este cerro atraviesa el sendero que viene de Urriellu para coronar el Torrecerredo. Nosotros lo cortamos en perpendicular, justo bajo las cortadas de las agujas de esta torre (Risco Saint-Saud y Torre de Labrouche). Al otro lado, ya intuimos el Jou Negro.

El sendero devola por una loma de torcas, grijillo y brotes de alta montaña. Desciende suavemente hasta que la loma queda interrumpida por un contrafuerte calizo. La vereda se mete por su costado, atravesando por un llambrial colgado sobre el majestuoso Jou Negro. Pasado este corto pasaje (IIº) podemos detenernos a contemplar esta belleza glaciar.

El Jou Negro es una de las pocas expresiones glaciares que se conservan en los Picos de Europa, quizás la más significativa. No sólo conserva la masa de hielo, sino que marca con precisión sus morrenas. El jou está formado “solamente” por dos torres y una serie de estilizadas agujas. El glaciar escala por los espolones de aquéllas, cerrados por una arista de singular belleza. Los nombres de estas torres son la de los Cabrones y la de Cerredo; mas es la perfección de sus líneas la que las hace merecedoras de figurar en las más variadas listas de montañas cantábricas excepcionales.

Del Jou Negro pasamos al Jou de Cabrones, donde se encuentra nuestro albergue del día. Para bajar al largo hoyo, debemos de pegarnos a la peña de la derecha. La senda entra en una vira de gravera, lindando con la pared. Sólo nos queda seguir las ondulaciones que nos acercan a la fuente de la vega y al alto refugio.

2ª Jornada:

DIFICULTAD:

Alta (IIº).

DURACIÓN:

7 horas.

DESNIVEL:

500 metros.

DESCRIPCIÓN:

Despuntan los primeros rayos del sol por la punta de la pirámide de la Torre de los Cabrones. La fatiga del día anterior nos había hecho olvidar la serenidad de este enclave. No puede definieres como un entorno embriagador. El Jou de los Cabrones es un alargado pozo de piedras y grueso pastizal, parcialmente cercado por la Torre de los Cabrones, los Picos de Dobresengros y la estribaciones de los Cuetos del Trave. En efecto, el lugar no es idílico; tampoco lo es la gran pirámide de Giza. Piedras antiguas y arena, quizá algo de agua y algo de vegetal. Y, sin embargo, por algo estamos aquí.

Las pirámides son construcciones de los hombres, de figura geométrica perfecta. Pero, al mismo tiempo, son construcciones naturales esculpidas por la acción de los glaciares. La Torre de los Cabrones es la imagen soñada de montaña, aristas que confluyen en una punta afilada.

La pirámide de Giza, o las piramidales montañas son sólo el reclamo; mas en ellas hay más que piedras, hay historia, hay conocimiento y hay tiempo. Y eso es el Jou de los Cabrones.

Sin embargo, si hay una montaña emblemática en los Picos de Europa, esa es el Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes. Despedimos nuestra morada soñada, y vamos a conocer ese monolito de Bulnes (aunque desde este pueblo no se ve el Naranjo); vuelvo a repetir, vamos a conocer, pues también aquí son aplicables los versos del Cuetudave, “quien de nombra no te sabe”.

Bajamos a la fuente, y retrocedemos unos metros por el camino de ayer, entre las chapas de uno de los antiguos refugios de Cabrones, hábilmente echo escultura por las fuerzas de la naturaleza. En un pispás dejamos la dirección Sur y viramos al Este. Tenemos que remontar hasta la horcada que se ve a esta mano, entre los riscos que flanquean el jou por el saliente (del sol).

Traspuesta la horcada perdemos altura para dirigirnos a una meseta calcárea, que se eleva sobre el Jou de los Coches. Así pues, el sendero evita la hoyada y se encamina a la plataforma. Aunque el Parque Nacional ha señalizado los caminos a los refugios como PR, no se contempló esta ruta de engarce. Pero, en realidad, es lo mismo, hay pintura de todos los colores y formas. Los jitos también nos acompañan.

Pasado el rellano, la senda se mete en un callejón que trepa encajado por las lomas morrénicas que descienden de las Torres Areneras. La ruta jitada se desvía sobre las llambrias laterales de la línea de subida, un pequeño atajo para evitar perder altura en las altas hoyadas del callejo.

El pasillo culmina en una collada sobre los jous cegados por el Neverón de Urriellu. El sendero sigue remontando al Este, enlazando con la ruta que viene de Torrecerredo, y que cruzáramos ayer al bordear el Jou de Cerredo. Entroncadas ambas sendas ya subimos los últimos metros a la Horcada Arenera (2.273 m.).

La Horcada Arenera es poco resaltada en un mundo caótico de torres y tiros. Esta afirmación es relativamente cierta si se observa por este lado; mas, desde los pastizales de Pandébano, se trata de la brecha más renombrada de los Urrieles. Por ella se realiza la aproximación normal de Torrecerredo, desde la Vega de Urriellu. La susodicha horcada es la depresión que parte el Neverón de Urriellu y los Albos (las Torres Areneras no son más que apéndices de los Albos). Es la puerta al corazón de los Picos desde la cuenca asturiana del Duje, a un paso del pueblo cabraliego de Sotres, que queremos divisar en la lejanía.

Para acercarse a la punta somital del inanimado Neverón, ascendemos por la loma de llambrias que delimita la horcada por el Sur. Un contrafuerte cierra la llomba caliza. Le damos vuelta mirando a Torrecerredo, subiendo hasta la horcada subsiguiente, interpuesta entre contrafuerte y las paredes del Neverón.

La vía de ascenso se inicia en esta brecha. Remontamos unos metros para entrar en las viras de llambria, colgadas sobre el jou cimero por donde dobla el camino de Torrecerredo. El sutil ascenso va medio flanqueando por la base del torreón del Neverón de Urriellu. Una acanaladura corta, en la vertical, las viras de llastria. Sorteándola podemos pasar a una loma calcárea de gradas. Por el Sur se desploma un canalón sombrío, cerrado por una arista perpendicular al torreón cimero del Neverón.

Comprimidos entre la más fina acanaladura y el corredor invernal, remontamos gradas arriba. La llambria se va compactando. Un tobogán de llastria nos saca, en el paso más difícil, a un gendarme.

En la parte final, un reguero de pedrera nos conduce a la concha de salida a la cresta, por la que retrocedemos, pues la cumbre queda a nuestra izquierda, a la cúspide del Neverón de Urriellu (2.547 m.).

El Neverón es la atalaya del Picu Urriellu, inmensa mole que, sin embargo, está a nuestros pies. Entre ambos se aprecia la Vega de Urriellu, con el refugio de montaña en la base de la temida cara Oeste del Naranjo.

La Vega de Urriellu es apenas un rellano en la cabecera del Jou Lluengu que, más que un jou, es una extensa canal formada por una lengua glaciar que se abrió paso entre el Naranjo y el Neverón. La cubeta superior del glaciar se ubicaba entre el Jou de los Boches y el Jou Sin Tierri.

El Naranjo de Bulnes no es una montaña piramidal como la Torre de los Cabrones. No ha sido esculpido por unas cubetas glaciares, herederas de los actuales jous; sino que ha sido el empuje de la lengua de hielo de la que rebosaban, la que ha modelado este monolito de seiscientos metros de pared vertical. Solamente hay un jou en uno de los vértices del Pico, el Jou Tras el Picu. Pero, aunque apuntó los espolones que jalonan la cara Sur (“la fácil”), otra lengua deudora de la principal, terminó rodeando y modelando este cono vertical e histórico por la Canal de la Celada.

Devueltos a la Horcada Arenera, pasamos a la otra vertiente. El sendero baja pegado a la peña de la derecha, debiendo salvarse un par de resaltes. El sendero ladea a media altura (a veces entre las llambrias), siguiendo los contornos de los contrafuertes extremeros del Neverón. De las cimeras de éste, se desgajan unas agujas. No hace falta adivinar cuál es el Diente de Urriellu. Pasadas estas picas, la senda se encarama en la cresta de la Corona del Raso. Para los que no subieron al Neverón, quedarán embelesados con las historia de los hielos de estas montañas; pues, la misma panorámica que se nos ofrecía desde aquella cumbre, disfrutan ahora los más holgazanes.

Finalizado el corto tramo de cresta, la vereda se mete a la derecha del morro final de la Corona del Raso. Un sendero de un par de metros que cae por una chimenea cegada, llamada Brecha de los Cazadores. Pasado el destrepe, tenemos que salirnos por el canto de la derecha, por el que devolamos a una amplia vira que muere en la pedrera de salida.

El camino está (mal)asentado en las piedras y el grijillo. Desciende rápidamente en diagonal para entrar en la larga travesía hacia la Vega de Urriellu. Los frecuentes jitos nos iluminan el camino, sorteando un tortuoso sube y baja, que alterna pasto, piedras, llastras y llambrias.

En la Vega de Urriellu entroncamos con el camino que baja del Jou Sin Tierri. Ahora sólo tenemos que dejarnos conducir por la larga lengua del Jou Lluengu; eso sí, parando unos minutos a pensar por qué camino vamos a descolgarnos.

Bajaremos por la ruta directa a Bulnes, señalizada, como la otra de Pandébano, como PR. El camino más evidente tira al Norte del refugio (es el camino normal, por donde suben cargados los burros del refugio), entrando por la derecha de la morra que cierra la vega. El sendero de montaña de Bulnes entra algo más a la izquierda. En unos metros, ambos se han descolgado por ambos laterales del vasto canalón del Jou Lluengu.

En los primeros compases no hay más referencia que el sendero. Un alto destrepe nos baja a la cabecera de un canalón de pedrera, del que salimos trepando por el otro lado. Una bajada más directa ya nos emboca en una valleja caliza de bloque.

Entramos en un terreno de transición hacia la conocida gravera de descenso; muy penosa para el ascenso y muy rápida en sentido opuesto. La pedrera está interrumpida por una zona de grandes bloques. Enseguida se retoma la vertiginosa polvareda.

Al final, el camino turístico del refugio y la vertiginosa bajada de Camburero se han separado a ambos lados del Jou Lluengu, apretándose entre los contrafuertes que delimitan el abierto valle. Por un lado se aprecian los restos del camino volado en la peña, que tira a meterse en las Canales de Vallejo; y, por el otro, en el que nos encontramos, se aprecia la larga mancha de pedrera que acabamos de descender.

Nos acercamos a los últimos contrafuertes de la Corona del Raso, pulidas paredes en el costado del Jou Lluengu. Por nuestra derecha entra un sendero, que ya atravesáramos el año anterior cuando nos dirigimos al lago del Raso. Esta senda conecta las Canales de Vallejo con Camburero, cortando por los bajíos el Jou Lluengu, que ya se precipita en verticales cortadas sobre el Jou Baju.

Estamos a punto de doblar por el vértice de los espolones que delimitan el valle glaciar por la vertiente Oriental, es decir, por la margen izquierda, agradeciendo la sombra de la tarde. Una última mirada al Picu Urriellu, que, a nuestras espaldas, ofrece el guiño cómplice de su faz más hermosa, la cara del Marqués y del Cainejo.

Doblado el contrafuerte, caemos en unos instantes a la majada de Camburero. El centro de la hoyada se concentra en una vega plana de pastizal. Entre las peñas, se esparcen los restos de la majada. Hay una zona de bloques, pues el rellano acumula los vestigios de intermitentes desprendimientos de enormes peñascos. Camburero solamente es una posa, una encrucijada de canalones, canales, sendas inimaginables y agujas, escondida en ninguna parte. Es la majada del Urriellu, pese a que se oculta de él. Es la majada de Bulnes, pese a que el descenso se corta por una torrentera y un valle glaciar.

Atravesamos la vega y pasamos entre las rocas a una falsa collada, puerta de entrada a la Canal de Camburero. La parte superior de la canal está rellenada por una grijera. El sendero intenta evitarla por la derecha. Llegando al punto inferior de la pedrera, empiezan a aflorar llambrias. En una de las rocas, al lado del camino, está la fuente de la majada. Es apenas una surgencia que vuelve a sumirse entre la pedrera. Una doble marca de pintura del PR (una de ascenso y otro de descenso), sirve para marcarnos el punto del camino desde el que se ve la escondida surgencia.

La fuente no es más que la cabecera intermitente de un regato que empieza a despuntar sobre las peñas. La canal de encañona hasta el extremo, por las desplomadas cortadas inferiores de los Collaos (paso entre Camburero y la majada de Acebuco, ya en la falda del Bobio, en los bajíos de los Albos)..

El sendero se ha convertido en una seca torrentera, con surgencias intermitentes más acusadas. Un salto nos cierra el descenso. Nos salimos por la peña de la derecha, a entrar por una canaluca anexa de pardas llambrias, que nos baja al Jou Baju.

La Canal de Camburero entronca con las Canales de Vallejo (ahora convertido en un único canalón) en el cerrado pozo del Jou Baju. Al Sur, lo cercan los paredones que ciegan la parte baja del Jou Lluengu. El escorzo por Camburero es la única salida peatonal de aquél. Por las Canales de Vallejo vemos flanquear el camino construido de la majada de la Terenosa hasta la Vega de Urriellu.

La boca de escape del Jou Baju se descuelga por la riega que alimentan las canales y circos de confluyen en este jou. El engañoso sendero, pronto queda cortado sobre un alto salto de la riega. Desechamos la vereda de las vacas, por expuesta, y destrepamos salpicados por la cascada que entuba la riega.

Entre rocas y vadeos vamos cayendo al largo valle de Valcosín. Esta abertura es el fondo de la lengua glaciar que desgajó el Monte del Acebuco del Monte de la Varera, es decir, las faldas de Los Tortorios de las faldas del Cuetu Albo. Valcosín es una tajada entre los verticales lindes de aquellos bosques. Forma un valle plano, regado por un seco río.

La placidez del valle quiebra en un recodo de transición. La senda se mete junto al riachuelo en una foz estrecha. El curso del agua es impredecible. Unas veces se limita a bañeras dispersas, en tanto que, en otras, fluye impetuoso, anegando y cortando repetidas veces el sendero.

Dentro del cañón encontramos una camaleónica cabaña. El camino se sale por el costado de la riega. No abría paso de otro modo, pues las aguas saltan entre las peñas con un estruendo que nos anuncia la presencia de una cascada. Por una zona herbosa, donde apenas se prodigan cuatro árboles, la senda apunta a un canto. Este peñasco corta el, ya abierto, desfiladero. Por una vertiginosa valleja, una vereda destrepa hacia el fondo del riachuelo. La senda principal sube unos metros más hacia la collada del canto. Devolada, aquélla baja abrazando en diagonal el cotero. Hierba y llambrias se confunden con el terroso sendero. El flanco no llega a ser aéreo, pero se intuye la caída sobre el río de Bulnes, cuyos tejados se perfilan en el frondoso valle cegado.

Dando vuelta al cotero, la senda vuelve al riachuelo. Frente a nosotros se encuentra la cascada que nos ha interrumpido el paso de la foz. Los chorros de la riega rompen sobre un pozo de aguas poco profundas. El agua va a ser la protagonista de todo el descenso.

Cruzamos la riega y, entre el arbolado, coronamos el mirador de Bulnes. Los dos barrios, La Villa y El Castillo, anuncian el regreso a la civilización. La peña cede el testigo al valle; mas es un espejismo en los abruptos Urrieles. Bulnes se haya incomunicado geológicamente. Los murallones de Amuesa y los extremos de Maín, aprisionan un desfiladero sólo apto para los burros.

Por una empinada panda herbosa descendemos al núcleo de La Villa, donde se encuentran las terrazas de los bares del pueblo.

Restan únicamente cuarenta y cinco minutos de bajada por una, quizá, calzada romana. No es la calzada lo que nos llama la atención sino el desfiladero que se abre ante nuestros pies. Las Salidas de Bulnes son una tajada abierta por la lengua de un glaciar. Una collada, en el centro de la garganta, rememora el pretérito pasado glaciar de los Picos de Europa. La collada fue el fondo del valle glaciar, que adquiere forma de “U”. La collada está cortada por la tajada del río, se trata de una brecha en “V”, fruto de la erosión fluvial. Y, al fondo, Camarmeña, mirador del Naranjo de Bulnes.

Todas estas bellezas y las penurias del final de la marcha pueden evitarse, pagando el funicular que baja desde Bulnes a Poncebos, en la confluencia de los ríos Cares y Duje. Yo, particularmente, me dejaré descender al Puente de la Jaya, sobre los cristalinos destellos esmeralda del Cares.